Definición de hipertensión arterial

Antes de proceder a conocer el significado del término hipertensión arterial, es imprescindible descubrir el origen etimológico de las dos palabras que le dan forma:
-Hipertensión, en primer lugar, es un neologismo que se ha formado a partir de la suma de varios componentes léxicos del griego y del latín: el prefijo griego “hyper”, que significa “sobre”; el adjetivo latino “tensus”, que es sinónimo de “tenso”, y el sufijo latino “-cion”, que se usa para indicar “acción y efecto”. Asimismo, tenemos que indicar que dicho neologismo apareció por primera vez en el año 1893. En concreto, fue utilizado por un médico francés llamado Jacques Bertillon (1851 – 1922) en una obra donde exponía varias causas que podían provocar la muerte.
-Arterial, en segundo lugar, se considera que procede de la palabra latina “arteria” que, a su vez, emana del griego “aorte”, que puede traducirse como “elevado”.

La idea de hipertensión se emplea en el terreno de la medicina para aludir a la tensión elevada de la sangre. Dicha tensión es la presión que la sangre ejerce sobre las paredes de las arterias.

Cuando la presión es excesiva, se produce la hipertensión arterial. Se trata de una enfermedad crónica que se caracteriza por la tensión alta ejercida por la sangre sobre las arterias de manera sostenida.

Si las mediciones de la tensión o presión de una persona suelen arrojar valores más altos de lo normal a lo largo del tiempo, es probable que un médico diagnostique la hipertensión arterial. Esta enfermedad puede ser asintomática durante un periodo extenso y luego provocar complicaciones de gravedad, como un accidente cerebrovascular (ACV) o un infarto cardíaco.

Se considera que alguien tiene hipertensión arterial cuando, sostenidamente, su presión diastólica o mínima es superior a 89 mmHg y su presión sistólica o máxima, superior a 139 mmHg. Este cuadro supone un alto riesgo de padecer problemas coronarios.

Las causas de la hipertensión arterial son variadas. Pueden incidir los factores hereditarios, el consumo exagerado de sal, la obesidad, el alcoholismo, el sedentarismo, ciertos fármacos o hasta la edad.

Es importante tener en cuenta que la hipertensión arterial no se puede curar, aunque sí controlar para que no provoque complicaciones. Lo habitual es que el médico indique un tratamiento de por vida para disminuir la presión y lograr que se mantenga estable en valores normales.

El tratamiento contra la hipertensión arterial suele incluir una dieta saludable (con poco consumo de sal y de bebidas alcohólicas), la recomendación de realizar ejercicio físico de manera cotidiana y, en ocasiones, el suministro de medicación.

De la misma manera, se considera que la persona con problemas de hipertensión arterial debe llevar a cabo una alimentación basada en productos que le ayudarán a acabar o, al menos, reducir aquellos. Nos estamos refiriendo a algunos tales como el ajo, el brócoli, el aguacate, la fruta y también el salmón.

Asimismo, también son adecuados para una dieta de ese tipo estos otros alimentos: la cebolla, el apio, el aceite de oliva, las legumbres, la canela, la alcachofa o incluso el agua de coco, que ayuda a hidratarse y que aporta al organismo tanto magnesio como potasio.

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