Definición de adular

El término latino adulāri llegó a nuestra lengua como adular. El concepto refiere a decir o realizar aquello que se piensa que puede satisfacer o simpatizar a otra persona. Por ejemplo: “En público, siempre es conveniente adular al jefe y no marcarle sus errores”, “Si crees que, porque me vas a adular todo el día, te voy a perdonar, estás muy equivocado”, “Hay dirigentes que quieren crecer en el gobierno por adular al presidente”.

Puede decirse que adular consiste en hacer elogios con algún fin en particular. El sujeto que adula a otro no lo hace de modo sincero o desinteresado, sino que exagera o inventa su admiración para lograr que el individuo adulado esté contento con él. Así, espera obtener favores de su parte.

La adulación suele aparecer en los terrenos donde hay gente que ostenta un cierto poder. A los gobernantes, se los suele adular con la intención de lograr beneficios. El secretario de un alcalde puede adular a su jefe de manera constante con la esperanza de ser nombrado en algún cargo de mayor remuneración, por citar una posibilidad.

Aquellos que reciben la adulación pueden reaccionar de distinta manera. Hay personas que optan por la humildad y que no disfrutan de los halagos desmedidos; otras, en cambio, fomentan un culto a la personalidad y pretenden escuchar elogios y loas de forma constante. Estos últimos sujetos se rodean de aduladores.

A veces es difícil encontrar la diferencia entre adular y halagar; este último verbo, que se considera uno de los sinónimos de adular, también puede definirse como «dar muestras de afecto a una persona por medio de acciones o palabras que le agraden», «satisfacer a alguien a través de nuestros actos». Como puede apreciarse, un halago no siempre esconde la intención de satisfacer ciertos intereses personales; por el contrario, puede consistir en una muestra de admiración absolutamente genuina.

Adular puede ser una acción muy peligrosa si el receptor de los comentarios es un niño; esto sucede en muchas familias y en el ámbito escolar, especialmente con individuos de gran capacidad intelectual. Cuando los padres y los maestros adulan a un niño que consideran especial, no consiguen fortalecer su confianza sino que lo convierten en un ser soberbio y distorsionan su percepción del mundo exterior, ya que les hacen creer que sus cualidades no tiene límites, que todos deberían rendirse a sus pies.

Es importante distinguir entre la apreciación genuina, que se desarrolla con sinceridad para expresar el reconocimiento al prójimo, y el acto de adular, que resulta egoísta ya que responde a los intereses del adulador.

Reconocer a las personas que nos rodean sus virtudes y mostrarnos admirados ante ellas es un acto de humildad que enriquece a ambas partes. De modo contrario a la envidia, consiste en comprender que cada uno tiene sus propios talentos y sus defectos, y que las diferencias no deberían ser motivo de enfrentamientos sino de unión para volvernos más fuertes.

Por lamentable que resulte, no es muy común encontrarse con este grado de sinceridad en las relaciones humanas, sino que la adulación es mucho más frecuente. Además, a veces resulta difícil distinguir entre ambas acciones, ya que la línea que las divide puede llegar a ser muy delgada.

Una de las características que debemos tomar en cuenta para reconocer la adulación de la apreciación genuina es la entonación: dado que al adular no nos expresamos de forma sincera, es posible apreciar una articulación forzada, que no parece estar en sintonía con las palabras que pronunciamos; por el contrario, al expresar nuestra admiración por alguien de manera espontánea no buscamos voluntariamente la entonación adecuada, sino que surge naturalmente según nuestra cultura.

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