Definición de quiropraxia

La noción de quiropraxia no es aceptada por el diccionario de la Real Academia Española (RAE). Sí aparece, en cambio, el término quiropráctica, que se refiere a una clase de tratamiento médico orientado a dolores de los músculos o de los huesos a través de masajes en la región afectada.

La quiropráctica o quiropraxia forma parte de lo que se conoce como medicina alternativa. Los expertos en esta materia, denominados quiroprácticos, se encargan de prevenir, diagnosticar y tratar diversos problemas de salud que repercuten negativamente en las articulaciones, los huesos, los músculos y los nervios.

La clave de la quiropraxia se encuentra en el uso de las manos. A través de la manipulación de los tejidos blandos y de las articulaciones, ejerciendo distintas clases de presión, los quiroprácticos buscan realizar ajustes y correcciones que redunden en un mayor bienestar del paciente. La base del cuidado quiropráctico son los diferentes ajustes que se realizan en la columna vertebral haciendo uso de las manos, y esto se denomina manipulación de la columna.

Lo que busca fomentar la quiropraxia es la capacidad de regeneración del cuerpo sin apelar a intervenciones quirúrgicas o a la utilización de sustancias químicas. Sus tratamientos pretenden optimizar el vínculo entre la estructura vertebral del cuerpo y las funciones reguladas por el sistema nervioso.

Por lo general, la duración de la primera consulta de quiropraxia se halla entre la media hora y la hora. En este encuentro, el profesional le hace una serie de preguntas al paciente para establecer una serie de objetivos que darán forma al tratamiento; entre los puntos de su interés se encuentran los siguientes:

* enfermedades y lesiones previas al tratamiento;
* trastornos actuales de salud;
* medicamentos que el paciente consuma en la actualidad;
* características principales de su estilo de vida;
* tipo de alimentación;
* actividades físicas que realice;
* horas de sueño;
* consumo de sustancias tales como el tabaco, el alcohol o las drogas;
* presencia de estrés.

Durante la charla introductoria con el quiropráctico, es importante comentarle acerca de cualquier molestia que sintamos en el cuerpo que nos impida o dificulte llevar a cabo las tareas cotidianas. Del mismo modo, el profesional debe estar al tanto de sensaciones raras, falta de energía o entumecimiento.

El paso siguiente es un examen físico, en el cual se busca determinar cuán correcto es el movimiento de la columna. Por otro lado, también es posible que el quiropráctico desee radiografías y un control de la presión arterial. El objetivo de esta segunda fase es detectar cualquier problema que pueda afectar negativamente el dolor que nos lleva a la consulta en primer lugar.

La corrección de un problema suele requerir más de una sesión; lo normal es que el quiropráctico indique un mínimo de dos a la semana, cada una de entre 10 y 20 minutos de duración. A medida que se noten mejoras, es posible continuar con una sola sesión semanal, y el final del tratamiento depende de varios factores, como ser la consecución de las metas planteadas en la primera visita. Es importante no recurrir a la quiropraxia para tratar fracturas, artritis grave, osteoporosis o infecciones de huesos.

El control de la quiropráctica varía de acuerdo al país. Esta disciplina comenzó a desarrollarse a finales del siglo XIX en Estados Unidos y pronto se expandió al resto del mundo. La titulación y el reconocimiento de la práctica, por lo tanto, dependen de cada Estado.

Para los detractores de la quiropraxia, esta práctica no genera ningún efecto positivo en el organismo e, incluso, puede causar daños en las vértebras debido a la manipulación ejercida por el quiropráctico.

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