Las 45 Mejores Frases de Pedro Páramo
Te dejo las mejores frases de Pedro Páramo, novela polifónica revolucionaria escrita por el mexicano Juan Rulfo, publicada en 1955. Se caracteriza por su contexto en el realismo mágico y por su relevancia como uno de los precedentes del boom latinoamericano.
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-Y es que la alegría cansa. Por eso no me extrañó que aquello terminara. -Pedro Páramo.
-Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. -Juan Preciado.
-Nada puede durar tanto, no existe recuerdo por intenso que sea que no se apague. -Narrador omnisciente.
-Estoy comenzando a pagar. Más vale empezar temprano, para terminar pronto. -Pedro Páramo.
-Cada vez entiendo menos. Quisiera volver al lugar de donde vine. -Juan Preciado.
-Los viejos dormimos poco, casi nunca. A veces apenas si dormitamos; pero sin dejar de pensar. -Pedro Páramo.
-Hace mucho tiempo que te fuiste, Susana. La luz era igual entonces que ahora, no tan bermeja; pero era la misma pobre luz sin lumbre, envuelta en el paño blanco de la neblina que hay ahora. -Pedro Páramo.
-Y abrí la boca para que se fuera (mi alma). Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón. -Dorotea.
-Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace. -Damiana Cisneros.
-El pecado no es bueno, y para acabar con él, hay que ser duro y despiadado. -Cura de Contla.
-Pero ¿por qué las mujeres siempre tienen una duda? ¿Reciben avisos del cielo, o qué? -Pedro Páramo.
-¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido. -Dorotea.
-Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. -Pedro Páramo.
-¿Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios? -Susana San Juan.
-En el cielo me dijeron que se habían equivocado conmigo. Que me habían dado un corazón de madre, pero un seno de una cualquiera. -Dorotea.
-Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar. -Eduviges Dyada.
-Yo aquí, junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del cielo; por donde el cielo comenzaba a abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra. -Pedro Páramo.
-No vayas a pedirle nada: exígele lo nuestro. Lo que estuvo olvidado a darme y nunca me dio… El olvido en el que nos tuvo, mijo, cóbraselo caro. -Dolores Preciado.
-Tu madre era tan bonita, tan, digamos, tan tierna, que daba gusto quererla. -Eduviges Dyada.
-Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja. -Juan Preciado.
-Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida. -Juan Preciado.
-Sentí que se abría el cielo. Tuve ánimos de correr hacia ti. De rodearte de alegría. De llorar. Y lloré, Susana, cuando supe que al fin regresarías. -Pedro Páramo.
-El calor me hizo despertar al filo de la medianoche. Y el sudor. El cuerpo de aquella mujer hecho de tierra, envuelto en costras de tierra, se desbarataba como si estuviera derritiéndose en un charco de lodo. -Juan Preciado.
-Me acordé de lo que me había dicho mi madre: “Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz. -Juan Preciado.
-Nadie vino a verla. Así estuvo mejor. La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas. -Susana San Juan.
-Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren al llegar al infierno regresan por su cobija. -Abundio Martínez.
-Esta es mi muerte. […] Con tal de que no sea una nueva noche. -Pedro Páramo.
-Este mundo que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre. -Bartolomé San Juan.
-El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo; Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: “Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás”. -Eduviges Dyada.
-El amanecer, la mañana, el mediodía, y la noche, siempre los mismos: pero con la diferencia del aire. Allí donde el aire cambia el color de las cosas: donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida. -Juan Preciado.
-En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. -Susana San Juan.
-Yo soy un pobre hombre dispuesto a humillarse. Mientras sienta el impulso de hacerlo. -Padre Rentería.
-Yo también soy hijo de Pedro Páramo. -Abundio Martínez.
-Vivimos en una tierra en que todo se da, gracias a la providencia, pero todo se da con acidez. Estamos condenados a eso. -Cura de Contla.
-Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, cada que respiraba suspiraba, y cada vez que pensaba, pensaba en ti, Susana. -Pedro Páramo.
-Nadie de los que todavía vivimos está en gracia de Dios. Nadie podrá alzar sus ojos al cielo sin sentirlos sucios de vergüenza. -Hermana de Donis.
-Pensaba en ti, Susana. […] Cuando volábamos papalotes en la época del aire. […] El aire nos hacía reír; juntaba la mirada de nuestros ojos, […]. Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío. -Pedro Páramo.
-Me mataron los murmullos. -Juan Preciado.
-Me gustas más en las noches, cuando estamos los dos en la misma almohada, bajo las sábanas, en la oscuridad. -Pedro Páramo.
-Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo. -Dorotea.
-Ustedes los abogados tienen esa ventaja; pueden llevarse su patrimonio a todas partes mientras no les rompan el hocico. -Pedro Páramo.
-Usted ha de venir cansado y el sueño es muy buen colchón para el cansancio. -Eduviges Dyada.
-Y lo que quiero de él es su cuerpo. Desnudo y caliente de amor; hirviendo de deseos; estrujando el temblor de mis senos y de mis brazos. -Susana San Juan.
-Esa noche volvieron a sucederse los sueños. ¿Por qué ese recordar intenso de tantas cosas? ¿Por qué no simplemente la muerte y no esa música tierna del pasado? -Narrador omnisciente.
-Me valí de la oscuridad y de otra cosa que ella no sabía: y es que a mí también me gustaba Pedro Páramo. Me acosté con él, con gusto, con ganas. -Eduviges Dyada.