Definición de cosplay

El término cosplay no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE). De todos modos, este concepto de origen inglés se utiliza en nuestra lengua para referirse a la tendencia o el hábito de utilizar disfraces a modo de entretenimiento.

Cosplay procede de la expresión costume play, que puede traducirse como “juego de disfraz”. Actualmente el cosplay puede considerarse como una subcultura: sus integrantes buscan representar una idea o encarnar a algún personaje a través de su vestimenta e incluso interpretando un rol.

Por lo general el cosplay se basa en personajes de las historietas, el anime, el cine, los videojuegos o la literatura. Quien se disfraza y participa de este tipo de acciones recibe el nombre de cosplayer.

El cosplay surgió en la década de 1970 en los llamados comic markets de Japón, a cuyos encuentros muchas personas comenzaron a asistir con disfraces. Con el tiempo la tendencia se popularizó en todo el mundo y llegó a distintos ámbitos.

En la actualidad el cosplay aparece en casi todos los grandes eventos vinculados al cómic. También es habitual que haya fanáticos que se disfracen para asistir a estrenos de cine o al lanzamiento de novelas fantásticas. Incluso existen concursos de cosplay donde los mejores trajes son premiados.

En Japón, por otra parte, hay restaurantes y bares cosplay en los cuales las camareras y los camareros atienden disfrazados a los comensales. En estos establecimientos se siguen ciertos rituales para que los clientes vivan una experiencia diferente en contacto con los cosplayers.

Si bien a simple vista el cosplay parece girar en torno a la diversión, el proceso de creación de los disfraces es largo y muy trabajoso, especialmente para quienes deciden hacerlo por su cuenta. Cabe aclarar que la mayoría de los cosplayers elaboran sus propios disfraces, ya que esta etapa es una parte fundamental de la experiencia.

En cualquier caso, dado que no es algo económico o inmediato, es importante tener bien claro el personaje al que deseamos representar con bastante antelación. Esta decisión no es fácil, ya que a veces no basta con escoger al que más admiremos, sino que debemos decantarnos por aquél con quien compartamos la mayor cantidad de características físicas, o bien a uno que nos sea posible encarnar con nuestro cuerpo.

Esto no significa que debamos escoger un personaje muy parecido a nosotros; parte de la diversión, después de todo, reside en transformarnos en otro ser. Lo importante es mantener los pies sobre la tierra con respecto al presupuesto y la complejidad que supondrá el proceso de elaboración del disfraz; en pocas palabras, los personajes humanoides se prefieren a un dinosaurio o una araña gigante, aunque los cosplayers más osados pueden embarcarse en cualquier proyecto.

El cosplay se diferencia mucho de una fiesta de disfraces tradicional, en particular por el grado de atención a los detalles que los fanáticos suelen prestar a los trajes de sus héroes: lejos de ser una vaga representación del aspecto general de los personajes, suele ser un reflejo casi perfecto de cada prenda, cada accesorio, cada arruga, con la paleta de colores tan amplia como la original y un despliegue de materiales digno de ser admirado.

Para poder trabajar a este nivel en un disfraz es necesario contar con imágenes de referencia, algo que al día de hoy es muy fácil de conseguir. Ya sean capturas de pantalla del programa, la película o el videojuego en el que aparece nuestro personaje favorito, o bien dibujos hechos por otros fans, las posibilidades son muchas. Para dar con los detalles más pequeños se recomienda buscar dibujos publicados por los creadores del personaje en medios tales como revistas o libros, donde suelen tener un acabado mayor.

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