Definición de fungible
La etimología de fungible nos lleva al vocablo latino fungi, que puede traducirse como “gastar”; por otro lado, el sufijo -ble hace referencia a las cosas que con el uso se consumen. Precisamente, el concepto se emplea para calificar a aquello que, al usarlo, es consumido.
Un bien fungible, por lo tanto, es un bien mueble que, al darle el uso acorde a su propia naturaleza, se consume. Un bien mueble puede trasladarse, a diferencia de un bien inmueble.
Cuando un bien fungible se consume, puede ser reemplazado por otro de idéntica calidad. Los bienes no fungibles, en cambio, no son cambiables por otros debido a sus características particulares.
Los bienes fungibles, en definitiva, son cosas que se gastan, se deterioran o se destruyen cuando son usadas. El ejemplo típico de cosa fungible es el dinero: cuando alguien usa un billete (lo entrega), lo gasta y no puede volver a utilizarlo. De todos modos, puede recuperarlo o reemplazarlo con otro del mismo valor. Ya desde la época del derecho romano clásico, el cual dio lugar a la mayoría de los códigos modernos de regulación, el dinero se tomaba como ejemplo de bien fungible.
Supongamos que una persona entrega un billete de $100 a otro individuo a cambio de dos billetes de $50. Ambos sujetos recibirán billetes diferentes a los que tenían originalmente, no el mismo objeto físico: sin embargo, habrán cambiado un bien fungible por otro (u otros) que tienen igual valor.
Es habitual que los productos que se fabrican en serie sean bienes fungibles, ya que no presentan características propias que posibiliten diferenciarlos entre ellos en cuanto a su modo de uso, su forma de aprovechamiento o su estética. Unas zapatillas azules número 40 del modelo Star de la marca Zapasupergold constituyen un bien fungible que puede cambiarse por cualquier otra zapatilla del mismo número, modelo, marca y color.
Es importante resaltar uno de los matices de este concepto que suele pasar desapercibido: no es posible usar adecuadamente un bien fungible sin que se produzca su desgaste o consumo. Esto puede parecer un detalle, pero resulta fundamental para comprender que un producto de este tipo no tiene validez alguna si se conserva en su estado original: por ejemplo, el dinero no se aprovecha mientras se mantiene almacenado en un cajón, por alto que sea el valor de nuestros ahorros; es recién cuando se cambia por otro bien que cumple su función.
Dado que los bienes fungibles tienen rasgos tan particulares, los diferentes códigos civiles deben incluir regulaciones específicas para los contratos de los cuales son objeto, tales como los contratos de mutuo. Estos también se conocen como préstamos de consumo o, simplemente, mutuos y se trata de aquéllos que tienen de un lado a un prestamista y del otro a un prestatario, entre los cuales se da el paso de una cosa consumible para que el último la use y luego devuelva una de igual género y cantidad.
El contrato de comodato, por otra parte, tiene lugar cuando una parte le entrega de manera gratuita un bien no fungible a otra para que la use y luego la restituya. Es importante notar la diferencia, ya que en este caso solamente vale la devolución del mismo bien y no de uno equivalente. En la vida cotidiana hay muchos ejemplos de comodato, siendo el más normal el que se da entre una empresa proveedora de Internet y sus clientes: la primera le entrega a cada uno un enrutador para que haga uso del servicio a lo largo de la duración del contrato, con la condición de que lo devuelva en perfectas condiciones una vez finalizado.