Definición de enculturación
El concepto de enculturación se utiliza como sinónimo de inculturación. Este término, procedente del vocablo inglés inculturation, refiere al proceso que desarrolla una persona a medida que se integra a una sociedad y a una cultura con las cuales se encuentra en contacto.
La enculturación, que también puede ser desarrollada por un conjunto de individuos, se vincula a un aprendizaje que es en parte consciente, pero también inconsciente. A medida que avanza el proceso, el sujeto comienza a compartir prácticas, costumbres, expresiones y modos de pensar con los habitantes de la comunidad en la cual se insertó.
La persona puede integrarse a un grupo que tiene diferentes características culturales por razones geográficas, históricas, religiosas, generacionales, etc. Lo habitual es que el sector de acogida recompense aquellas conductas que se adaptan a sus normas y, de manera opuesta, condene las que se constituyen como una desviación de dichos preceptos.
Lo que permite la enculturación, en definitiva, es que el individuo se ajuste al contexto social. Existe una enculturación inicial que se produce en la primera infancia con la socialización del niño. Luego, en el transcurso de la vida, se generan otros procesos de enculturación relacionados con los cambios de las condiciones sociales.
Precisamente, el concepto de enculturación hace referencia a la inducción, a la invitación y a la obligación de adaptarse a ciertos comportamientos tradicionales y formas de pensar por parte de los individuos de una o más generaciones hacia las más jóvenes. No olvidemos que los seres vivos nacemos en un contexto histórico y cultural, gobernado por reglas que sostienen una serie muy compleja de estructuras sociales; si no las respetamos, ponemos en riesgo la estabilidad de quienes creen depender de ellas.
En este sentido, podemos entender la enculturación como un proceso que cada generación lleva a cabo en la siguiente para programar su comportamiento y amoldar su forma de pensar a los preceptos que la primera considera respetables, como si se tratara de la fabricación de réplicas humanas que continuaran por el mismo camino de sus antepasados, sin cuestionar el rumbo ni el ritmo.
Quizás el secreto que mantiene la enculturación en marcha resida en la condena antes mencionada a quienes no respeten las normas impuestas por la sociedad. Ésta no se manifiesta en forma de una pena legal, aunque en ciertos casos pueden coincidir la falta de adaptación a las reglas culturales con el encarcelamiento, sino que se transmiten y se ejecutan de una forma mucho más sutil, a veces tácita, por medio del rechazo o el desprecio.
La contrapartida de los castigos son los «premios» o las ventajas que adquirimos si nos adaptamos sin problemas a las imposiciones de la región geográfica en la que nos encontramos. Así como en el caso opuesto, no se trata necesariamente de cuestiones fáciles de advertir, sino de una serie de comodidades, por así decirlo, a las que acceden quienes se acomodan en las normas y recorren el mismo camino que sus padres y abuelos: heredar una casa, obtener un puesto de trabajo en la empresa familiar, recibir dinero por parte de los mayores cada vez que lo necesitan, etcétera. Quienes se niegan a la enculturación pueden experimentar justamente lo contrario: la pérdida de simpatía y empatía por parte de sus familiares y la ausencia absoluta de ayuda para abrirse camino en la vida.
Mientras que la enculturación supone la integración a una sociedad a partir de la adopción de creencias, costumbres y formas de actuar que permiten desenvolverse según los principios compartidos por los miembros de la comunidad, la idea de aculturación se utiliza para referirse a la pérdida de los rasgos culturales propios para adoptar nuevos.