Definición de disoluto

El vocablo latino dissolūtus, procedente de dissolvĕre (que se traduce como “disolver”), es el antecedente etimológico más cercano del término disoluto. Este adjetivo permite calificar a quien se entrega a los vicios.

Alguien disoluto, por lo tanto, es libertino y tiene conductas desordenadas. Es habitual que actúe con desenfreno, sin condicionamientos de tipo ético y, en muchos casos, sin acatar órdenes legales.

Para comprender a qué alude la idea de disoluto, es importante analizar el concepto de vicio. Un vicio puede ser un mal hábito o un defecto moral. También se llama de este modo al gusto desmedido que lleva a consumir o usar algo de manera excesiva.

El individuo disoluto, en este marco, no opone resistencia al vicio: es vicioso. Esto lo puede llevar a caer en el alcoholismo o en la dependencia de otros tipos de drogas.

Supongamos que un hombre bebe tres litros de vino por día y consume cocaína de forma cotidiana. Por estas adicciones estuvo hospitalizado en varias ocasiones e incluso pasó por distintos centros de rehabilitación. Sin embargo, carece de voluntad y de interés para recuperarse, con lo cual vuelve a sus vicios una y otra vez. Frente a esta realidad, puede afirmarse que estamos ante un sujeto disoluto que padece una grave enfermedad.

Más allá de los estupefacientes, es habitual es que se mencione como disoluto a aquel que no respeta las leyes o las normas. Sobre una persona que ya cumplió diversas condenas en prisión por haber cometido múltiples faltas y delitos puede manifestarse que tiene una vida disoluta.

Si bien lo primero que salta a la vista cuando analizamos una vida disoluta son los vicios o los hábitos que lleva a cabo la persona y las consecuencias directas que tengan en ella misma, una de las características más graves de esto es la repercusión que puedan tener en quienes las rodean. Los amigos y familiares de los individuos que caen las drogas, por ejemplo, también sufren un derrumbe emocional que muchas veces los toma por sorpresa y no saben cómo proceder para ayudarlos.

Lo primero que debemos entender es que hay dos puntos de vista opuestos con respecto a la persona que se entrega a una vida de vicios: están quienes los acusan de haber tomado decisiones a conciencia y quienes creen que ellos también son víctimas de algún problema mental o emocional. Claro está que el primer grupo no se caracteriza por su voluntad de ayudar a los disolutos, sino más bien por demandarles que ordenen sus vidas y dejen de causar perjuicios a los demás. El segundo, en cambio, puede apelar a la psicología para intentar entender por qué hay llegado a este punto y, en el mejor de los casos, qué pueden hacer por ellos para ayudarlos a salir.

Al margen de estas dos interpretaciones extremas, es importante señalar que este término no se usa con una connotación «positiva» o «compasiva», sino todo lo contrario, para acusar o condenar a quien se «ha dejado estar». Diferente es el caso de palabras como «drogadicto», por ejemplo, que si bien también pueden usarse como insultos, se prefieren como adjetivos descriptivos de un problema de salud y con un enfoque terapéutico.

Cuando criticamos las vidas ajenas, en particular las que a simple vista no se parecen en nada a la nuestra, no es raro que actuemos por el miedo inconsciente de que una parte de nosotros nos conduzca por ese mismo camino. Por ejemplo: las personas con tendencia a la violencia suelen ser quienes más la condenan, así como quienes desearían gastarse todos sus ahorros pero se reprimen critican a los que compran sin pensar.

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