Definición de inclusión
Inclusión es el acto y el resultado de incluir. El verbo incluir, a su vez, refiere a contener o a ubicar a alguien o algo en el interior de un conjunto o de una cosa.
Por ejemplo: “Favorecer la inclusión social es el principal objetivo de nuestro gobierno”, “La inclusión del joven ecuatoriano en la alineación titular sorprendió a los periodistas”, “Todas las escuelas públicas deben garantizar la inclusión de los niños con discapacidad”.
La idea de inclusión suele vincularse a la inclusión social. Se entiende que una sociedad debe ofrecer determinados servicios y oportunidades a las personas, respetando todos sus derechos. A quienes no tienen acceso a dichas prestaciones o sufren la vulneración de sus derechos, se los califica como excluidos sociales. Por lo tanto, la inclusión social apunta a que nadie quede excluido o «fuera» del entramado social.
La inclusión social, de este modo, se refleja en cuestiones como el acceso a la educación, a la salud y al trabajo. Fomentar la inclusión es una obligación de las autoridades que administran el Estado.
La noción de inclusión también puede focalizarse en problemáticas específicas. La inclusión de los individuos con algún tipo de discapacidad física, por citar un caso, debe garantizarse mejorando la accesibilidad de los espacios públicos. En este sentido, las calles deberían contar con rampas para quienes se desplazan en silla de ruedas, por mencionar una medida necesaria.
Pero la inclusión social es un fenómeno mucho más complejo, por lo cual abarca una serie de acciones en diferentes planos, tanto en el material como en el emocional. En primer lugar, es necesario aclarar que para incluir a todos los ciudadanos en una sociedad determinada, es decir para conseguir que nadie se sienta excluido o menos respetado que los demás, debemos educar a la población para que lleve a cabo esta tarea de forma natural en su día a día.
Dado que la problemática de la exclusión social existe desde tiempos inmemoriales y que debemos resolverla sobre la marcha, los planes de concienciación deben abarcar por un lado a los niños pequeños y por otro a los adultos. La infancia es el periodo ideal de la vida para aprender conceptos fundamentales como la compasión, la empatía y la generosidad; una persona cuya crianza se sustenta en estos y otros principios de convivencia tiene muchas probabilidades de convertirse en un ser respetuoso.
Podríamos decir que educar a los niños es «la parte fácil», pero existe un inconveniente: los maestros son adultos, y si ellos no creen en los principios antes mencionados, difícilmente puedan transmitirlos de la manera adecuada, causando el impacto necesario en sus alumnos para que ellos entiendan la importancia de ser una buena persona.
Y esto nos lleva a la otra parte del plan: los adultos. De manera opuesta a lo dicho en el párrafo anterior, alguien que se cría en un entorno de desprecio y odio por los demás no tiene muchas posibilidades de convertirse en un ser compasivo. El machismo y todas sus consecuencias más allá de la imposición del macho en la sociedad es una de las semillas del odio más peligrosas, y por ello no es posible el enriquecimiento de una comunidad machista.
La inclusión social, por lo tanto, apunta a que ninguna persona sienta que sus derechos han sido vulnerados, que su espacio en la sociedad esta siendo ocupado por otra. En una sociedad ideal, no debería existir ningún muro que nos dividiese ni tampoco una razón válida para privar a un grupo de los derechos que tienen los demás.
En el terreno de la mineralogía, por otra parte, se menciona como inclusión a un material que queda encerrado en un mineral o en una roca. Una mosca atrapada en un fragmento de ámbar es una inclusión.