Definición de departir
La etimología de departir nos lleva a la lengua latina. El vocablo departīre remite a fraccionar algo; por eso las primeras acepciones del término se vinculaban a realizar una división, una separación o una diferenciación.
En la actualidad, sin embargo, departir hace referencia a conversar o charlar. Cuando dos personas departen, lo que hacen es dialogar. Por ejemplo: “Una mujer fue golpeada por su esposo al departir con un joven en un bar”, “El actor visitará una escuela primaria para departir con los niños”, “Luego de departir unos segundos con el entrenador, el futbolista abandonó el campo de juego”.
Tomemos el caso de un estudiante que, al recibir el resultado de una evaluación, no está conforme con la calificación que le dio el profesor. Ante esta situación, se acerca al docente y le solicita unos minutos para departir. El educador acepta y entonces ambos inician un diálogo: el profesor le explica por qué lo calificó de ese modo y el alumno pretende convencerlo de que dicha calificación es injusta.
Al departir, las personas involucradas ponen en evidencia su intención de comunicarse. Muchas veces se departe con el objetivo de alcanzar un acuerdo o un entendimiento. En el caso del ejemplo mencionado anteriormente, hay un individuo que solicita una explicación o aclaración y otro que intenta satisfacer ese requerimiento.
En ocasiones un sujeto manifiesta su deseo o su voluntad de departir, pero el otro no acepta dialogar. También puede ocurrir que alguien comience a departir aunque, en realidad, no está dispuesto a escuchar a su interlocutor ni a revisar sus propios puntos de vista.
Es importante aclarar que en el habla cotidiana no se utiliza el verbo departir, sino que en su lugar se recurre a otros, como ser «hablar, discutir, dialogar, charlar» o «conversar». Esto suele suceder con muchos términos, que se reservan especialmente para la lengua escrita o para los ámbitos muy formales, donde la comunicación se ve estructurada de una serie rígida de expresiones.
El habla es una parte indispensable de nuestra vida en sociedad, ya que es la herramienta más versátil que tenemos a nuestra disposición para entender a los demás y hacernos entender, para expresar nuestras necesidades y alcanzar nuestras metas. Las personas que reciben una educación orientada al silencio por miedo a incomodar a los otros con sus ideas son quienes más dificultades atraviesan a la hora de relacionarse.
Ya sea que se trate de una charla o de una discusión, las palabras no deberían darnos miedo sino que deberíamos aprender a pararnos por encima de ellas, a usarlas como lo que en realidad son: recursos. Si no estamos conformes con una calificación en el colegio o con el trato que hemos recibido en una tienda, si queremos expresarle a un amigo que una actitud suya no nos cae bien o a nuestros padres que no estamos de acuerdo con sus ideas, siempre debemos hacer uso del habla para tratar todos estos problemas.
El diccionario no nos ofrece antónimos para el verbo departir, porque términos como «callar» no reflejan con exactitud todo lo que acarrea «no departir, no conversar», una actitud que puede acercarse más a «no existir» que a simplemente evitar el uso de la saliva y el aparato fonador para emitir sonidos articulados y conjugados.
Como curiosidad, podemos señalar que si bien en el diccionario que elabora la Real Academia Española existen ocho acepciones para este término, siete de ellas se encuentran en desuso; además de la ya mencionada «repartir, separar, cortar en partes«, se listan las siguientes: «altercar»; «explicar, enseñar»; «distinguir, diferenciar»; «juzgar, discurrir»; «estorbar, impedir»; «delimitar un terreno o un país».