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Demagogia

Te explicamos qué es la demagogia, el origen del término, su historia y rasgos negativos. Además, ejemplos de demagogia en la política.

¿Qué es la demagogia?

En política, se entiende por demagogia a la práctica de ganarse el favor de las masas mediante halagos, concesiones, manipulaciones y estratagemas de tipo emocional, con el fin de perpetuarse en el poder político o de tener acceso al mismo.

Dicho de otro modo, se llama demagogos a quienes buscan el favoritismo político a través de discursos y promesas que nada tienen que ver con lo político, sino con las emociones más básicas de la gente.

La demagogia, así, puede traducirse en azuzar el miedo y el odio hacia un supuesto enemigo común, o en halagar y endulzar a la gente, diciéndole lo que quieren oír, en lugar de invitarla a pensar por sí misma y tomar decisiones. Se trata de una práctica común en las democracias y que desde la antigüedad ha sido catalogada como una degeneración del espíritu democrático.

El origen de esta palabra, de hecho, se remonta a la Antigua Grecia y a las voces demos (“pueblo”) y ágo (“arreo” o “conducción”), esta última en un sentido pastoril del término. Así, desde la democracia antigua ya se consideraba la demagogia como algo negativo, pues el político “arreaba” a la sociedad en lugar de acatar sus mandatos.

De hecho, Aristóteles (384-322 a. C.) afirmaba que los demagogos eran “aduladores del pueblo” y que su triunfo en la sociedad solía conducir a la aparición de autocracias o tiranías personales; aunque a lo largo de la historia con la excusa de acabar con la demagogia se han instaurado numerosas dictaduras.

Otro rasgo negativo de la demagogia es que no conduce a las masas a la lucha por sus intereses, sino que las usa para el beneficio personalísimo del demagogo o de la clase política, cosa que, según determinados autores, podría distinguir la demagogia del populismo. Ambos términos, no obstante, suelen emplearse más o menos como sinónimos.

Ver también: Proselitismo

Ejemplos de demagogia

Son ejemplos de demagogia las siguientes situaciones:

  • Un político gobernante que introduce falsos dilemas a través de sus discursos, para forzar al electorado a asumir posturas maniqueas: “o estás conmigo o estás en mi contra”, impidiendo así el juicio crítico. El solo hecho de que cuestionar un argumento pase a convertirlo a uno en “enemigo” basta para que pocos se atrevan a alzar la voz en su contra.
  • Un político en campaña que mediante halagos y expresiones de supuesta admiración por su electorado, lo conduce a pensarse a sí mismos como “los buenos” y a los rivales políticos del demagogo como “los malos”, para así aprovecharse del odio y la división para ganar elecciones.
  • Un gobernante que le achaca la culpa de todos los problemas que su propia gestión a sus opositores políticos y a la continua intervención de sus enemigos, para nunca hacerse responsable de nada y radicalizar a sus seguidores al hacerles sentir bajo ataque, perpetuándose así en el poder.

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Referencias