Definición de calvario
La primera acepción de calvario que menciona el diccionario de la Real Academia Española (RAE) alude al recorrido que, marcado con altares o cruces, debe atravesarse mientras se reza en cada una de sus estaciones para recordar la marcha de Jesús hacia el monte donde fue crucificado.
Calvario procede del latín calvarium, aunque se cree que su origen etimológico está en una expresión griega que puede traducirse como “lugar de la calavera”. La tradición cristiana señala que se trataba de un sitio ubicado fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén. La Biblia indica que en aquella colina Jesús cargó su cruz y fue crucificado.
Si bien éste es el nombre que más comúnmente damos al sitio en el que Jesús fue crucificado, también es posible denominarlo Gólgota, un término que deriva del griego. La alusión a las calaveras surge de la forma de esta colina, la cual asemejaba un cráneo humano.
Para honrar a Jesús, hay iglesias cristianas que cuentan con lugares que representan las distintas etapas que recorrió del hijo de Dios en su camino hacia la crucifixión. En la ciudad argentina de Tandil, ubicada en la provincia de Buenos Aires, existe un cerro conocido como El Calvario donde se instalaron representaciones en piedra del viacrucis.
En el lenguaje coloquial, se llama calvario a una sucesión de problemas y conflictos que generan preocupación, angustia o dolor. Por ejemplo: “¡Esto es un calvario! Me quedé sin empleo, no sé cómo pagar la hipoteca y encima acaban de anunciar que subirán las tarifas de la electricidad y el agua”, “Mi vida se convirtió en un calvario cuando mis padres fallecieron”, “Con la ayuda de mi familia me alejé del calvario de las drogas”.
Supongamos que una pareja decide tomarse una semana de vacaciones y organiza un viaje al Caribe. Por una fuerte tormenta, los viajeros tienen un vuelo lleno de turbulencias que les genera mucho temor. Al llegar al aeropuerto, descubren que les han robado las valijas. En los días siguientes casi no pueden disfrutar la playa por el mal tiempo. Finalmente ambos regresan a su casa sintiéndose mal, afectados por una enfermedad tropical. Todas estas situaciones hacen que definan sus vacaciones como un “calvario”.
Este uso del término calvario es propio de aquellas personas que se apoyan en un lenguaje exagerado para describir sus vivencias y los sucesos que las rodean, algo muy propio de ciertas culturas pero también muy raro en otras. En este grupo de palabras también se encuentran tortura, desgracia, suplicio e infierno, que se usan a menudo para hacer referencia a situaciones difíciles de soportar, con un rango tan amplio de posibilidades que cubren desde un viaje en autobús sin asientos vacíos hasta las consecuencias de una catástrofe natural que ha dejado decenas de muertos y heridos.
Quizás este uso tan desmedido de ciertas palabras no se deba exclusivamente a la forma de ser del interlocutor o de una determinada cultura, sino también al hecho de que los conceptos a los que hacen alusión no tienen una representación directa en la vida actual. Si nos enfocamos específicamente en el término calvario, seguramente no lo usamos de forma cotidiana para mencionar el monte en el cual Jesús fue crucificado ni al camino mismo que debió recorrer hasta enfrentarse a su cruel destino.
Por esta razón, en el habla cotidiana decimos calvario pensando en una situación muy difícil de atravesar, precisamente por el sufrimiento que representó dicha página de la vida de Jesucristo. Sin embargo, la flexibilidad que nos otorga la lengua hace que muchas veces escojamos las palabras menos adecuadas para describir nuestras experiencias, ya sea que les sumemos o les quitemos impacto.