Definición de protovínculo

El término protovínculo no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE). El concepto se utiliza en el ámbito de la psicología para aludir al vínculo que se establece entre el niño en gestación y su madre.

Este protovínculo es el fruto de la experiencia de relación entre el bebé y su progenitora. Sus características dependen del contexto social y de las condiciones en las cuales el hijo fue engendrado, gestado y alumbrado.

Luego del nacimiento, ese protovínculo va mutando ya que el pequeño empieza a discriminar entre el yo y el no-yo. Según algunos especialistas, hay un protoyo (es decir, un primer yo).

La génesis del psiquismo, en definitiva, se encuentra en la trama relacional que establecen hijo y madre. Ese protovínculo, unido a la organización biológica, condiciona las posibilidades del desarrollo ulterior del psiquismo.

El protovínculo se complejiza y se redefine con el desarrollo. El cuerpo, en este marco, es clave: todo ser humano nace como un cuerpo dentro de otro cuerpo.

Mientras el bebé está en el vientre materno, su piel recibe los estímulos de las paredes uterinas y del líquido amniótico, experimentando una sensación de fusión con la madre, sin diferenciación. El nacimiento desorganiza el esquema corporal y obliga al niño a enfrentarse a estímulos que no conoce, ya sin el estado de globalidad previo. El protovínculo, de este modo, muta.

El protovínculo, en definitiva, implica el surgimiento del yo en relación a un otro. De la simbiosis entre el bebé y la madre se pasa gradualmente a la autonomía del niño.

El ser humano lleva mucho tiempo intentando entender el protovínculo. Por ejemplo, uno de los exponentes en este campo fue Enrique Pichon-Rivière, un reconocido psiquiatra nacido en Suiza en el año 1907. Hablaba de este lazo como una estructura compleja que se forma por la relación mutua entre la madre y el bebé y que da lugar a un proceso de aprendizaje y comunicación que colabora con el desarrollo de la realidad intrasubjetiva.

Pero no importa cuántos años tenga el concepto, aún queda mucho por aprender y existen varias perspectivas posibles para estudiarlo. Dado que la realidad del niño en el vientre de su madre es la más difícil de analizar, bien podemos centrarnos en su vida después del nacimiento, para intentar identificar ciertos rasgos comunes entre varios casos que hayan tenido experiencias prenatales similares.

Sin lugar a duda, el desarrollo psíquico de la persona está condicionado por muchos factores que, en su mayoría, se encuentran en los primeros años de vida. No es difícil entender que las experiencias dentro del vientre materno nos afecten: después de todo, somos seres sensibles desde mucho antes de nacer, con un sistema nervioso que se desarrolla poco a poco y recibe los estímulos del mundo que nos rodea. Si nuestra madre sufre, sufrimos; si está alegre, nos alegramos.

No importa cuánto sepamos acerca del protovínculo con un grado inquebrantable de certeza, sino que basta con aceptar que debemos darles a nuestros hijos la mejor realidad posible desde que los concebimos porque ellos no pueden protegerse hasta que alcanzan la adultez. Aunque más no sea, deberíamos hacerlo para ser buenos anfitriones, ya que somos nosotros quienes los invitan a este mundo.

Uno de los aspectos en los que influye el protovínculo es la sociabilización del niño. El trato que recibe desde que se despierta su sensibilidad es determinante en su futura personalidad, y en el largo plazo puede conducirlo a ser una persona extrovertida o introvertida, con confianza en sí misma o extremadamente insegura, entre otras muchas posibilidades. Ante la duda, deberíamos tratar el embarazo como un período sagrado.

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