Definición de frutos secos
La noción de fruto, que proviene del vocablo latino fructus, alude a un producto de ciertas plantas que cobija y brinda protección a las semillas. Surge por el desarrollo del ovario de la flor tras la fecundación. El adjetivo seco, por otra parte, califica a lo que no tiene líquido.
Los frutos secos, por lo tanto, son aquellos que carecen de jugo. Se trata de frutos con una cáscara muy dura que presentan un porcentaje de agua inferior al 50%.
El contenido energético de los frutos secos es muy elevado. Se caracterizan por contar con un elevado nivel de proteínas y grasas, y en muchos casos también de vitaminas del grupo B.
Las nueces son los frutos que da el nogal, un árbol cuyo nombre científico es Juglans regia. Además de vitaminas del grupo B y proteínas, estos frutos secos contienen vitamina C, ácidos grasos omega 3 y lecitina, entre otros componentes.
Los castaños (Catanea sativa), en tanto, producen un fruto seco denominado castaña. Este fruto puede consumirse crudo y se utiliza para elaborar dulces y harinas.
El avellano (Corylus avellana) es el árbol cuyo fruto es la avellana, un fruto seco que contribuye a la prevención de las enfermedades cardíacas, ayuda a controlar el colesterol y aporta beneficios en la lucha contra la osteoporosis y la artritis.
Con el fruto seco del almendro (Prunus dulcis), denominado almendra, pueden fabricarse licores y horchatas. También existe la leche de almendras, una bebida que se obtiene añadiendo agua a las almendras molidas y luego dejando macerar la mezcla.
También se suele conocer como frutos secos, por último, a los frutos desecados o frutas secas: frutas como higos, uvas y ciruelas que son sometidas a un proceso de deshidratación.
A pesar de que los frutos secos tengan mala prensa debido a su alto contenido graso (que se encuentra entre el 50% y el 70%), son un alimento sumamente recomendable por sus innumerables beneficios. Son ideales para tratar ciertas dolencias y suponen una fuente excelente de nutrientes escenciales, como las vitaminas B y E.
En una incorporación equilibrada, por tanto, podrían ser una gran ayuda para mantenernos saludables. De hecho, la Fundación Española del Corazón recomienda ingerir 50 gramos diarios de frutos secos. Las almendras y los piñones son idóneos para tratar problemas en los huesos ya que aportan un alto contenido en calcio (269 mg cada 100 g), lo que colabora con el fortalecimiento óseo y la mineralización de los huesos.
Las avellanas y las nueces son ideales para contrarrestar los niveles altos de colesterol. Su alto nivel de grasa poliinsaturada colabora con la salud de los vasos sanguíneos. Además, las nueces son el fruto seco con un nivel más alto de omega-3.
Los anacardos, los pistachos y los piñones son los frutos secos que debes consumir si sufres de diabetes, ya que ayudan a gestionar la cantidad de lípido en la sangre. Por otro lado, su alto nivel nutritivo en oligoelementos colabora con la prevención de la diabetes de tipo 2. En pocas palabras, los oligoelementos son aquellos minerales básicos para el funcionamiento correcto del organismo. Por eso, en el caso de la diabetes es fundamental, al colaborar con la gestión adecuada de la insulina (resistencia a la insulina).
Las avellanas, las nueces y las almendras son alimentos idóneos para tratar el sobrepeso. Si bien por su alto contenido graso a veces los nutricionistas los eliminan de las dietas para adelgazar, no es una buena práctica. Los frutos secos consumidos con sentido común pueden colaborar con el adelgazamiento ya que nos aportan un alto contenido energético y su increíble efecto saciante nos mantiene satisfechos durante más tiempo. En ese sentido puede ser ideal su consumo en momentos de ansiedad para aquellas personas que tienen problemas con la comida.