Neuropsicología

Parálisis cerebral infantil: síntomas, tipos, causas


La parálisis cerebral infantil es un grupo de trastornos neurológicos que aparecen durante el desarrollo fetal o infantil y que van a afectar de forma permanente al movimiento del cuerpo y a la coordinación muscular, pero no van a incrementar su gravedad de forma progresiva (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2016). Se estima que es la causa más común de discapacidad física y cognitiva a edades tempranas (Muriel et al., 2014).

Este tipo de patología es causada por anormalidades neurológicas en las áreas encargadas del control motor. En gran parte de los casos, los individuos con parálisis cerebral nacen con ella, aunque es posible que no se detecte hasta algunos meses o años más tarde.

Generalmente, cuando el niño alcanza los tres años de edad, ya es posible identificar algunos signos: falta de coordinación muscular en movimientos voluntarios (ataxia); músculos con un tono inusualmente elevado y reflejos exagerados (espasticidad); caminar empleando un único pie o arrastrar las piernas, entre otros (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2016).

Asimismo, estas alteraciones motoras también se puede acompañar de déficits sensitivos, cognitivos, de comunicación, percepción, comportamiento, crisis epilépticas, etc. (Muriel et al., 2014).

Existe un número de niños que sufren este tipo de patología como resultado del padecimiento de un daño cerebral durante los primeros años de vida, debido a infecciones (meningitis bacteriana o encefalitis viral) o una lesiones en la cabeza; por ejemplo, un traumatismo craneoencefálico (TCE) (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2016).

Índice del artículo

Prevalencia

La parálisis cerebral se trata de la causa más frecuente de discapacidad motora en la edad infantil (Simón-de las Heras y Mateos-Beato, 2007). Además, también se trata la principal causa de discapacidad física grave (Simón-de las Heras y Mateos-Beato, 2007) y cognitiva en edades tempranas (Muriel et al., 2014).

La prevalencia global de la parálisis cerebral se estima en aproximadamente 2-3 casos por cada 1.000 nacidos con vida (Póo Argüelles, 2008; Robaina-Castellanos et al. 2007).

La Fundación United Cerebral Palsy (UCP) ha estimado que aproximadamente unos 800.000 niños y adultos en los Estados Unidos conviven con uno o más de los síntomas de parálisis cerebral. De acuerdo con el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades del gobierno federal, cada año cerca de 10.000 bebés nacidos en los Estados Unidos contraerán parálisis cerebral (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

Se trata de una patología que se presenta en una proporción mayor en niños prematuros o con bajo peso al nacer (2.500g), situándose la prevalencia de estos casos en un 72,6% frente al 1,2% en niños con un peso superior a 2.500g en el momento del nacimiento. (Muriel et al., 2014).

Aproximadamente el 94% de las personas que padecen parálisis cerebral adquieron la discapacidad en la fase de gestación o durante el parto. El 6% restante la parálisis cerebral fue sobrevenida durante los primeros años de vida (Confederación ASPACE, 2012).

Por otro lado, la mitad de las personas con parálisis cerebral presenta una discapacidad intelectual significativa. El 33% requiere asistencia en sus desplazamientos y el otro 25% requiere sistemas auxiliares de comunicación (Confederación ASPACE, 2012).

Definición

El concepto de ‘parálisis cerebral’ se emplea para englobar secuelas neurológicas de una amplia naturaleza que afectan de forma mayoritaria a la esfera motora (Camacho-Salas et al., 2007).

En la década de 1860, un cirujano inglés llamado William Little escribió las primeras descripciones médicas de un trastorno extraño que afectaba a los niños en los primeros años de la vida, causando músculos espásticos y rígidos en las piernas y en menor grado, en los brazos (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

El trastorno se denominó enfermedad de Little durante muchos años; ahora se conoce comodiplejía espástica. Se tratan de trastornos que afectan el control del movimiento y se agrupan bajo el término unificador de “parálisis cerebral” (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

La parálisis cerebral se trata de una discapacidad que es producida por una lesión cerebral sobrevenida durante el período gestacional, el parto o durante los primeros años de vida, en la etapa de desarrollo infantil.

Normalmente, va a provocar una discapacidad física que varía en su grado de afectación, pero además, también podrá aparecer acompañada de una discapacidad sensorial y/o intelectual (Confederación ASPACE, 2012).

Síntomas

Algunos de los signos y síntomas que exhiben los niños con parálisis cerebral incluyen (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010):

  • Carencia de coordinación muscular al ejecutar movimientos de tipo voluntarios (ataxia).
  • Los músculos se presentan tensos y rígidos con reflejos exagerados (espasticidad).
  • En muchas ocasiones caminan empleando un único pie o arrastrando alguna de las extremidades inferiores.
  • Es frecuente observar la marcha empleando la punta de un pie, agachada, o “marcha en tijera”.
  • Variaciones del tono muscular, desde muy rígido a flácido o hipotónico.
  • Dificultad para tragar o hablar o babeo excesivo.
  • Presencia de sacudidas, temblores, o movimientos involuntarios al azar.
  • Dificultad para ejecutar movimientos precisos, como escribir o abotonarse una camisa.

Déficits cognitivos

Además, la lesión o lesiones cerebrales pueden afectar a otras funciones como la atención, la percepción, la memoria, el lenguaje y el razonamiento. Todo esto dependerá tanto de la localización, el tipo, la amplitud y el momento en el que tiene lugar el daño cerebral (Confederación ASPACE, 2012).

Numerosos estudios han demostrado la presencia de déficits de tipo cognitivo en los individuos con parálisis cerebral infantil. Estos estudios describen alteraciones de la atención, visopercepción, déficits en el funcionamiento ejecutivo y la memoria de trabajo, hasta una afectación global y generalizada de las capacidades cognitivas y la función intelectual (Muriel et al., 2014).

Además, la presencia de estas lesiones también va a interferir en el desarrollo normal del sistema nervioso central. Una vez que se produce el daño sobrevenido, va a repercutir en el proceso de desarrollo y maduración cerebral, y por tanto, en el desarrollo infantil (Confederación ASPACE, 2012).

Así, los niños con trastornos del neurodesarrollo y déficits en la esfera cognitiva, a su vez, tienen un riesgo más elevado de presentar dificultades en el ámbito social, problemas conductuales, y además existe un mayor riesgo de padecer problemas relacionados con la salud mental (Muriel et al., 2014).

Tipos de parálisis cerebral

En función del momento en el que ocurre el daño cerebral, la parálisis cerebral se clasifica en:

  • Congénita: cuando la lesión ocurre en una etapa prenatal.
  • Natal o neonatal: cuando la lesión ocurre en el momento del nacimiento y en un tiempo inmediato tras el nacimiento.
  • Adquirida o postneonatal: cuando la lesión ocurre después del primer mes de edad.

Además, también es frecuente emplear una clasificación en función del tipo de trastorno motor que predomina en el cuadro clínico del individuo y en función de la extensión de la afectación (Póo Argüelles, 2008):

Parálisis cerebral espástica

Se trata del tipo más frecuente. Dentro de este grupo podemos distinguir varios tipos:

  • Tetraplejia (tetraparesia): los pacientes presentan una afectación en las cuatro extremidades.
  • Diplejía (disparesia): la afectación que presentan los pacientes predomina en las extremidades inferiores.
  • Hemiplejia espástica: se produce una parestesia en una de las mitades corporales, generalmente con una mayor afectación de la extremidad superior.
  • Monoparesia: afectación de una única extremidad.

Parálisis cerebral discinética

Se trata de una fluctuación y cambio repentino del tono muscular. Además, se caracteriza por la presencia de movimientos involuntarios y reflejos. Dentro de este grupo podemos distinguir varios tipos:

  • Forma coreoatetósica: corea, atetosis, temblor.
  • Forma distónica: fluctuación del tono muscular.
  • Forma mixta: se asocia con la presencia de la elevación del tono muscular (espasticidad).

Parálisis cerebral atáxica

Se caracteriza por la presencia de hipotonía, ataxia, dismetría o incoordinación. Dentro de este grupo podemos distinguir varios tipos:

  • Diplejía atáxica: se asocia con espasticidad de los miembros inferiores.
  • Ataxia simple: presencia de hipotonía que se asocia con dismetría, ataxia, o temblor intencional.
  • Síndrome de desequilibrio: se caracteriza por la presencia de una alteración del equilibrio o incoordinación.

Parálisis cerebral hipotónica

Se caracteriza por la presencia de un todo muscular descendido (hipotonía) acompañada de una hiperreflexia.

Parálisis cerebral mixta

Se presenta con asociaciones entre la ataxia, distonía simple o distonía con espasticidad.

A parte de esta clasificación, también es posible emplear una clasificación en función de la afectación: leve, moderada, grave o profunda, o en función del nivel funcional que presenta la afectación motora: niveles del I al V, según la Gross Motor Function Clasiffication System (Póo Argüelles, 2008).

Parálisis cerebral leve

Tiene lugar cuando el individuo no presenta limitaciones para la ejecución de las actividades de la vida diaria, aunque presente algún tipo de afectación o alteración física (Confederación ASPACE, 2012).

Parálisis cerebral moderada

El individuo presenta dificultades para realizar las actividades diarias y requiere medios asistenciales o apoyos diversos (Confederación ASPACE, 2012).

Parálisis cerebral severa

Se requieren apoyos y adaptaciones prácticamente para todas las actividades de la vida diaria (Confederación ASPACE, 2012).

Causas

La mayoría de los niños que padecen parálisis cerebral nacen con ella, aunque es posible que no sea detectada hasta meses o años después. Al igual que existen tipos particulares de daño cerebral que causan parálisis cerebral, también hay ciertas enfermedades o eventos que pueden tener lugar durante el embarazo y el parto que incrementarán el riesgo de que un bebé nazca con parálisis cerebral (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

De forma resumida y estructurada, Póo Argüelles (2008) muestra los factores de riesgo de parálisis cerebral más prevalentes divididos según el momento de ocurrencia:

Factores prenatales

  • Factores maternos: alteraciones de la coagulación; enfermedades de tipo autoinmunes; HTA, infecciones intrauterinas; ocurrencia de traumatismos; disfunciones tiroidéas.
  • Alteraciones de la placenta: trombosis materna; trombosis fetal; cambios vasculares crónicos; infecciones.
  • Factores fetales: gestación múltiple, retraso del crecimiento intrauterino, polhidramnios, hidrops fetalis o malformaciones.

Factores perinatales

Pueden ser: prematurnidad, bajo peso al nacer, fiebre materna durante el parto, infección del sistema nervioso central o sistémica, presencia de hiperglucemia mantenida, presencia de hiperbilirrubinemia, hemorragia intracraneal, encefalopatía de hipo hipóxico-isquémica, traumatismos o cirugías cardíacas (Póo Argüelles, 2008).

Factores postnatales

Pueden ser: infecciones del tipo meningitis o encefalitis, traumatismos craneales, estatus convulsivo, parada cardio-respiratoria, intoxicación o deshidratación grave (Póo Argüelles, 2008).

Todos estos factores de riesgo van a dar lugar a diversos mecanismos que van a dañar el cerebro infantil: daño en la materia blanca, desarrollo anormal del cerebro y del sistema nervioso en general, hemorragia cerebral, hipoxia-isquemia cerebral, etc. (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

Estos mecanismos lesionales van a provocar los síntomas detallados anteriormente en función al área a la que se restringa, la extensión y la gravedad del suceso.

Así cuando, una parálisis cerebral afecta al movimiento y coordinación muscular, no está causada por problemas o alteraciones en los músculos o los nervios, sino por anormalidades dentro del cerebro que interrumpen la capacidad de este de controlar el movimiento y la postura.

En algunos casos de parálisis cerebral, la corteza motora cerebral no se ha desarrollado normalmente durante el crecimiento fetal. En otros, el daño es el resultado de una lesión cerebral antes, durante o después del nacimiento. En cualquier caso, el daño no es reparable y las incapacidades resultantes son permanentes ( National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

Consecuencias

La parálisis cerebral se considera una patología clínica muy heterogénea. Los individuos que la padecen pueden presentar sdiverso síndromes neurológicos (motores, cerebelosos, convulsivos, etc.) y además, pueden presentar otros síndromes que no se relacionan de forma directa con el sistema nervioso central (digestivos, ostemioarticulares, etc.), resultado de la presencia de diversas alteraciones secundarias (Robania-Castellanos et al., 2007).

Las consecuencias de la parálisis cerebral difieren del tipo y la gravedad, y hasta pueden cambiar en un individuo con el tiempo (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

Así, algunas personas presentarán una afectación corporal generalizada, mientras que otras sólo presentarán algunas dificultades o deficiencias para la marcha, el habla o el empleo de las extremidades.

Por lo tanto, algunas personas vivirán sin presentar apenas manifestaciones de la patología, mientras que otras se encontraran en una situación de plena dependencia y por lo tanto, van a requerir el apoyo de terceras personas para la realización de la mayoría de las tareas (Confederación ASPACE, 2012).

Además de los trastornos motores detallados en el apartado de definición y síntomas, las personas con parálisis cerebral también tienen otros trastornos médicos, como retraso mental, convulsiones, visión o audición deteriorada, y sensaciones o percepciones físicas anormales ( National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

De esta forma, muchas de las personas con parálisis cerebral pueden presentar, en mayor medida, alguna de las siguientes condiciones (Confederación ASPACE, 2012):

  • Discapacidad intelectual: esta condición puede presentarse aproximadamente en la mitad de los casos de individuos con parálisis cerebral. En muchas ocasiones se asocia con una discordancia verbo-espacial.
  • Crisis epilépticas: se estima que entre un 25% y 30% de los casos se pueden presentar crisis epilépticas generalizadas o parciales.
  • Afectación de la visión: la afectación más común es el estrabismo en un 50% de los casos.
  • Trastornos de la audición: aproximadamente en un 10-15% de los casos las personas con parálisis cerebral infantil pueden presentar algún tipo de déficit auditivo.

Además, de estas condiciones físicas o intelectuales, también puede aparecer otras dificultades o manifestaciones (Confederación ASPACE, 2012):

  • Conductuales: comportamiento agresivo o autolesivo, abulia (pasividad, falta de iniciativa, miedo al mundo exterior o inhibición) o esterotipia (hábitos atípicos y repetitivos).
  • Cognitivos: entre las más frecuentes se encuentran la falta de concentración y/o atención.
  • Lenguaje: se presentan dificultades de la capacidad de habla debido a la afectación de los músculos que controlan la boca, la lengua, el paladar y la cavidad bucal en general.
  • Emocionales: incremento de la prevalencia de los trastornos psicológicos y emocionales como los trastornos del estado de ánimo (depresión), ansiedad, inmadurez afectiva, entre otros.
  • Sociales: el trastorno motor puede provocar en muchos casos una mala adaptación al entorno social, produciendo un aislamiento o estigmatización social.
  • Aprendizaje: muchas personas pueden presentar una discapacidad intelectual o necesidades específicas de aprendizaje, aunque no tiene por qué correlacionarse con un CI más bajo de lo normal.

Diagnóstico

La mayoría de los casos de niños con parálisis cerebral se diagnostican durante los dos primeros años de vida. Sin embargo, si los síntomas que presenta son leves, puede complicar el diagnostico, llegando a retrasarse hasta los 4 o 5 años de edad.

Cuando existe la sospecha de la presencia de una parálisis cerebral infantil por un especialista lo más probable es que se realicen diversas intervenciones exploratorias (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

Los especialistas diagnostican la parálisis cerebral evaluando las habilidades motoras identificando los síntomas más característicos. Además, debe determinarse que no se trate de un estado degenerativo.

Una historia clínica completa, pruebas especiales de diagnóstico y en algunos casos controles repetidos, pueden ayudar a confirmar que otros trastornos no son el problema National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

En muchas ocasiones, se emplean pruebas adicionales para descartar otro tipo de trastorno. Las más empleadas con las de imágenes cerebrales (IRM), ecografía craneana, o la tomografía computarizada (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2010).

Tratamiento

Actualmente no existe un tratamiento curativo para la parálisis cerebral, pero se pueden poner en marcha diversas estrategias terapéuticas para que la persona pueda mantener su calidad de vida.

Se pueden emplear tratamientos que mejoren sus movimientos, que estimulen el desarrollo intelectual o que permitan desarrollar un nivel de comunicación eficiente, por tanto estimulando las relaciones sociales (Confederación ASPACE, 2012).

Existen diversos pilares fundamentales en la intervención terapéutica con los casos de parálisis cerebral: atención temprana, fisioterapia, logopedia, psicopedagogía, rehabilitación neuropsicológica, psicoterapia e intervención social (Confederación ASPACE, 2012).

En general, la mejor intervención terapéutica es la que empieza de forma temprana y que por tanto ofrece más y mejores oportunidades de desarrollo de capacidades o de aprendizaje.

El tratamiento por tanto puede incluir: terapia física y ocupacional; terapia de lenguaje; medicamentos para el control de síntomas epilépticos o de los espasmos musculares y el dolor; cirugía para corregir diversas alteraciones anatómicas; el empleo de adaptaciones ortopédicas (sillas de ruedas, andadores, ayudas de comunicación), etc. (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2016).

Referencias

  1. ASPACE. (2012). Confederación ASPACE. Obtenido de Parálisis cerebral: aspace.org
  2. Camacho-Salas, A., Pallás-Alonso, C., de la Cruz-Bértolo, J., Simón-de las Heras, R., & Mateos-Beato, F. (2007). Parálisis cerebral: concepto y registros de base poblacional. Rev neurol, 45(8), 503-508.
  3. Muriel, V., García-Molína, A., Aparicio-López, C., Enseñat, A., & Roig-Rovira, T. (2014). Estimulación cognitiva en niños con parálisis cerebral. Rev neurol, 59(10), 443-448.
  4. NIH. (2010). Cerebral Palsy. Obtenido de National Institute of Neurological Disorders and Stroke: espanol.ninds.nih.gov
  5. NIH. (2016). Cerebral Palsy. Obtenido de National Institute of Neurological Disorders and Stroke: ninds.nih.gov
  6. Póo Argüelles, P. (2008). Parálisis cerebral infantil. Asociación Española de Pediatría.
  7. Robania-Castellanos, G., Riesgo-Rodríguez, S., & Robania-Castellanos, M. (2007). Definición y clasificación de la parálisis cerebral:¿Un problema ya resulto? Rev Neurol, 45(2), 110-117.