Batalla del Monte de las Cruces: antecedentes, desarrollo, consecuencias
¿Qué fue la batalla del Monte de las Cruces?
La batalla del Monte de las Cruces fue una confrontación militar que tuvo lugar en el monte que le da nombre, situado en el municipio de Ocoyoacac, en México, el 30 de octubre de 1810. Esta localidad se encuentra cerca de la Toluca de Lerdo. El monte en cuestión divide el Valle de México.
El enfrentamiento militar tuvo como participantes a las tropas del Ejército insurgente que luchaba por la independencia del país y a los soldados de la Corona española. Al frente de los primeros se encontraban Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, mientras que los segundos fueron comandados por el coronel Torcuato Trujillo.
Algo más de un mes después del Grito de Dolores que inició la Guerra de Independencia, el 30 de octubre de 1810, ambos bandos se encontraron en el Monte de las Cruces. La batalla terminó con victoria de los insurgentes, que provocaron la huida de los supervivientes realistas.
Es entonces cuando Hidalgo tomó una de las decisiones más extrañas de la guerra. Teniendo la posibilidad de tomar Ciudad de México, ordenó la retirada tras haber intentado que el Virrey español rindiera la capital de manera pacífica.
Antecedentes
Aunque se produjese en la lejanía, la invasión de España por parte de Napoleón Bonaparte provocó que la situación en las, entonces, colonias en América cambiara en pocos años. En varios de los países latinoamericanos comenzaron a surgir movimientos que buscaban la independencia de la metrópolis.
En México, una gran parte de la población vio con temor la caída de la corona española frente a Napoleón. Las ideas de la Revolución Francesa no gustaban a muchos criollos, ni, por supuesto, a la iglesia católica.
Los primeros movimientos independentistas pretendían, en realidad, que el país se dotase de instituciones propias, pero ofrecieron la corona al depuesto rey español, Fernando VII. Así, en 1809 estalló la Conspiración de Valladolid y, al año, siguiente, la de Querétaro.
Esta último estuvo liderada por Miguel Hidalgo, un sacerdote al que Ignacio Allende había introducido en la conspiración. La violenta respuesta de las autoridades españolas hizo que el movimiento fuera abandonando sus propósitos iniciales. El 16 de septiembre, Hidalgo lanza el denominado Grito de Dolores, iniciando la Guerra de Independencia.
En muy poco tiempo, Hidalgo reunió a unos 6000 hombres. Sin apenas resistencia, conquistó varias localidades, incluida Celaya. Sus tropas iban aumentando en número, gracias a los voluntarios.
Respuesta española
Los insurgente continuaron su avance sin muchos problemas. El 24 de septiembre, bajo el mando de Allende, tomaron Salamanca. Esta fue la primera ciudad en la que encontraron algo de resistencia, pero aún no se habían enfrentado a un auténtico ejército.
En la propia Salamanca, Hidalgo fue nombrado Capitán General de los Ejércitos de América, mientras que Allende proclamado teniente general. Para esos momentos, la tropa había alcanzado los cincuenta mil hombres.
Fue entonces cuando los españoles empezaron a reaccionar. Francisco Javier de Linaza, quien había indultado a los conspiradores de Valladolid fue relevado.
Su sustituto tenía experiencia en la guerra, habiendo participado en la batalla de Bailén, en España. Se trataba de Francisco Xavier Venegas, considerado como muy estricto y duro en el mando.
Venegas enseguida comenzó a organizar la respuesta a los insurgentes. Es en aspecto bélico, ordenó al intendente de Puebla que acabara con las revueltas.
Pero su actuación no quedó ahí: el obispo de Michoacán, antaño amigo de Hidalgo, excomulgó a los insurgentes por medio de una bula. Hidalgo, sacerdote, no hizo caso y continuó con su lucha.
Alhóndiga de granaditas
Los hombres de Hidalgo y Aguirre se dirigieron entonces hacia Guanajuato. Esta era una ciudad que destacaba por tener una población adinerada, tanto criollos, como españoles. En principio, no eran demasiado partidarios de la causa independentista.
El temor entre los habitantes de la localidad iba creciendo conforme los insurgentes se acercaban. La decisión que tomaron sus autoridades fue evacuar a los ciudadanos y que se refugiaran en la cercana Alhóndiga de Granaditas. Este pequeño núcleo constaba, básicamente, de un gran granero.
En un principio, Miguel Hidalgo trató de convencer a las autoridades de que se rindieran. Los defensores contaban solo con unos 2500 hombres, mientras que los insurgentes eran casi 5000. Sin embargo, el intendente de la ciudad no accedió a rendirse.
El resultado del asedio fue una masacre. El granero en el que se habían escondido los que huyeron de Guanajuato era difícil de atacar.
Los hombres de Hidalgo prendieron fuego a la instalación, ocasionando la muerte de una enorme cantidad de personas. Este suceso sangriento tuvo lugar el 28 de septiembre de 1810.
Aunque no se trató de una batalla en si misma, los cronistas afirman que lo expeditivo de la acción incrementó el temor al Ejército independentista.
Avance de los insurgentes
Ese mismo día, los insurgentes entraron en Guanajuato, ya sin ninguna defensa. A partir de ese momento, el avance se aceleró.
Sin tener apenas que combatir, el Ejército Mexicano tomó Valladolid, el 17 de octubre. Desde allí, él y Aguirre planearon conquistar Toluca de Lerdo. El objetivo final era usar esa posición para atacar el objetivo final: Ciudad de México.
Desarrollo de la batalla
El lugar en el que se desarrolló la batalla fue el Monte de las Cruces. Este divide el valle de México, siendo, por lo tanto, una zona estratégica para seguir avanzando hacia la capital.
El bando insurgente, comandado por Hidalgo y Aguirre, contaba con unos 80.000 hombres. Por su parte, Torcuato Trujillo, al mando de los realistas, tenía a su disposición solo unos 2.500.
Movimiento de Trujillo
El objetivo de Trujillo era impedir que los insurgentes se acercaran más a Ciudad de México. Para eso, partió hacía Lerma y organizó una defensa con fosos y trincheras que parara a sus enemigos.
Igualmente, ordenó destruir el puente de Atengo, con el mismo fin. Sin embargo, en ese momento desconocía que parte de los soldados independentistas ya lo había cruzado.
Hidalgo, por su parte, continuó con su avance. Trujillo, ante eso, solicitó refuerzos y se encaminó hacia el Monte de las Cruces.
El primer choque entre ambas se produjo cerca de Lerma. Un destacamento rebelde, dirigido por Allende, se enfrentó a los realistas. Al final, estos tuvieron que retirarse, vencidos por sus adversarios.
En el Monte de las Cruces
La batalla comenzó en la mañana del 30 de octubre de 1810. Los rebeldes enviaron una columna de hombres para probar las defensas realistas. Estos, consiguieron rechazarlos, permaneciendo firmes en su posición.
Venegas, Virrey en esos momentos, tuvo noticias de lo que sucedía. Enseguida procedió a enviar a Trujillo dos piezas de artillería, pensado que le daría superioridad militar para derrotar a sus enemigos. Junto a las armas, también llegaron algunos marinos, 50 jinetes y 330 mulatos muy bien armados.
Los insurgentes, a pesar de los refuerzos que le habían llegado a sus adversarios, se prepararon para la batalla. Dividieron sus fuerzas, colocando a Hidalgo y a Allende al mando de cada una de los destacamentos.
El resultado
El enfrentamiento duró varias horas, con fuerte resistencia por parte de los realistas. El uso de los cañones pareció, en un momento, equilibrar la batalla a pesar de la superioridad en hombres de los rebeldes.
Sin embargo, estos consiguieron neutralizar una de las piezas de artillería y reforzaron el ataque. En ese momento, enviaron emisarios para pedir la rendición de Trujillo, sin obtener respuesta positiva.
Con más empuje, un grupo de charros del ejército insurgente, consiguió hacerse con el otro cañón, debilitando enormemente las defensas del virreinato. Agustín de Iturbide, futuro Emperador de México, trató de recuperar el arma para los realistas, pero sin éxito.
Poco después, Trujillo ordenó la retirada. Perseguido por los independentistas, consiguió llegar a Cuajimalpa y, después, hasta Santa Fe.
Consecuencias de la batalla
La decisión de Hidalgo
Una vez derrotados los realistas, parecía que el camino hacia la Ciudad de México estaba totalmente despejado. Es entonces cuando Hidalgo tomó una extraña decisión, sin que los historiadores se pongan de acuerdo para encontrar una causa que la justifique.
El 1 de noviembre, el líder rebelde envió unos negociadores para tratar de convencer al Virrey Venegas de que rindiera la ciudad pacíficamente. Este no aceptó. Solo la intermediación del arzobispo de la capital impidió que fusilara a los enviados por Hidalgo.
Es entonces cuando, en lugar de tratar de conquistar la ciudad por la fuerza, Miguel Hidalgo ordenó a sus tropas abandonar la posición.
Batalla de Aculco
Los rebeldes se dirigieron entonces a la zona de El Bajío, situada al norte del río Lerma. Esta retirada dio tiempo para que los realistas reorganizaran sus fuerzas, además de causar serias disputas en el bando insurgente.
Un ejército español, mandado por Félix María Calleja, se encontraba cerca del área a la que se encaminaron los rebeldes. El 7 de noviembre, ambas fuerzas se encontraron y, por primera vez desde el comienzo del conflicto, los realistas consiguieron derrotar a los partidarios de la independencia en la batalla de Aculco.
Algunos historiadores afirman que esta derrota se produjo, aparte de por el cansancio de los insurgentes, por la desmoralización producida tras no haber intentado tomar la capital.
La principal consecuencia de esa batalla perdida fue la separación de los jefes independentistas y la división de su ejército. Allende se marchó a Guanajuato, mientras que Hidalgo puso rumbo hacia Valladolid.
Las diferencias fueron tan graves que, algo después, Ignacio Allende intentó incluso envenenar al cura de Dolores.