Definición de paciencia
Con origen en el vocablo latino patientia, la palabra paciencia describe la capacidad que posee un sujeto para tolerar, atravesar o soportar una determinada situación sin experimentar nerviosismo ni perder la calma. De esta manera, puede decirse que un individuo con paciencia es aquel que no suele alterarse.
Cuando una persona o situación acaba con la paciencia de alguien, consigue que el sujeto alcance un estado de hartazgo, que se canse y que no soporte más esa realidad. Las consecuencias pueden ser muy variadas, y van desde brotes de violencia hasta el mero alejamiento, el dejarse rendir.
La paciencia también representa la facultad de aprender a aguardar por alguien o algo sin perturbarse durante la espera (“Tuve mucha paciencia, decidí quedarme en la empresa y, finalmente, me ascendieron”), la capacidad de llevar a cabo diferentes planes o tareas sin permitir que la ansiedad arruine el objetivo (“Con paciencia, pude completar el rompecabezas de 2.000 piezas”) o la lentitud con la cual se desarrolla una actividad que exige precisión y minuciosidad (“El secreto para decorar una torta es hacer cada paso con paciencia”).
La paciencia, en definitiva, guarda una relación estrecha con la calma y con la paz. Una persona paciente, según las definiciones teóricas, es aquella que sabe esperar y logra tomarse las cosas con tranquilidad. Lo contrario es un sujeto impaciente, que es ansioso y que desea todo de forma inmediata.
Por otra parte, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) menciona otros dos significados del término paciencia que son muy diferentes a los ya citados líneas arriba. Por un lado, se nombra como paciencia el borde inferior de las estructuras de las butacas de coro; cuando éste está levantado, la paciencia permite que quienes están parados puedan tener un espacio para apoyarse. Por otra parte, la paciencia se entiende, a nivel gastronómico, como aquel bollo de apariencia redondeada y tamaño diminuto, que se elabora con huevos, harina, azúcar y almendras.
Un error muy común es confundir la paciencia con la pasividad, con la falta de compromiso frente a la vida y los obstáculos propios de la realidad humana. Sin embargo, esto es incorrecto, ya que el primer concepto se trata de una facultad que es sinónimo de fortaleza, de perseverancia, y suele ser el pilar fundamental para el desarrollo personal y profesional. No se puede pensar en un gran escritor, o un médico reconocido, ni se puede imaginar a un pintor trascendente que hayan trabajado de forma inconsciente e impulsiva, sin dedicación, sin haber aprendido de sí mismos y de su entorno.
Asimismo, es de conocimiento popular que los grandes creadores suelen ser incomprendidos por la sociedad; en muchos casos, dar con un descubrimiento revolucionario o proponer una forma nueva de pensar o actuar suelen ser motivos de ataques y persecución, producto de la envidia y de la falta de libertad de la mayoría de los seres humanos. Frente a esta actitud barbárica, las personas adelantadas a su tiempo deben armarse de coraje y paciencia para conseguir, con mucho esfuerzo, que sus ideas trasciendan.
Otro aspecto de la paciencia es la capacidad de considerar hechos y variables que pueden ser imperceptibles para los seres ansiosos e impulsivos. Por ejemplo, alguien que es insultado y no responde violentamente, puede parecer cobarde, pero también es posible que entienda que si de deja llevar por sus instintos puede empeorar la situación, o que simplemente no vale la pena entrar en el juego de la otra persona. Esto refuerza la diferencia con la pasividad, con la falta de interés, y demuestra que muchas veces es más fuerte y activo el paciente que el inquieto.