Definición de contaminación visual

Es posible reconocer numerosos tipos de contaminación. Algunos persisten en el tiempo y son acumulativos, mientras que otros se desarrollan en el momento y pueden revertirse de forma inmediata. La contaminación ambiental, la contaminación del aire, la contaminación del suelo, la contaminación del agua y la contaminación sonora son algunas de las clases de contaminación más usuales.

En esta oportunidad nos vamos a centrar en la contaminación visual, que aparece cuando la visualización de un paisaje o del entorno resulta imposibilitada por la sobreabundancia de carteles, antenas, cables y otros elementos no arquitectónicos. Esta contaminación es frecuente en las grandes ciudades, aunque también puede surgir en pequeños pueblos y en zonas rurales.

Si en una calle se instalan decenas de carteles publicitarios y postes de electricidad, y además en las construcciones pueden notarse antenas de telefonía móvil (celular) y chimeneas, se genera la contaminación visual. Las personas ya no pueden observar con claridad diferentes detalles del ambiente debido a que tienen la visualización obstaculizada por estos agentes contaminantes. La situación puede provocar ansiedad, excitación y una sensación de caos.

En pocas palabras, podemos decir que la contaminación visual se da cuando el ser humano instala demasiadas estructuras artificiales en un lugar determinado, al punto de dificultar la percepción correcta del paisaje natural. Esto comienza, sobra decirlo, con la creación de asentamientos como ser pueblos y ciudades, el punto de partida del proceso de alteración del planeta que tanto nos caracteriza.

Si bien algunas personas parecen vivir a gusto en un entorno donde reina la contaminación visual, otras experimentan diversos síntomas negativos, además de los expuestos más arriba, como ser dolor de cabeza, estrés, mal humor, problemas de atención, alteraciones del sistema nervioso y un marcado déficit de eficiencia en sus tareas cotidianas.

Cuando saturamos un paisaje de colores y elementos, no sólo dificultamos la visualización y la orientación espacial, sino que generamos en los individuos que deben moverse en él un esfuerzo mental mucho mayor para descodificar su entorno, y es entonces que comienza el desgaste que nos conduce a los trastornos de salud antes citados.

Mientras que las personas con problemas de visión recurren a las gafas para leer textos pequeños, por ejemplo, no hay recurso que nos ayude a disminuir el impacto que provoca en nuestro cerebro la saturación que se desprende de la contaminación visual.

La contaminación visual también puede constituirse como un riesgo para los automovilistas. Cuando los estímulos visuales son excesivos y hasta bloquean las señales de tránsito, es posible que los conductores no puedan centrar la atención en el camino y provoquen accidentes.

En la actualidad existen iniciativas que buscan reducir la contaminación visual con el objetivo de ordenar el espacio público y de resaltar los atractivos urbanos o naturales. Entre las medidas más usuales se encuentran la desinstalación de carteles publicitarios y la prohibición de fijar nuevas estructuras no arquitectónicas.

No es necesario ser un experto en la materia para saber que la vida actual se caracteriza por el exceso de información y que gran parte de ésta se presenta en forma de publicidad. Si bien pasamos gran parte de nuestro día en Internet, lejos estamos de una realidad en la cual el mundo material haya perdido importancia o, desde el punto de vista de los anunciantes, eficacia. Por esta razón, las calles continúan siendo un lugar adecuado para colocar carteles publicitarios.

Es importante señalar que existen normas urbanísticas que han sido diseñadas específicamente para evitar la colocación de elementos peligrosos o sobrecargados en la vía pública, y es tarea de los gobiernos locales hacer el seguimiento pertinente para asegurarse de que nadie las incumpla.

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