Definición de deplorable
El adjetivo deplorable, que proviene del vocablo latino deplorabĭlis, califica a aquello que resulta repugnante, aborrecible, funesto o desastroso. Lo deplorable, por lo tanto, merece una valoración negativa.
Por ejemplo: “El intendente tuvo una actitud deplorable cuando se negó a recibir a las víctimas de la inseguridad”, “El equipo jugó un partido deplorable y podría haber perdido por mayor diferencia”, “Muchos niños de esta país viven en condiciones deplorables”.
Por lo general se habla del estado deplorable de algo cuando evidencia daños importantes, ya sean físicos o simbólicos. Un hospital en estado deplorable, por citar un caso, puede tener goteras en el techo y grietas en las paredes, además de contar con muebles rotos y de presentar una limpieza deficiente.
Alguien puede afirmar que el sistema educativo de un país es deplorable, por otra parte, cuando las escuelas no logran preparar a los alumnos para integrarse exitosamente en el mundo profesional y laboral debido a sus defectos en la formación. Los estudiantes, de este modo, egresan sin estar en condiciones de comprender un texto ni de realizar cálculos básicos.
El estado deplorable de una persona puede vincularse a su salud, su higiene o su modo de vida. Un individuo puede sostener que vio a otro en estado deplorable ya que el sujeto caminaba semidesnudo por la calle con el cuerpo sucio mientras gritaba que quería drogas para consumir.
Muchas veces calificar a una situación o a una actitud como deplorables implica una condena o una crítica. Si un periodista señala que la actuación de un tenista fue deplorable, estará aludiendo a un pésimo nivel de juego.
La sociedad nos enseña a comportarnos de una determinada manera, la que considera «aceptable», y para ello se apoya en una serie de ejemplos y en una de antiejemplos; estos últimos representan todo lo que califica como «deplorable». Estas enseñanzas se transmiten a través de nuestros padres o tutores, de nuestros maestros en la escuela y, en general, de todos los adultos que tengan autoridad e influencia sobre nosotros.
Por mucho que nos convenzan del peso moral de una determinada acción, todas las apreciaciones que realizamos sobre nuestro entorno son contextuales. Estamos inevitablemente enmarcados en una época, en un país, en una región, y nada, ni siquiera el acto más violento e injusto, puede ser calificado de la misma forma a lo largo de los siglos. No olvidemos que hasta hace tan sólo unas décadas el racismo era mucho más aceptado –o menos repudiado– que en la actualidad.
Una de las acepciones que encontramos de este término en el diccionario es «que merece lástima o compasión», y esto nos lleva a preguntarnos una vez más si es tan fácil reconocer las situaciones o a los sujetos que merezcan estos sentimientos. ¿Por qué una persona nos causa lástima? ¿En qué ocasiones sentimos compasión? Las respuestas pueden ser diferentes para cada uno, especialmente cuando entran en juego cuestiones culturales, y esto subraya la naturaleza subjetiva del concepto deplorable.
Fuera de las cuestiones relacionadas con la moral, el estado de las cosas también se percibe de forma diferente según una serie muy amplia de factores, como ser las costumbres, la cultura y la situación económica del observador. De hecho, algunas personas quizás no tienen en su mente imágenes de cosas en estado deplorable, ya que nunca ha tenido la posibilidad de acceder a un nivel de vida que la mayoría considere «aceptable».
Para las personas de clase media hacia arriba, una casa cuyas paredes están cubiertas de moho, con filtraciones en los techos, tuberías averiadas y plagas de insectos es sin lugar a dudas un sitio deplorable, pero quienes siempre han vivido en edificios con estas características no perciben estos defectos con la misma gravedad.