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Cualidades de una persona

Te explicamos qué son las cualidades de una persona, su relación con el marco moral, diferencias con los defectos y ejemplos de ambos.

¿Qué son las cualidades de una persona?

Cuando hablamos de las cualidades de una persona, nos referimos a sus rasgos fundamentales e identitarios, es decir, a aquel conjunto de características que la definen y que de alguna manera la distinguen de los individuos que la rodean.

Dichos rasgos pueden ser propios (nacidos con la persona) o adquiridos (aprendidos con el tiempo), y pueden ser valorados de manera positiva (virtudes) o negativa (defectos); esto último dependiendo del marco moral y cultural desde el cual se las mire. Por ejemplo, la tradición cristiana valora ciertas cualidades y condena ciertos defectos, más o menos distintos de los que en otras regiones culturales del globo pueden apreciarse y condenarse.

La palabra cualidad proviene del latín qualitas, que podría traducirse como “propiedades particulares y distintivas”. Sin embargo, con el tiempo adquirió cierto sentido positivo: así, hoy solemos asociar las cualidades con aquellos rasgos que consideramos destacables de nosotros mismos, o sea, con aquellos rasgos definitorios que no nos avergüenza reconocer. Los demás, en cambio, son defectos.

De hecho, los términos cualidad y calidad están etimológicamente emparentados, siendo este último mucho más claro y evidente en su apreciación positiva. Hoy en día podemos decir que una de las cualidades más deseadas de un producto, por ejemplo, es que sea de calidad.

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Cualidades y defectos

Solemos distinguir las cualidades, es decir, los rasgos destacables, de los defectos, los rasgos reprobables, a la hora de hablar de una persona (especialmente si es de nosotros mismos). Todo aquello que consideramos positivo o al menos fundamental en alguien, será una cualidad; mientras que todo aquello negativo o al menos vergonzante de alguien es un defecto.

Son ejemplos posibles de cualidades personales:

  • La honestidad, la capacidad para decir la verdad y no mentir.
  • La responsabilidad, la voluntad de hacerse cargo de lo dicho o lo hecho y enfrentar las consecuencias que ello traiga.
  • La confiabilidad, que es la capacidad de ser digno de confianza, o sea, de no defraudar a los demás y de cumplir la palabra dada.
  • La asertividad, o sea, la capacidad de opinar y expresarse de manera tal que no se ofenda a los demás, sino que se propicie su entendimiento.
  • La gratitud, la voluntad de retribuir lo recibido y valorar los esfuerzos ajenos que van en el propio beneficio.
  • La lealtad, la capacidad de comprometerse frontalmente con una causa o con alguien y mantenerse fiel, en lugar de actuar a la espalda de los demás.
  • La generosidad, que es la capacidad de desprenderse de lo propio en favor de los demás cuando así fuere necesario.
  • La prudencia, es decir, la capacidad de evaluar los riesgos antes de tomar una decisión para hacerlo de manera responsable.
  • La compasión, o sea, la capacidad de conmoverse con el dolor de los demás.
  • La creatividad, talento para el pensamiento original y la inventiva.
  • La tenacidad, es decir, la capacidad para permanecer enfocado en un objetivo a pesar de los inconvenientes.
  • La disciplina, que es la capacidad para gobernarse a sí mismo y no ceder ante los impulsos.
  • La paciencia, que es la tolerancia hacia los defectos ajenos y la generosidad con el propio tiempo y la propia energía.
  • La resiliencia, que es la capacidad para sobreponerse a los inconvenientes y salir fortalecido a través del aprendizaje personal.
  • La humildad, es decir, el hecho de no creerse más que los demás.

En cambio, son ejemplos de defectos personales:

  • La envidia, que es la tendencia a entristecerse ante los éxitos ajenos y a quererlos para uno mismo a pesar de no merecerlos.
  • La deslealtad, lo contrario a la lealtad, o sea, la tendencia a cambiar de bandos y causas según más convenga en el momento.
  • El oportunismo, que es la tendencia a aprovechar las oportunidades sin importar a quién se haga daño ni qué promesas se hayan hecho previamente.
  • La temeridad, también llamada imprudencia, que consiste en la toma de decisiones sin sopesar los riesgos y sin tomarse el tiempo de pensar antes de actuar o de hablar.
  • La ignorancia, esto es, la tendencia a hablar y opinar de lo que no se sabe.
  • La ineptitud, que es la poca capacidad de resolución de problemas como consecuencia de pocos conocimientos o poca disposición personal.
  • La irresponsabilidad, tendencia a achacarles a otros las propias faltas y no asumir las consecuencias de lo hecho o dicho.
  • La impertinencia, tendencia a decir o hacer las cosas en el momento menos adecuado posible o en el contexto menos idóneo posible.
  • La mezquindad, lo contrario a la generosidad, es la poca capacidad de desprendimiento y deseo de acaparar todo lo bueno para sí, en detrimento de los demás, incluso cuando se trata de cosas muy banales o superfluas.
  • La soberbia, llamada también prepotencia, que es la tendencia a creerse más que los demás, o sea, lo contrario a la humildad.
  • La insinceridad, que es la tendencia a decir mentiras y ocultar información para el propio provecho.
  • La torpeza, comprendida como la poca pericia para el manejo de situaciones, físicas o sociales (en este último caso carente de malas intenciones).
  • La inquina, también llamada intriga, que es la capacidad para manipular a los demás en el propio beneficio, indisponiendo a las personas entre sí para quedar siempre como el único individuo neutral o noble.
  • La pereza, que es la poca capacidad de trabajo o la tendencia a flojear en asuntos vitales o importantes.
  • La irascibilidad, es decir, la tendencia a enojarse y perder los estribos ante situaciones que no lo ameritan.
  • La crueldad, que es la poca capacidad para condolerse con el sufrimiento ajeno y la insensibilidad a la hora de causarlo, ya sea en beneficio propio, o de manera puramente gratuita.

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Referencias