Definición de preocupación
Para entender el concepto de preocupación, que deriva del latín praeoccupatio, hay que conocer a qué se refiere el verbo preocupar. Esta acción está vinculada a generar zozobra o nerviosismo, o a ocuparse con antelación de algo.
Por ejemplo: “Existe una gran preocupación en el gobierno por las protestas sociales”, “No puedo negar la preocupación que siento por tu viaje a Medio Oriente”, “No estoy de ánimo para festejar: tengo muchas preocupaciones”.
La preocupación suele asociarse a la angustia y a la inquietud que se produce por algún motivo. Hay preocupaciones de todo tipo: alguien puede sentirse preocupado porque su club de fútbol lleva dos partidos sin triunfos, mientras que otra persona puede estar preocupada al no tener trabajo.
Algunas preocupaciones, por lo tanto, son menores y pronto queda atrás. Otras pueden persistir en el tiempo y derivar en problemas psicológicos como trastornos de ansiedad o incluso depresión.
Se supone que una preocupación tiene su base en algo que puede resolverse o solucionarse. Retomando nuestros ejemplos anteriores, la preocupación del simpatizante de fútbol se irá cuando su equipo gane. El desocupado, por su parte, estará aliviado cuando consiga empleo. Algunas personas, sin embargo, se preocupan por cuestiones sin solución (como sentir una preocupación por no saber qué hay tras la muerte).
Es normal que todas las personas experimenten preocupaciones de distintos tipos. Cuando la preocupación pasa a ser patológica y altera el bienestar y las rutinas del individuo, es necesario pedir asistencia psicológica para que un especialista ayude a lidiar con los problemas.
El exceso de preocupación es una de las características del día a día de muchas personas, algo que para otras puede parecer una pesadilla imposible de atravesar. No es difícil distinguir los dos bandos, y por lo general se utilizan etiquetas tales como «pesimistas» y «optimistas», respectivamente, aunque el trasfondo de dichas maneras aparentemente opuestas de encarar la vida no sea tan fácil de comprender.
Toda preocupación surge por alguna razón, por una serie de indicios que llevan a una persona a creer firmemente que algo negativo puede suceder, aunque el grado de seriedad pueda variar considerablemente. Cuando alguien se preocupa antes de advertir alguno de dichos indicios, no necesariamente se trata de una actitud caprichosa y autodestructiva, sino que puede indicar una personalidad muy lógica y previsora.
Por ejemplo, una persona que se preocupa por no saber si llegará puntualmente a una reunión importante que tendrá lugar dentro de tres días no tiene por qué ser exagerada o negativa, sino que quizás su angustia se base en el conocimiento previo del mal funcionamiento del servicio de transporte público de su ciudad, o de los usuales embotellamientos que se dan en la ruta entre su domicilio y el lugar del encuentro. Claro que lo más normal es que un individuo recién exprese preocupación cuando surge un problema en el camino, el mismo día del compromiso.
Como sucede en otros casos, lo normal no es necesariamente lo positivo y, del mismo modo, lo anormal no tiene por qué ser negativo. Sin embargo, lo que verdaderamente importa al final del día no es si una persona es exagerada o si está en lo correcto cada vez que se muestra preocupada por algo que no sabe con certeza si ocurrirá; el problema comienza cuando dicha preocupación es demasiado intensa y se vuelve incontrolable.
Lamentablemente, muchas personas que viven atormentadas por constantes preocupaciones no reciben el apoyo que necesitan por parte de su entorno, sino que son acusadas de pesimistas. La asistencia psicológica, o bien la introspección que puede llevarse a cabo a través de la exploración del pasado por cuenta propia pueden resultar esenciales para entender el origen de dichos episodios: nadie escoge preocuparse por todo de manera excesiva, ni lo hace para molestar a los demás, sino que existen razones muy profundas que deben ser detectadas y tratadas adecuadamente para mejorar su calidad de vida.