Conferencia de Berlín: objetivos, acuerdos, consecuencias
La Conferencia de Berlín fue un conjunto de reuniones entre las grandes potencias europeas de la época celebradas durante tres meses a partir de noviembre de 1884. El propósito fundamental de los participantes en las negociaciones fue desarrollar un marco legal internacional para llevar a cabo la colonización de África.
Francia e Inglaterra fueron los países que propusieron su celebración y Alemania se ofreció a organizarla en la ciudad que la da nombre. Hasta ese momento, los europeos se habían centrado en algunas zonas costeras del continente, sin adentrarse en su interior.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX esto comenzó a cambiar y se inició una carrera por los territorios africanos y sus riquezas. Las tensiones que ya existían entre las diversas potencias europeas amenazaron con aumentar por la competencia en lograr nuevas tierras. La Conferencia de Berlín intentó dar unas pautas para que la colonización fuera pacífica.
El resultado inmediato fue que, excepto una pequeña porción del continente, toda África pasó a estar gobernada por los europeos. Para las metrópolis, esto supuso poder obtener más materias primas y aumentar su poder. Para los africanos, el resultado fue la creación de fronteras artificiales y la pérdida de sus riquezas naturales.
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Antecedentes
A pesar de su cercanía geográfica, el interior del continente africano no había sido demasiado explorado por los europeos hasta principios del siglo XIX. Sus escasos intentos de colonización se habían centrado en las costas, sin intentar adentrarse.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX esto comenzó a cambiar. Se sucedieron las exploraciones en el interior del continente africano y, además, la Segunda Revolución Industrial provocó que las potencias europeas tuvieran que buscar materias primas para sus fábricas.
A lo anterior hay que unir otros dos factores: por una parte, el aumento demográfico en Europa y la consiguiente necesidad de producir más alimentos y, por otra, la lucha entre las potencias europeas por la hegemonía continental.
La carrera por África
Gran Bretaña, país originario de algunos de los exploradores más importantes, fue uno de los primeras potencias en comenzar una campaña de colonización en África. Pronto se unieron los franceses en busca de no perder poder tras su derrota ante los prusianos en 1870.
Dos países recién unificados, Italia y Alemania, comenzaron a competir con estas dos potencias tradicionales. Finalmente, también belgas y portugueses buscaron levantar asentamientos coloniales en el continente africano.
Esta primera fase del reparto de África siguió un método muy sencillo. Primero llegaban las compañías comerciales para comenzar a explotar los recursos. Después, los gobiernos correspondientes mandaban funcionario y militares para evitar cualquier tipo de resistencia por parte de la población local. Al final, se establecía una administración de gobierno.
Leopoldo II y la Sociedad Internacional del Congo
A la carrera por la colonización de África se unió un competidor que presentaba características bastante peculiares: el rey Leopoldo II de Bélgica. Así, el monarca no pretendía que su país se hiciera con el control de territorios africanos, sino que su intención era apropiarse de esas tierras de manera personal.
Para ello, contrató al explorador británico Stanley y lo envió al Congo con la excusa de introducir la religión y la civilización en la zona. La misión del explorador era conseguir que los jefes de las tribus aceptasen ceder sus tierras a Leopoldo.
El rey belga había creado anteriormente la llamada Asociación Internacional del Congo con el objetivo de explotar las riquezas de la zona en su nombre, sin que pasara a depender de Bélgica como país.
El éxito de Leopoldo fue una de las causas que llevó a las potencias europeas a convocar las reuniones en Berlín, ya que no deseaban que aparecieran nuevos actores en el reparto del continente.
Objetivos
Antes de que se convocara la Conferencia, las principales potencias europeas, más Leopoldo II, ya habían iniciado la colonización de África.
Francia, por ejemplo, había conquistado Túnez en 1881 y, además había creado colonias en el Congo Occidental y en Guinea. Por su parte, Inglaterra se había hecho con el control de Egipto y con la exclusiva del comercio en Somalia y Sudán.
El comienzo de este proceso ocasionó tensiones entre los países europeos, por lo que se procedió a convocar una conferencia para establecer unas normas que permitiera una colonización pacífica.
Convocatoria de la Conferencia de Berlín
Los primeros choques entre los países colonizadores no tardaron en producirse. Para intentar evitarlos, Francia, Inglaterra y algunas naciones menos poderosas, como Portugal, solicitaron que se iniciaran negociaciones sobre el asunto.
El Canciller alemán, Otto von Bismarck, ofreció Berlín para organizar las reuniones, que comenzaron el 15 de noviembre de 1884 y se alargaron hasta el 26 de febrero del año siguiente.
Participantes
Los países con más intereses en la zona que acudieron a la Conferencia de Berlín fueron Inglaterra, Alemania, Francia, Portugal e Italia. Junto a ellos, algunos menos poderosos pero que intentaban obtener algún beneficio, como Países Bajos, Suecia, España, Rusia y Suecia.
Además, dos imperios también participaron en las reuniones: el austrohúngaro y el otomano. Finalmente, la Asociación Internacional del Congo dominada por Leopoldo II de Bélgica completó la lista de negociadores.
Ningún dirigente africano fue invitado a la Conferencia, ni siquiera los de los países del norte del continente.
Declaración de intenciones
La inauguración de la Conferencia estuvo a cargo de Otto von Bismarck, quien efectuó un discurso en el que desgranaba los objetivos de la misma.
Para empezar, el canciller afirmó que los países de Europa debían tomar el control del interior del continente africano para civilizar a sus habitantes, llevarles la cultura occidental y explotar las materias primas de sus territorios.
Para el político alemán esto significaba convertir esos territorios en protectorados de los países europeos y no únicamente enviar misiones comerciales o extractivas.
Además de lo anterior, la Conferencia se marcó unos objetivos más concretos. El primero, asegurar el libre comercio en las áreas bañadas por los ríos Congo y Níger. Igualmente, los participantes debían acordar qué condiciones tenían que cumplir los países colonizadores para poder reclamar un territorio.
Acuerdos
Tras más de 3 meses de reuniones, los participantes en la Conferencia de Berlín redactaron un Acta General en la que se recogían todos los acuerdos. Este documento fue firmado en 26 de febrero de 1885, día en el que se puso punto y final a las negociaciones.
El Acta contiene siete apartados diferentes. En ellos aparecían las normas acordadas sobre todos los aspectos de la colonización y el reparto de África.
Aunque la Conferencia no entró en cuestiones concretas de soberanía, sí fijó las condiciones bajo las que cada potencia europea podía anexionarse territorios en África. De esta forma, proporcionó cobertura legal para la colonización de todo el continente, con la excepción de Liberia y de Etiopía.
Libertad de comercio
El Acta General de la Conferencia de Berlín declaraba que toda la cuenca del río Congo, su desembocadura y los países por los que pasaba debían permanecer abiertos al comercio para todos los interesados. El apartado también recogía la libertad de navegación por ese mismo río y por el Níger.
En ese mismo punto, los países que comerciaran en ese territorio se comprometían a proteger a los pueblos indígenas, a los misioneros y a los viajeros, así como a defender la libertad religiosa.
Prohibición de la esclavitud y obligaciones de las potencias
Los firmantes acordaron la abolición de la esclavitud en todos los territorios colonizados. Igualmente, se comprometieron a mantener la paz y aumentar la calidad de vida de la población.
Uti possidetis iure
Dentro de los aspectos jurídicos que debían regular la colonización, el más importante fue el reconocimiento del principio de uti possidetis iure o principio de ocupación efectiva.
Esta norma legal establecía que cualquier país europeo que pretendiera reclamar la soberanía de algún territorio africano debía, primero, demostrar que ya había establecido una administración efectiva sobre el mismo.
Para poder demostrar esa posesión previa, el país europeo en cuestión debía haber firmado un tratado con la población de la zona. Además, tenía que probar que ya estaba actuando como gobierno o, en su defecto, haber ocupado militarmente la zona.
La intención de las potencias europeas al declarar este principio jurídico era que ningún país reclamara un territorio africano en el que no estuviera presente.
En la práctica, esto desencadenó la organización de numerosas expediciones militares, comerciales o diplomáticas hacia el interior de África para establecer asentamientos y, después, poder solicitar la soberanía.
Consecuencias
La consecuencia inmediata de la Conferencia de Berlín fue la aceleración de la carrera por ganar posiciones en el continente africano.
Antes de comenzar las reuniones, los europeos solo controlaban un 20% de África. En pocos años, solo dos pequeños países africanos no quedaron bajo el gobierno de las distintas potencias de Europa.
La manera que tuvieron los europeos de repartirse el territorio africano trajo consecuencias que aún permanecen. Las distintas metrópolis trazaron fronteras totalmente artificiales en África, sin tener en cuenta las culturas presentes o las regiones indígenas existentes.
Así, se crearon 50 países nuevos sin darles ningún tipo de cohesión racial o cultural. A la larga, la convivencia de pueblos tradicionalmente enfrentados dentro de esas fronteras artificiales ha provocado serios enfrentamientos, algunos directamente impulsados por las potencias colon
Colonización
Los colonizadores penetraron en el continente africano siguiendo el curso de los grandes ríos. Algunos de ellos ya habían sido explorados durante las décadas previas, por lo que existía algún conocimiento sobre la geografía de la zona.
A pesar de la intención de la Conferencia de Berlín por lograr una colonización pacífica, en algunas partes de África surgieron rivalidades entre las potencias europeas. Un ejemplo fue el territorio bañado por el río Congo. Las tensiones surgidas obligaron a Bismarck a ejercer un arbitraje para decidir su destino. Al final, el Canciller lo repartió entre Leopoldo II y Francia.
La costa del norte continental se dividió entre los ingleses y los franceses, mientras la costa oriental quedó en manos británicas y alemanas. Por su parte, la región atlántica fue repartida entre el mencionado Leopoldo II, Francia e Inglaterra.
Otras antiguas potencias venidas a menos, como España, solo obtuvo el Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial y algunas áreas de Marruecos. Portugal, por su parte, gobernó Angola, Mozambique y Cabo Verde, además de otros pequeños territorios.
Por último, Alemania e Italia, recién unificadas, se quedaron con Namibia y Somalia respectivamente.
Conflictos
A pesar de las disposiciones del Acta General de la Conferencia, la colonización provocó conflictos entre las potencias europeas. Estos estuvieron centrados en la lucha por controlar las zonas más ricas o estratégicamente importantes del continente.
Los enfrentamientos más importantes se dieron en el norte de África, donde Italia, Francia e Inglaterra se disputaron el control de Túnez, Marruecos y Egipto. Más adelante, Alemania también entró en esa disputa. Las tensiones por obtener estos territorios fueron una de las causas de la Primera Guerra Mundial.
Consecuencias para las metrópolis
En un primer momento, la colonización de África provocó que las metrópolis tuvieran que afrontar una gran inversión económica. Ese dinero era necesario para la construcción de infraestructuras que permitieran explotar las materias primas. Sin embargo, muy pronto comenzaron a obtener beneficios.
Por otra parte, los territorios coloniales permitieron aliviar la creciente presión demográfica que vivían las metrópolis, ya que la emigración hacia ellas fue bastante alta.
En el aspecto político, la colonización de África se convirtió pronto en una competición entre los países europeos para fortalecer su poder. Cuantos más territorios controlaran, mayor era su fortaleza frente a las otras potencias.
No obstante, el control de las colonias también acarreó problemas a las metrópolis. Desde muy pronto surgieron movimientos opositores entre la población local y los colonizadores debieron destinar recursos para sofocar las revueltas.
Consecuencias económicas para las colonias
Algunos autores apuntan que la colonización de África tuvo, como efecto positivo, la construcción de infraestructuras en el continente para explotar las materias primas. Así, se construyeron puestos, carreteras, líneas ferroviarias y ciudades.
El resultado final fue la aparición de la economía de mercado y un aumento del consumo y la producción. Todo ello quedó en manos de los colonizadores, sin que la población local mejorara demasiado su nivel de vida.
Consecuencias sociales y culturales
La llegada de los colonizadores provocó un gran cambio social en el continente africano. Aparecieron ciudades y la estructura tribal empezó a romperse.
Una de las consecuencias fue la aparición de una burguesía formada por comerciantes, propietarios y funcionarios. Casi todos ellos, eran blancos procedentes de las metrópolis.
En la parte baja de la pirámide social se encontraban los indígenas, ya fueran campesinos y obreros industriales.
La división social quedó reflejada en la segregación dentro de las ciudades, con barrios totalmente diferenciados por la raza y la riqueza de sus habitantes.
Por otra parte, la colonización también provocó que los indígenas fueran perdiendo su cultura. La educación mejoró, aunque solo alcanzó a un pequeño tanto por ciento de la población.
La masacre del Congo
Aunque los enfrentamientos entre los colonizadores y los indígenas fueron frecuentes y muchos provocaron un gran número de víctimas, todos los historiadores destacan el caso del Congo gobernado por Leopoldo II.
El rey de los belgas había ocupado ese territorio antes de la celebración de la Conferencia de Berlín. Se trataba de una de la zonas más ricas del continente y quedó como posesión personal de Leopoldo y no como colonia de su país.
El resultado de la explotación a la que sometió a los pueblos de la zona fue un auténtico genocidio. Los expertos calculan que murieron unas 10 millones de personas, muchas de ellas tras ser torturadas.
Referencias
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