Definición de ilegítimo
El término ilegítimo, procedente del latín illegitĭmus, permite calificar a aquel o aquello que no es legítimo: es decir, que carece de legitimidad. Lo legítimo, a su vez, es justo, genuino o lícito.
Por ejemplo: “A dos minutos del final del encuentro, el juez convalidó un gol ilegítimo del conjunto visitante”, “Dirigentes de la oposición afirmaron que el reciente proceso electoral fue ilegítimo ya que no se respetó lo establecido por la Constitución Nacional”, “De acuerdo al tribunal, el convenio firmado por ambas partes es ilegítimo”.
Tomemos el caso de un país en el cual un gobierno democrático es derrocado por las fuerzas armadas a través de un golpe de Estado. Los gobernantes de facto, al hacerse con el poder, convocan a elecciones, pero con los principales partidos políticos proscriptos y con numerosos dirigentes encarcelados mediante fallos judiciales irregulares. Tras un proceso electoral sin reconocimiento internacional y que cuenta con la participación de menos del 40% del padrón, se proclama un nuevo presidente. Sin embargo, para la mayoría de la población, los analistas y la comunidad mundial, se trata de un mandatario ilegítimo. El flamante presidente no tiene sustento político ni legal para ejercer sus funciones.
Se conoce como hijo ilegítimo, por otra parte, a aquel cuyos padres no se encuentran casados. Tiempo atrás estos descendientes solían ser discriminados y carecían de los derechos que disfrutaban los hijos de un matrimonio constituido. En la actualidad, sin embargo, es habitual que las legislaciones amparen a las personas nacidas fuera de un matrimonio, brindándoles acceso a la herencia y al resto de los derechos correspondientes a los herederos.
El término ilegítimo y su antónimo, legítimo, son a menudo el foco de una confusión con la dupla legal e ilegal, aunque existan varias diferencias que los separan. Cabe mencionar que para el ámbito de la política y el derecho, esto ha sido esencial desde tiempos inmemoriales. Comencemos por definir el concepto de ley: se trata del conjunto de normas que debemos cumplir para no recibir una sanción. La ley puede reflejarse por escrito o permanecer en la tradición oral, pero siempre establece un «marco» que debemos respetar.
Dicho esto, entendemos que todo acto legal cumple dicho conjunto de normas, y esto se puede ejemplificar con el uso correcto de los semáforos o de los contenedores de basura en la vía pública, entre otros cientos de casos. Ahora bien, la complejidad comienza cuando se advierten actos legales pero ilegítimos; por ejemplo, si bien hacerle burla a una persona mayor no es un delito, sí se trata de un comportamiento ilegítimo.
En el ejemplo anterior podemos advertir que la moral no siempre está relacionada con la legalidad; de hecho, algunas leyes parecen perseguir una realidad bastante alejada de la moral, siempre con la excusa de mantener el orden en el contexto de una sociedad. Si pensamos en las condiciones abusivas que deben soportar las personas de bajos recursos para conseguir un plato de comida o un colchón entendemos que el sistema judicial no busca un mundo de sonrisas e igualdad de condiciones.
Viajando unos siglos hacia el pasado, tenemos varios casos de actos brutales que en su momento eran considerados legales pero, bajo nuestra óptica actual, son innegablemente ilegítimos. Un ejemplo claro es la persecución que sufrió el pueblo judía en Europa, una parte de la historia que acarreó las muestras más extremas y lamentables de violencia. A pesar de lo que podamos sentir cuando leemos al respecto, en la Alemania nazi era obligatorio denunciar a los vecinos judíos; de hecho, no hacerlo era considerado un delito. En otras palabras, enviar a una persona inocente a una muerte horrible precedida de una serie de abusos imposibles de imaginar era legal.