Definición de cardinal
Cardinal, proveniente del latín cardinālis, es un concepto con varios usos. La primera acepción que reconoce el diccionario de la Real Academia Española (RAE) alude a aquello que resulta primordial, importante o esencial.
Por ejemplo: “Solucionar el problema de la inflación es cardinal para el nuevo gobierno”, “El próximo partido será cardinal para nuestro equipo”, “Estamos embarcados en un proyecto cardinal que podría definir el futuro de la empresa”.
Se conoce como número cardinal al número entero en abstracto. Dos, ocho, veinticuatro y trescientos cuarenta y cinco, en este marco, son números cardinales.
En el terreno de la gramática, se denomina numeral cardinal al término que permite la expresión de un valor numérico. Cabe destacar que un numeral es un cuantificador (un elemento de la gramática empleado para expresar cantidades). Siguiendo con la gramática, los adjetivos cardinales son aquellos que aluden a un numeral cardinal.
Los puntos cardinales, por otra parte, son los sentidos que posibilitan el desarrollo de un sistema de referencia de tipo cartesiano y que permiten representar una orientación. El Norte, el Sur, el Oeste y el Este son los cuatro puntos cardinales, que se emplean en todos los mapas de nuestro planeta.
Para la astrología, los signos cardinales son los signos del Zodiaco que se inician en alguno de los puntos cardinales y que marcan el comienzo de una estación. Estos signos cardinales son Capricornio, Libra, Cáncer y Aries.
La idea de virtudes cardinales, por último, se emplea en la religión para nombrar a cuatro virtudes (templanza, fortaleza, justicia y prudencia) de las cuales se desprenden las demás.
La templanza nos permite moderar nuestra debilidad por los placeres y nos lleva a buscar un equilibrio en la utilización de los bienes creados. Esta virtud cardinal es la que vuelve posible dominar la voluntad por encima de los instintos y nunca nos deja cruzar la línea que divide la honestidad de la indecencia.
Desde el punto de vista de la teología cristiana, entendemos la fortaleza como la capacidad para derrotar el temor y salir ilesos de la temeridad. Es la energía del ánimo, que de ninguna manera tiene relación con la fuerza física o la violencia, sino con el rechazo de las tentaciones que nos alejan de la moral.
Practicar la justicia nos lleva a dar a los demás lo que les corresponde, lo cual se debe complementar perfectamente con la porción del bien común que tomemos para nosotros mismos.
Se entiende por prudencia la virtud cardinal de cometer actos moderados y adecuados, según la forma que definieron los escolásticos para establecer una diferencia con el arte. La prudencia también es la virtud de entablar una comunicación con los demás haciendo uso de un lenguaje literal, adecuado, claro y cauteloso, para actuar priorizando siempre la vida, la libertad y los sentimientos de quienes nos rodean.
La religión no está muy de acuerdo con los matices que la vida moderna ha impuesto a este término, ya que se centran más en evitar los potenciales castigos que en actuar de forma considerada.
Para la teología católica, también existe el concepto denominado virtudes cardinales infusas, que son los hábitos que nos pueden conducir a la voluntad y a la comprensión para actuar de acuerdo con el juicio de la razón iluminada por la fe, de modo que ésta elija los medios más propicios a las metas sobrenaturales del ser humano.
La diferencia principal entre estas virtudes y las teologales (los hábitos que Dios infunde en nosotros para ordenar nuestras acciones hacia él; la fe, la esperanza y la caridad) en que el objeto no es Dios sino el bien honesto.