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Templanza

Te explicamos qué es la templanza y los excesos a evitar para poder vivir con esta virtud. Además, qué es la templanza según la religión.

¿Qué es Templanza?

La templanza es una virtud que nos aconseja medirnos con los placeres y trata de que nuestra vida tenga un equilibrio entre aquello que siendo un bien nos provoca cierto placer y la vida espiritual, que nos brinda otro tipo de bienestar, uno superior.

Se puede llegar a esta virtud con el dominio sobre nuestros instintos y deseos. La templanza es sinónimo de las palabras moderación, sobriedad y continencia.

El término templanza proviene del idioma latín, “temperantia”, que significa la moderación de la temperatura, pero en otro sentido el adjetivo templado se aplica para referirse al término medio entre lo caliente y lo frío, y del mismo modo a todo aquello que mantiene algún tipo de equilibrio o de armonía interna, espiritual.

De aquí también el adjetivo destemplado, como descompuesto o desarreglado, sin moderación o equilibrio. En cambio y contra lo que suele creerse, la palabra no tiene ninguna relación etimológica con la palabra templo.

Tener la virtud de la templanza significa que seremos sobrios, identificando cuáles son las necesidades de nuestro cuerpo y de nuestro ser, pero las realmente necesarias, las que van a darnos bienestar y nos ayudarán a desarrollarnos como personas (como la salud o la educación).

Por otro lado debemos identificar también las necesidades imaginarias, porque estas son simples productos de nuestro deseo y del ego, estas segundas necesidades son inagotables. Por lo tanto debemos contenerlas con todas nuestras fuerzas y aprender a vivir solo con lo necesario para tener templanza, aunque esto no significa vivir en la carencia.

El ser humano tiene una tendencia natural a abusar del gozo que los bienes otorgan, también es cierto que tenemos dentro de nosotros una pequeña parte que es rebelde y se opone al correcto obrar.

Las realidades llamadas sensibles son tan importantes en la vida del hombre como las sutiles, pero él debe aprender a diferenciar la importancia que cada una tiene porque la obsesión de mantenerse en el gozo de lo material lo distrae, manteniéndolo flotando entre ilusiones que no aportan nada bueno a su vida y además lo alejan del verdadero conocimiento.

Si el ser humano obrara como sus instintos le dictan, nunca podría encontrar su perfección del ser, no podría alcanzar aquello para lo que está destinado.

Se dice también que no obrar con templanza es un acto de egoísmo, ya que uno como persona no puede aportar buenas cosas al mundo y a la sociedad en la que vive por solo pasar el tiempo pensando en lo material y en sus vicios, tampoco puede apreciar de forma correcta la realidad para poder actuar de este modo acorde a ella.

Ver además: Humildad

Muestras de excesos

Algunos ejemplos de las cosas que debemos evitar en exceso para vivir con templanza son:

  • Las comidas (pues pecaríamos de gula)
  • Las bebidas alcohólicas
  • El sexo en demasía, ya que estas cosas provocan situaciones en las que las energías del ser se desordenan y de este modo se convierten en actos destructivos.

Por ejemplo, beber alcohol en exceso puede dañar nuestro hígado, tener demasiadas parejas sexuales puede desembocar en que contraigamos alguna enfermedad de transmisión sexual, etcétera.

Templanza en la religión

La sobriedad es lo que nos abre las puertas a una vida espiritual, los excesos envenenan el alma. Desde un punto de vista religioso, la templanza es una virtud cardinal y cuando es perfeccionada por obra y gracia del Espíritu Santo.

También la templanza es lo que hace que paremos nuestros instintos bajos, vence algunos de los pecados capitales del catolicismo. Ninguna buena obra nos salvará si no tenemos constancia, porque nuestra alma queda ciega al haberse corrompido la prudencia.

La persona que goza de la templanza orientará siempre sus apetitos sensibles hacia el bien, sabe obrar con discreción y no se permite influirse a sí misma por la pasión de su corazón.

Se dice que cuando alguien obra de acuerdo a su espiritualidad se está siendo fiel a sí mismo. Cuando se entrega el alma al mundo sensible, se aniquila para más adelante la capacidad de decidir y obrar de la forma correcta.

Se dice que el ser humano que obra en su vida de acuerdo a las leyes espirituales está en comunión con Dios, asimila así la verdad, que es el bien supremo al que debemos aspirar, y finalmente realiza todos sus actos adecuadamente. Si poseemos esta virtud, viviremos de forma equilibrada, evitando todos los excesos, tanto los buenos como malos.

Quienes dedican su vida a vivirla con todas las virtudes posibles y acorde a los mandamientos de la iglesia son los sacerdotes o monjas, que deciden seguir el camino de la elevación espiritual por encima de los placeres y los bienes.