Definición de herbario
El vocablo latino herbarius llegó a nuestro idioma como herbario. La primera acepción que reconoce el diccionario de la Real Academia Española (RAE) alude a aquello vinculado a las hierbas o al resto de las plantas.
Cabe recordar que una planta es un ser vivo que realiza la fotosíntesis y es autótrofo (puede elaborar materia orgánica partiendo de sustancias inorgánicas). Una hierba, por otra parte, es una planta pequeña de tallo tierno.
Se llama herbario a una colección de plantas secas. Dichas plantas son sometidas a una clasificación y permiten estudiar diversas cuestiones propias de la botánica, la ciencia centrada en los vegetales.
Las plantas de los herbarios suelen ser almacenadas junto a datos de la persona que las recogió y a la fecha y el lugar de recolección. También se incluyen referencias al hábitat de donde se obtuvo la muestra.
Los jardines botánicos, los centros de investigación y las casas de estudio suelen contar con herbarios para generar y difundir conocimientos botánicos. Además se emplean para desarrollar investigaciones.
Precisamente, el herbario es una de las herramientas más importantes para la taxonomía, la ciencia de la clasificación, ya que le provee todo el material necesario para comparar las especies y así poder definirlas entendiendo sus diferencias, los rasgos que las caracterizan. A través de esta tarea, por lo tanto, es fácil reconocer las nuevas especies gracias a poder compararlas con las que ya hayan sido documentadas.
Otras áreas en las cuales el herbario resulta de gran utilidad para llevar a cabo diversas investigaciones son las siguientes: ecología, sistemática, anatomía, morfología, medicina, biogeografía, etnobotánica, criminalística, genética, palinología, paleobotánica y también para la conservación de recursos naturales. Por otro lado, también cumple un papel importante en los ámbitos de la educación y la jardinería como fuente de materiales de referencia.
La herborización es un proceso de relativa complejidad, que comienza una vez que tenemos el ejemplar y decidimos almacenarlo. Para ello debemos deshidratarlo y secarlo bajo presión en el menor tiempo posible, un proceso que se realiza por medio del prensado. En pocas palabras, se utiliza un dispositivo formado por dos tableros entre los que se ubican las plantas recubiertas por unas hojas de papel y separadas entre ellas con ayuda de almohadillas absorbentes.
Habiendo completado este paso llega el momento del etiquetado, que consiste en elaborar la documentación de cada ejemplar, en la que se debe incluir tanta información como sea posible, sin dejar de lado los datos referentes al sitio en el que haya sido hallado: su nombre científico y el vulgar, la ubicación exacta en el que fue recogido, indicando (país, provincia, región, etcétera, así como latitud y longitud), la familia de la que forma parte, la fecha de recolección, las características de la vegetación que lo circundaba, su color, las características de su aroma y los insectos relacionados con el mismo.
La conservación de los ejemplares se puede llevar a cabo mediante la congelación a lo largo de cuatro días para deshacerse de todos los organismos que puedan intentar destruirlos. Para el montaje se usa un soporte al que se fija cada planta junto con su etiqueta.
Es importante mencionar que, en la Edad Media, se denominaba herbarios a los libros de botánica, sobre todo si se especializaban en las plantas medicinales. En este sentido, un herbario era una publicación relacionada con la medicina, ya que recogía la acción terapéutica de los vegetales.
Herbario, por último, es el nombre de la primera división del estómago de los animales rumiantes. Las vacas, las ovejas y las cabras, entre otras especies, cuentan con un herbario. Sus estómagos se completan con otras tres cavidades: el retículo, el omaso y el abomaso.