Definición de ramonear
El concepto de ramonear se emplea para aludir a la acción de cortar los extremos de las ramas de un árbol. El término también refiere a lo que hacen ciertos animales cuando roen o comen dichas puntas.
Varias especies de rumiantes se dedican a ramonear para alimentarse. Entre ellas los integrantes del grupo de los jiráfidos: los okapis y las jirafas. Estos seres, que habitan en las sabanas y en los bosques del continente africano, ramonean árboles y arbustos.
En el caso de los okapis, pueden ramonear más de un centenar de vegetales. También ingieren ciertos hongos, brotes blandos y frutos que se desarrollan a cierta altura (este aspecto diferencia el ramoneo del pastoreo, la acción de comer hierba directamente del suelo). Las jirafas, en tanto, ramonean las ramas de las acacias y de otros árboles de los cuales obtienen las proteínas que necesitan para crecer y mantener la salud.
Los venados y los ciervos son otros animales que se orientan a ramonear para conseguir nutrientes. Lo mismo hacen los ñus.
Es importante saber que no solo en la fauna de hoy en día encontramos ejemplares aptos para ramonear. Muchas criaturas extintas ramoneaban árboles y arbustos para procurarse el sustento, según han podido determinar los paleontólogos a partir del estudio de sus restos.
De acuerdo a las investigaciones, por ejemplo, el triceratops era un dinosaurio ramoneador. Los expertos llegaron a esta conclusión por la posición de su cráneo y por la terminación de sus mandíbulas, características que revelan la capacidad de este ser que habitó en el periodo Cretácico para arrancar y ramonear plantas. Si el triceratops hubiese tenido otros rasgos, como dientes más propicios para morder, no habría ramoneado como mecanismo de alimentación.
A partir de estas características físicas, que nos hablan de los hábitos alimentarios de cada especie, también podemos entender más los que realmente corresponderían a la nuestra. Por ejemplo, ningún aspecto de nuestro cuerpo nos indica que debamos comer carne, ya que no tenemos los rasgos esenciales de un cazador: velocidad y fuerza superiores a las de sus potenciales presas, garras y dientes capaces de desgarrar su piel, capacidad innata de organizarse en grupos para cazar animales más grandes o fuertes que ellos. En otras palabras, ramonear parece mucho más adecuado a nuestra fisiología que asesinar a otro mamífero con nuestras propias manos.
Aquí también entran en juego otras variables, que por lo general asociamos con la caza: el tamaño y el aspecto. Si bien no todos los dinosaurios eran «gigantes», muchos de ellos superaban las dimensiones de los animales más grandes de la actualidad. El triceratops, para continuar con esta especie, podía alcanzar los 9 metros de extensión y los 3 de altura, y pesar hasta 12 toneladas. Se estima que tan sólo su cabeza podía alcanzar los 2 metros de largo, casi una tercera parte de todo su cuerpo. Ciertamente, con estas características podríamos temer que se tratara de un gran «monstruo», aunque en realidad fuera una especie tranquila, herbívora, que no derramaba sangre ajena.
La acción de ramonear se asocia con los animales herbívoros, aquellos que centran su alimentación en el consumo de plantas. Sin embargo, en este caso es necesario afinar un poco más la definición, ya que el ramoneo es propio de los folívoros, un término que en zoología también se conoce con el nombre de filófagos: aquellas especies que se alimentan principalmente de hojas.
Dado que en una hoja madura hay un alto contenido de celulosa, un biopolímero de difícil digestión, y uno bajo de energía, además de los compuestos tóxicos, el aparato digestivo de un animal folívoro se diferencia del que tiene un carnívoro en dos aspectos fundamentales: es más extenso y su metabolismo, más lento.