Definición de adiáfora
La raíz etimológica de adiáfora se halla en el vocablo griego adiáphoros, que puede traducirse como “indiferente”. El concepto, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), se usa en el terreno de la ecdótica (la disciplina dedicada al análisis de la edición de textos) para aludir a una variante textual que no modifica el sentido de la obra original de manera sustancial o cuya desviación no es posible establecer.
Una adiáfora, en este marco, es una variación de un texto. Tomemos el caso de “La Araucana”, un famoso poema de Alonso de Ercilla. Esta obra tuvo distintas ediciones entre 1569 y 1590, que derivaron en varias adiáforas.
El concepto también se emplea en el terreno de la filosofía. La adiáfora puede entenderse como una actitud de apatía respecto a la realidad.
Para los estoicos, las adiáforas son actos que, desde el punto de vista moral, resultan indiferentes. Por lo tanto se hallan más allá de los juicios sobre lo que está mal o bien. Dicho de otro modo, una adiáfora no es indicada ni censurada de acuerdo a la moralidad ya que no aporta a la maldad ni a la bondad.
Los estoicos estimaban que lo malo y lo bueno eran cosas que los seres humanos podían controlar. Aquello que quedaba afuera era una adiáfora, que más que una acción podía ser una condición o un elemento. Las adiáforas relativas implicaban la existencia de una preferencia, mientras que las adiáforas absolutas se vinculaban a distinciones que carecían de relevancia.
En el cristianismo, por último, una adiáfora es una acción que no es ordenada ni censurada por Dios. De esta forma, el hecho de concretarla u omitirla resulta indistinto.