Definición de maridaje
La primera acepción del concepto de maridaje mencionada por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere al lazo y la unión de los casados. Sin embargo, el término suele emplearse para aludir a la conformidad o el acuerdo entre distintos elementos.
En concreto, lo habitual es que el maridaje refiera a la correspondencia existente entre un alimento y un vino. El concepto supone una especie de metáfora sobre el casamiento: la comida y la bebida alcohólica contraen “matrimonio” en un enlace que potencia las cualidades de ambos.
Durante mucho tiempo, los alimentos y el vino se combinaban simplemente de acuerdo a la disponibilidad en la región. Es decir: la gente bebía y comía aquello que tuviera al alcance. Recién en los últimos años comenzó a entenderse el maridaje como un arte para lograr la mejor amalgama posible.
Además, la importancia del vino en la comida es diferente en cada cultura: para algunas es simplemente un complemento opcional, mientras que para otras es un componente esencial de la mesa. Esto se refleja sin duda en todos los ámbitos, ya que cuanto más relevante sea un producto para una región más presencia tendrá en su industria, desplazando otros de manera inevitable.
El sumiller es el experto que suele recomendar cómo desarrollar el maridaje de acuerdo a las características del alimento y del vino. Hay restaurantes donde este especialista sugiere a los comensales qué vino elegir en función del plato ordenado.
El verbo que realiza el sumiller es catar, el cual se define como el uso del sentido del gusto en combinación con los del olfato y la vista para degustar un alimento. El sustantivo correspondiente es cata. Las condiciones ideales que debe tener el sitio en el que trabaja el sumiller son las siguientes:
* un espacio sin olores o aromas que puedan mezclarse con los del alimento que debe catar;
* un buen nivel de iluminación, dado que los aspectos visuales de las comidas también son importantes para su veredicto;
* ausencia de ruido, necesaria para que pueda concentrarse;
* una temperatura media, que no afecte los sabores ni la consistencia de los productos.
El maridaje tiene en cuenta la armonización de los sabores, las texturas y los aromas, muchas veces creando sensaciones novedosas que no podrían obtenerse por separado. El objetivo es maximizar el placer derivado de la experiencia culinaria.
Un vino tinto de reserva con una carne de caza; un vino blanco seco con pescado; y un vino dulce con un postre de chocolate son algunos de los maridajes que suelen sugerirse. Por supuesto, el gusto es subjetivo y cada persona puede tener sus preferencias más allá de las propiedades intrínsecas de los alimentos y de los vinos.
A lo largo de la historia del maridaje, los expertos han ido desarrollando una serie de reglas que aprenden durante su formación, aunque luego en la práctica puedan modificar o adaptar a las condiciones específicas de cada plato y tipo de vino disponibles. A continuación veremos algunas de estas reglas:
* para acompañar un aperitivo conviene un vino generoso, nombre que reciben los que se procesan aumentando su graduación alcohólica y su estabilidad afectando al mínimo la proporción de uva en su composición;
* los estofados, los guidos, las legumbres y los quesos fuertes se combinan adecuadamente con los vinos tintos de cuerpo;
* para las gambas, los langostinos, la langosta a la plancha, las ostras y los cangrejos conviene un vino blanco seco ligero;
* como se menciona más arriba, los vinos dulces son ideales para complementar los postres de chocolate, además de los bizcochos y la masa de hojaldre;
* las cavas, por otro lado, se pueden usar con cualquier plato.