Definición de pedagogo
Pedagogo es la persona que se dedica a educar a los niños. El concepto procede del latín paedagogus, aunque su origen más remoto está en la lengua griega.
El pedagogo es un profesional de la pedagogía, la ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza. Esto quiere decir que el pedagogo tiene cualidades de maestro y está capacitado para instruir a sus alumnos.
Por ejemplo: “Este científico es un gran pedagogo ya que siempre está dispuesto a revelar y explicar los secretos de sus experimentos”, “Me recomendaron llevar a Daniel a un pedagogo que se especialice en estos casos”, “El pedagogo de la escuela me sugirió que Florencia adelante un año, dado que su coeficiente intelectual está por encima de la media”.
El pedagogo cuenta con conocimientos psicosociales; en otras palabras, está en condiciones de actuar sobre el niño como individuo (de acuerdo a su configuración psicológica) y como actor social (con sus relaciones con el entorno).
Una de las funciones más importantes del pedagogo es la planificación, ejecución y evaluación de los programas educativos. Para esto apela a nociones de la psicología, la sociología, la filosofía y la antropología, entre otras ciencias.
La confección de los materiales didácticos también forma parte de las tareas de los pedagogos. Este tipo de materiales (textos, audiovisuales, etc.) tienen la misión de facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje como soporte para la trasmisión de los mensajes formativos. Cabe destacar que la finalidad última de la labor del pedagogo es maximizar el desarrollo de las personas y de las sociedades.
Pedagogía progresista
También conocida con el nombre de educación progresista, educación nueva y escuela activa, entre otros, la pedagogía progresista es considerada un movimiento, o bien un conjunto de movimientos, con base en la pedagogía y con el objetivo de revaluar los pilares de la educación tradicional.
Sus orígenes se remontan a finales del siglo XIX y, desde su punto de vista, la escuela vieja es autoritaria, demasiado rígida y cerrada, y la responsable de generar en sus estudiantes la necesidad de competir, olvidándose del verdadero sentido de la educación. Además, la consideran un mero traspaso de conocimientos a través del aprendizaje de memoria, el cual ignora los intereses de los alumnos y les exige un mínimo grado de esfuerzo y compromiso, en lugar de incentivarlos a encontrarse a sí mismos a través del saber.
El modelo que promueve la pedagogía progresista es fundamentalmente opuesto al de la tradicional: pretende que todos los estudiantes participen activamente de su propia educación, que tengan voto, que puedan aprovechar su capacidad de discernimiento para dirigir su aprendizaje, que reciban la motivación suficiente por parte de los docentes y que los conocimientos que incorporen sean de utilidad para su vida.
Por último, el mayor reto al que se enfrenta la pedagogía progresista es ser general a la vez que individualizada; en otras palabras, pretende integrar al mayor número posible de ciudadanos, brindándoles los conocimientos que actuarán como herramientas básicas para su sano desenvolvimiento en la sociedad, al mismo tiempo que atender las inquietudes y necesidades de cada persona en forma individual, para asegurarse de que se encuentren a gusto y que su paso por el sistema educativo sea una experiencia enriquecedora y productiva.
Resulta curioso que estas ideas sigan pareciendo innovadoras al día de hoy, habiendo cumplido más de cien años. Si bien existen ejemplos de escuela activa en el mundo, son muy pocos y se encuentran aislados unos de otros; de ninguna manera han llegado a establecerse como una alternativa común o normal a la educación tradicional. Profesores de todo el mundo denuncian el creciente empobrecimiento cultural de la juventud, la pérdida de interés en la lectura, el uso cada vez más deficiente del lenguaje; quizás son indicios de que la escuela vieja debería descansar en paz.