Definición de acatar
Acatar es un verbo que alude a tolerar, respetar o consentir algo. Quien acata una determinada orden o un requerimiento, acepta realizar aquello que le indican. Por ejemplo: “El jugador podría ser despedido por no acatar las indicaciones de su entrenador”, “No pienso acatar nada de lo que me diga este hombre”, “Si tu jefe te ordena algo, tienes que acatarlo”.
Con respecto a la etimología del término acatar, podemos decir que se construye con el prefijo a-, el cual indica «aproximación», y el verbo catar, el cual viene del verbo latino captare, que puede traducirse como «capturar, agarrar».
El verbo opuesto a acatar es desacatar, el cual puede definirse como «faltar al respeto o la reverencia que alguien merece» o «no acatar una ley, orden o norma». Su participio, desacato, se usa como sustantivo masculino para hacer referencia a una «falta de respeto a una persona que posea un cargo superior» o «delito que consiste en calumniar, insultar, amenazar o injuriar a una autoridad mientras se encuentra haciendo ejercicio de sus funciones».
El acatamiento (el acto y la consecuencia de acatar) puede producirse en diversos contextos. Por lo general, una persona acepta acatar algo cuando las órdenes o los requerimientos proceden de una autoridad o de un superior jerárquico.
Supongamos que el conductor de un automóvil pretende circular por una avenida cuyo tráfico ha sido interrumpido debido a un accidente. Un policía se acerca al automovilista y le ordena: “Señor, debe retroceder ya que, en este momento, no está permitido circular por esta avenida”. El conductor debe acatar dicha indicación o, de lo contrario, se arriesga a recibir una multa o a perder el permiso de conducir.
Un empleado, por otra parte, tiene que acatar las órdenes de su jefe. El dueño de una empresa puede pedirle a un trabajador que se vista de una determinada forma para atender al público: si el individuo desea preservar su trabajo, deberá acatar la indicación.
Es importante tener en cuenta que, en muchas ocasiones, el acatamiento no está vinculado a una obligación formal. Si un vecino le ruega a otro que baje el volumen de la televisión ya que no puede dormir, la persona puede acatar la solicitud simplemente al darse cuenta de que su accionar está molestando al prójimo.
En un caso como éste, entran en juego los valores de cada persona, su voluntad de convivir en armonía con sus vecinos. Se trata de una situación en la cual es posible probar que no todo está perdido, que somos capaces de empatizar con otra persona aunque no tengamos una relación cercana con ella y, todavía más importante, aunque no haya intereses de por medio.
Cuando un vecino nos pide que modifiquemos nuestra conducta ligeramente para no invadir su privacidad, pueden surgir dos respuestas bastante definidas: podemos negarnos rotundamente o acatar el pedido sin dudarlo. Sobra decir que la primera opción puede acarrear problemas mayores, incluso de tipo legal, dependiendo del caso, mientras que la segunda es la que nos permite continuar viviendo en paz; sin embargo, existe un gran abanico de matices entre ambas, que hacen referencia al tipo de relación entre ambos.
Mientras que no podemos decidir no acatar la orden de un agente de policía o de nuestro jefe, por ejemplo, en principio no tenemos la obligación de bajar el volumen de nuestro televisor simplemente porque un vecino nos lo pida. En primer lugar, son frecuentes los casos de personas intolerantes que inician discusiones con sus vecinos constantemente, sin importar la validez de sus motivos. Por otro lado, también existen propietarios que desprecian a los inquilinos, y hacen lo posible por molestarlos para conseguir que se vayan.