Definición de otorrinolaringología

Muy complejo es el origen etimológico de la palabra otorrinolaringología pues está formada por varias partes claramente delimitadas, partes todas ellas que provienen del griego. En concreto podemos determinar que se ha conformado aquella a partir de la unión de los siguientes vocablos:
Otos, que significa “oído”.
Rinos, que se puede traducir como “nariz”.
Laryngos, que equivale a “garganta”.
Logos, que puede definirse como “palabra”.
Sufijo -ia, que se traduce como “cualidad”.

Así, a partir de la suma de todos estos componentes podemos determinar finalmente que el término que estamos analizando sería la ciencia que se encarga de estudiar las enfermedades que tienen que ver con el oído, la nariz y la garganta.

Se conoce como otorrinolaringología a la rama de la medicina que se centra en el tratamiento y análisis de las enfermedades que pueden afectar y/o desarrollarse en la zona del oído, la nariz y la laringe. Los orígenes de esta disciplina se remontan al año 2.500 a.C., aunque como especialidad médica recién se popularizó y reconoció en el siglo XIX.

Cuentan los expertos en este área que, de acuerdo a ciertos documentos, los egipcios y los indios ya tenían experiencia en intervenciones llevadas a cabo con el propósito de reconstruir narices y orejas. Poco a poco, la ciencia fue avanzando hasta el desarrollo de aparatos complejos que permiten el cuidado de estas partes de nuestro cuerpo.

El barítono español Manuel Vicente García (18051906) fue quien inventó el laringoscopio, un dispositivo clave en el impulso de la otorrinolaringología. Su interés por la laringe, en realidad, no era médico, sino que buscaba analizar la técnica del canto. Fue el médico alemán Johann Czermak (18281873) quien perfeccionó la creación de García.

Dos figuras importantes las citadas en el campo médico que estamos abordando pero que, sin embargo, no han sido las únicas que han dejado su profunda huella en el mismo. Asimismo también podríamos destacar el papel ejercido por otros personajes como sería el caso, por ejemplo, del británico F.C. Rein quien a principios del siglo XIX desarrolló una serie de trompetillas con el claro objetivo de mejorar la audición en personas que padecían la enfermedad crónica de pérdida progresiva de la misma, llamada hipoacusia.

De la misma forma, podemos subrayar el papel ejercido en la otorrinolaringología por Maurice H. Cottle, que fue el cirujano nasal más importante del siglo XX, o por Chevalier Jackson que no sólo llevó a cabo la invención del broncoescopio sino que además está considerado como uno de los padres de la llamada laringología americana.

El laringoscopio permite examinar la glotis y las cuerdas vocales. Cuenta con una lama para apartar la lengua, que está coronada con una luz para facilitar la visualización, y un mango para manipular el dispositivo.

Resulta interesante mencionar que la otorrinolaringología tiene múltiples subespecialidades. Una de ellas es la foniatría, que estudia las variaciones en la articulación y conformación del lenguaje. La audiología (analiza los trastornos de la audición, como la sordera y la hipoacusia), la rinología (dedicada a las afecciones nasales, incluyendo los procesos alérgicos), la otoneurología (las patologías vinculadas a los procesos vertiginosos) y la laringología (las afecciones de la laringe que alteran la voz) son otras de estas subespecialidades.

Los otorrinolaringólogos pueden trabajar en conjunto con odontólogos y otros especialistas, dependiendo del tipo de trastorno que sufra cada paciente.

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