Definición de acero

La etimología de la palabra acero nos lleva al latín aciarium, que proviene de acies (“filo”). Por eso, el término todavía se utiliza para referirse a las armas blancas (como la espada) y al temple y corte de éstas.

Sin embargo, al hablar de acero, lo primero que aparece en la mente es una aleación de hierro y carbono que, de acuerdo a su tratamiento y a las proporciones, puede adquirir distinta resistencia, elasticidad y dureza.

El temple es el nombre de un tratamiento que hace uso del cambio de la temperatura para alterar ciertas propiedades de un material. Con respecto al acero, es muy común que se busque volverlo más duro y resistente; para ello es necesario enfriarlo muy velozmente. En algunos casos, se realiza una aleación con otros metales, como ser el manganeso o el níquel. Cabe mencionar que el descenso térmico no debe ser darse en un período de tiempo extremadamente corto, dado que en ese caso el metal puede perder su forma y convertirse en lo que generalmente se denomina vidrio metálico.

Las cuestiones técnicas señalan que, en el acero tradicional (conocido como acero al carbono), el carbono no puede representar más del 2,1% del peso de la aleación. Al superar este peso, aparecen las fundiciones que se moldean ya que, por su constitución, resultan imposibles de forjar. Por lo tanto, el carbono suele representar entre el 0,2% y el 0,3% del peso de la aleación.

De todas maneras, existen distintos tipos de aceros. El acero especial es aquél que, además del carbono y del hierro, presenta otros elementos que buscan mejorar sus propiedades.

El acero inoxidable, por su parte, es una aleación de acero y cromo, níquel u otro compuesto, que resulta muy resistente a la corrosión. Se trata de un material cuya simpleza es comparable a la del resto de los tipos de acero; todos comparten en su aleación una cantidad considerable de hierro y un pequeño porcentaje de carbono. Su creación data de comienzos del siglo pasado, y como en muchos casos similares, se trató de un descubrimiento fortuito. Además de no oxidarse, su principal bondad, es más fácil de limpiar que otros aceros y tiene una superficie más brillante.

Erróneamente, mucha gente cree que el acero inoxidable no es más que una capa que reviste otro material y que lo protege del agua. Por otro lado, ciertos aceros reciben un tratamiento a través del cual se los baña con algunos metales blancos, como ser el zinc, el níquel o el cromo, con el objetivo de resguardar su superficie o brindarle alguna propiedad en particular. Si bien esto tiene una serie de beneficios y se utiliza mucho, si esta capa recibe algún daño o se deteriora, entonces el material interno queda expuesto.

Independientemente de su característica más sobresaliente, el acero inoxidable es un material muy versátil y se utiliza en una gran cantidad de productos que se utilizan en la vida cotidiana, como ser en los cubiertos y los utensilios de cocina, en postes y garitas de la vía pública, y en una serie casi interminable de herramientas y estructuras tanto en el ámbito hogareño como en el industrial.

Pese a que no existen datos exacto sobre la fecha en la que se empezó a fundir el mineral de hierro para producir metales, los arqueólogos han descubierto utensilios de este tipo de material en Egipto que datarían del año 3000 a.C.

Estadísticas que datan del año 2005 señalan que la producción mundial de acero bruto se ha ubicado en 1.129,4 millones de toneladas. Asia es la principal región productora, gracias a China (que produce 280 millones de toneladas al año) y Japón (112 millones de toneladas anuales).

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