Definición de inmótica
La noción de inmótica no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE), donde sí se reconoce al término inmoto, que deriva del vocablo latino immōtus. Inmoto es un adjetivo que se utiliza para calificar a lo que no se mueve y/o no puede ser movido.
Al bien habitable que, por sus características, se mantiene siempre fijo o estable, sin desplazamientos, se lo llama inmueble. Las casas y los edificios, por lo tanto, son inmuebles.
Con estas ideas en claro, podemos avanzar en la definición de inmótica. Así se denomina al conjunto de sistemas y tecnologías que permiten la automatización de un inmueble. Gracias a la inmótica, es posible controlar y supervisar a distancia diversos funcionamientos y estados de un edificio.
La inmótica, por lo tanto, se vincula a la domótica, que refiere a aquellas herramientas que sirven para automatizar las instalaciones de una casa. Mientras que la domótica se usa para gestionar la energía, la seguridad y las comunicaciones en el interior de una vivienda, la inmótica está asociada al gerenciamiento o la gestión de un edificio en su conjunto, y no a una única unidad.
Por eso en la práctica el concepto de inmótica suele aplicarse a instalaciones del sector de servicios o productivo, como un hotel, un banco, un hospital o una planta industrial. Con la inmótica, se puede administrar el uso de recursos de forma inteligente y así incrementar el confort y minimizar los costes de mantenimiento.
Regular la refrigeración, la calefacción y la ventilación, controlar la iluminación y administrar la apertura y el cierre de las puertas son algunas de las acciones que pueden programarse o manejarse a través de la inmótica.
Es importante señalar que la mayoría de los sistemas electrónicos y eléctricos que se instalan en los edificios son innegablemente ineficientes, dado que producen un gasto innecesario de todos los recursos a los que acceden. El agua, la energía eléctrica y el gas natural, entre otros, se usan en exceso a menos que exista un sistema que lleve un control inteligente y desactive ciertos dispositivo cuando ninguna persona los necesita.
Este uso desmedido de recursos naturales afecta especialmente al medio ambiente, intensificando el desequilibrio ante la imposibilidad de renovarse al mismo ritmo que el ser humano los consume. Pero los perjuicios no llegan únicamente al planeta, sino que incluso desde una óptica obtusa y egoísta podemos decir que el derroche que supone la ausencia de un sistema de inmótica también afecta negativamente a los consumidores, tanto a los particulares como a las empresas.
Las empresas que no adoptan la inmótica se privan de alcanzar su máximo nivel de productividad y también de responder de manera adecuada a una situación de emergencia, precisamente por derrochar la energía que podrían necesitar entonces. El bienestar de los trabajadores es otro de los puntos a tomar en cuenta para decidirse por la inmótica: tanto en el corto como en el largo plazo, usar solamente los recursos necesarios puede beneficiarlos en forma de salarios más altos, espacios de trabajo más cómodos e inversiones más frecuentes en avances tecnológicos útiles para su desarrollo.
El ahorro energético que una compañía puede alcanzar en sus instalaciones por medio de la inmótica es superior al 40 por ciento. También disminuye drásticamente la necesidad de contratar personal para los servicios de mantenimiento, ya que estas tareas se llevan a cabo de forma automática. Además, el desgaste de los dispositivos y del edificio es menor, otra razón por la cual el control por parte de personal humano no se requiere con la misma asiduidad. Los clientes y los inversores, por otro lado, aprecian la modernidad aparente que aporta la inmótica.