Agustín de Hipona: quién fue, biografía, filosofía, aportes
¿Quién fue Agustín de Hipona, o san Agustín?
Agustín de Hipona (354-430) fue un filósofo y teólogo cristiano, considerado uno de los santos más influyentes tanto en el catolicismo como en la filosofía occidental. Se le conoce también como san Agustín, a secas. Escribió más de 232 libros, siendo los más destacados Confesiones y La ciudad de Dios.
Sus ideas y escritos fueron importantes para la dominancia del cristianismo tras la caída del Imperio romano. A menudo se le considera como el padre de la teología ortodoxa y el más grande de los cuatro padres de la Iglesia latina.
San Agustín fue fuertemente influenciado por las tradiciones filosóficas latina y griega, y las utilizó para comprender y explicar la teología cristiana. Sus escritos aún siguen siendo pilares destacados de la ortodoxia en la Iglesia cristiana.
Biografía de san Agustín
Agustín de Hipona, mejor conocido en la historia como san Agustín, nació el 13 de noviembre del 354 en África, en la ciudad de Tagaste. Su nombre es de origen latino y significa “aquel que es venerado”.
Familia
La madre de Agustín se llamó Mónica, y la historia de su vida también fue fascinante. Fue una mujer piadosa, canonizada como santa después por la Iglesia. Fue ella quien le enseñó siendo niño los principios básicos del cristianismo.
San Agustín fue el mayor de tres hermanos, y a los 17 años quedó huérfano de padre.
Estudios
En sus años tempranos, Agustín se caracterizó por ser un joven extremadamente desordenado, rebelde y muy difícil de controlar.
Sus padres decidieron que se trasladara a Cartago, la capital del estado, para estudiar filosofía, oratoria y literatura. Estando allí, Agustín desarrolló su personalidad rebelde y alejada del cristianismo.
Además, en Cartago comenzó a interesarse por el teatro, y tuvo algunos éxitos que le hicieron ganar popularidad y halagos.
Posteriormente, Agustín viajó a la ciudad de Madaura, en donde estudió gramática. En esta época se vio atraído por la literatura, especialmente la griega. La juventud de Agustín fue una época de excesos, aunque jamás abandonó sus estudios.
Formación en filosofía
Agustín había destacado en ámbitos como la retórica y la gramática, y había estudiado algo de filosofía, pero no era su punto más fuerte. Sin embargo, esto cambió en el 373, a sus 19 años.
En ese momento tuvo acceso al libro Hortensius, escrito por Cicerón, obra que le inspiró en gran medida y le hizo querer dedicarse por entero al aprendizaje de la filosofía.
En medio de este contexto, Agustín conoció a quien sería la madre de su hijo, una mujer con quien se relacionó durante 14 años. Su hijo se llamó Adeodato.
En su búsqueda constante de la verdad, Agustín contempló distintas filosofías sin encontrar aquella con la que se sintiera satisfecho. Entre las filosofías que consideró estuvo el maniqueísmo.
Etapa maniqueísta
Agustín se unió a la creencia maniqueísta, que era diferente del cristianismo. Cuando volvió a casa de vacaciones y le contó a su madre sobre ello, santa Mónica cayó en un estado de gran sufrimiento.
Se dice que ella se dedicó a la oración para que su hijo recapacitara y aceptara la religión cristiana. De hecho, Agustín siguió la doctrina maniqueísta durante varios años, pero la abandonó decepcionado al darse cuenta de que era una filosofía que apoyaba el simplismo, y favorecía una acción pasiva del bien frente al mal.
En el 383, a los 29 años, Agustín decidió viajar a Roma para dar clases y continuar con su búsqueda de la verdad.
Su madre quiso acompañarlo, y al último momento Agustín hizo una maniobra a través de la cual logró abordar el barco en el que iba a viajar y dejar a su madre en tierra. Sin embargo, Mónica tomó el siguiente barco con dirección hacia Roma.
Estando en Roma, Agustín sufrió una enfermedad que le hizo caer en cama. Al recuperarse, el prefecto de Roma y amigo personal, Símaco, intercedió para que Agustín fuese nombrado magister rethoricae en la ciudad que hoy es Milán. En este momento Agustín seguía siendo adepto a la filosofía maniqueísta.
Conversión
Fue entonces cuando Agustín comenzó a interactuar con el arzobispo de Milán, Ambrosio. Por intervención de su madre, que se hallaba ya en esta ciudad, asistió a las conferencias dadas por el obispo Ambrosio.
Las palabras de Ambrosio calaron hondo en Agustín, quien admiró a este personaje. A través de Ambrosio conoció las enseñanzas del griego Plotino, que era un filósofo neoplatoniano, así como los escritos de Pablo de Tarso, mejor conocido como san Pablo.
Todo esto fue el escenario perfecto para que Agustín decidiera dejar de seguir el maniqueísmo (luego de 10 años) y abrazara la fe cristiana.
Santa Mónica estuvo muy contenta por la decisión del hijo, le organizó la ceremonia bautismal y le buscó a una futura esposa, que según ella se adaptaba a la nueva vida que Agustín quería llevar. Sin embargo, Agustín decidió no casarse, sino vivir en celibato. La conversión de Agustín se dio en el 385.
Un año después, Agustín se dedicó por entero al aprendizaje y al estudio del cristianismo. Se mudó junto con su madre a Casiciaco, una ciudad ubicada cerca de Milán, y se entregó a la meditación.
Fue el 24 de abril del 387 cuando Agustín finalmente fue bautizado por el obispo Ambrosio; tenía 33 años. Santa Mónica murió poco después.
Vuelta a África
Agustín volvió a Tagaste y, al llegar, vendió sus bienes, donó el dinero a los pobres y se trasladó a una pequeña casa junto con unos amigos, en donde llevó una vida de carácter monástico. Unos años después, en el 391, fue nombrado sacerdote, como consecuencia de la postulación hecha por la misma comunidad.
Se dice que Agustín no quería ese nombramiento, pero al final lo aceptó; igual sucedió al ser nombrado obispo, en el 395. A partir de ese momento Agustín se mudó a la que era la casa episcopal, que él convirtió en monasterio.
Vida episcopal
Como obispo, Agustín tuvo mucha influencia en diversos tópicos y predicó en distintos contextos. Entre los espacios más importantes destacan los III Concilios Regionales de Hipona, celebrados en el 393 y los III Concilios Regionales de Cartago, que tuvieron lugar en el 397.
Además, también participó en los IV Concilios de Cartago, celebrados en el 419. En ambos concilios de Cartago, cumplió las funciones de presidente. En este época fue cuando escribió las obras más importantes de su vida: La ciudad de Dios y Confesiones.
Agustín murió el 28 de agosto del 430, a los 72 años de edad. Actualmente, sus restos se encuentran en la basílica de San Pietro in Ciel d’Oro.
Filosofía de san Agustín
Agustín escribió sobre las llamadas instancias arbitrales de la razón, que son las matemáticas, la lógica y el sentido común.
Estableció que estas instancias no provienen de los sentidos, sino de Dios, dado que son elementos universales, perennes y no pueden venir de la mente del humano, sino de algo que sea superior a este.
La particularidad que tuvo este acercamiento de Agustín a Dios es que le atribuye el origen de las que llamó las instancias arbitrales de la razón a través del pensamiento, no de elementos de la naturaleza o que pueden ser percibidos por los sentidos.
Entendimiento
Para Agustín, el entendimiento solo puede obtenerse a través de Dios. Indicó que el ser humano solo puede comprender la verdad de las cosas si obtiene ayuda de Dios, dado que este corresponde al origen de todas las cosas y de las verdades que existen.
Agustín expuso que la obtención de esta verdad se hace a partir de la introspección, a través de lo que denominó razón o alma, cuya esencia es Dios.
Es decir, que los sentidos no son la vía para comprender la verdad de las cosas. Esto es porque lo obtenido a través de los sentidos no es permanente, ni mucho menos eterno; por lo tanto, este conocimiento no es trascendental.
Otra de las ideas que expuso fue la inconformibilidad del ser humano todo el tiempo, en búsqueda de algo que sacie su sed eterna.
Según Agustín, esto es porque el final de esa búsqueda es Dios; el ser humano viene de Dios, por lo que ya conoció lo más elevado, y en su estadía en la Tierra no consigue nada que lo sacie porque nada se compara a Dios.
Niveles de pensamiento
Agustín determinó la existencia de tres niveles principales de entendimiento: se trata de las sensaciones, el conocimiento racional y la sabiduría propiamente dicha.
Las sensaciones constituyen la forma más básica y primaria de acercarnos a la verdad y a la realidad. Este elemento es compartido con los animales, razón por la cual es considerado como uno de los mecanismos más primitivos para obtener conocimiento.
El conocimiento racional está ubicado en el punto medio de la escalera. Es propio de los seres humanos y tiene que ver con llevar a la acción los pensamientos. A través de la sensibilidad, el ser humano obtiene conocimiento de lo que Agustín denominó objetos sensibles.
El elemento característico de este conocimiento racional es que se toman en cuenta los sentidos para comprender aquellos elementos tangibles y materiales, pero a través de la mente es posible analizarlos y considerarlos desde los modelos eternos y no corpóreos.
Por último, en la cúspide de la lista se encuentra la sabiduría, que es tomada en cuenta considerando la capacidad que llegan a tener los seres humanos de adquirir conocimiento eterno, trascendental y valioso sin hacerlo a través de los sentidos.
En lugar de utilizar los sentidos, los seres llegan al conocimiento por medio de la introspección y de la búsqueda de la verdad en el interior de cada quien, que está representado por Dios.
Para Agustín, es Dios la base de todos los modelos y normas que existen, así como de todas las ideas que surgen en el mundo.
Alma racional
Es importante recalcar un concepto fundamental del pensamiento de Agustín. Consideraba que el alma era el vehículo a través del cual era posible alcanzar el conocimiento, o las ideas de todas las cosas, encarnadas en la figura de Dios.
Sin embargo, Agustín determinó que solo el alma racional era capaz de llegar a este conocimiento. Esta concepción de racionalidad es reflejo de que reconocía ampliamente la importancia de la razón, y su concepción de que esta no era enemiga de la fe.
A la necesidad de la racionalidad, agrega también que el alma debe estar motivada por completo por el amor a la verdad y a Dios, para así poder acceder al verdadero conocimiento.
Religión y filosofía
Agustín indicó varias veces que la fe y la razón no eran incompatibles, sino que más bien se complementaban entre sí. Para él, el verdadero opuesto de la fe no era la razón, sino la duda.
Una de sus máximas fue “entiende para que puedas creer, y cree para que puedas entender”, haciendo énfasis en que primero debe comprenderse para luego poder creer.
Además, para Agustín el punto más elevado de la filosofía era el cristianismo. Por ello, para este filósofo la sabiduría estaba asociada con el cristianismo y la filosofía con la religión.
Agustín estipuló que el amor es el motor que mueve y motiva la búsqueda de la verdad. Al mismo tiempo, indicó que la fuente de ese amor esencial es Dios.
Así mismo, explicó que el autoconocimiento era otra de las certezas a las que podía llegar el ser humano, y que debe estar basado en el amor. Para Agustín, la felicidad plena estaba dada por el amor al conocimiento propio y a la verdad.
Creación del mundo
Agustín era simpatizante de la doctrina del creacionismo en cuanto a que indicó que fue Dios quien creó todo lo que existe, y que esta creación se generó de la nada, pues nada pudo haber existido antes que Dios.
Sin embargo, dentro de sus concepciones también había cabida a una cierta teoría de la evolución, dado que consideraba cierto que fue Dios quien generó los elementos fundamentales de la creación, pero que posteriormente estos elementos siguieron evolucionando y generando todo lo que existió luego.
Reencarnación
Agustín estableció que el ser humano ya había conocido a Dios porque se generó en él, y que a ese Dios es a quien busca regresar durante toda su existencia en el planeta.
Tomando esto en cuenta, dicho argumento puede relacionarse con uno de los preceptos esenciales de la teoría de la reminiscencia platónica, que indica que conocer es igual a recordar.
Sin embargo, en el caso de la interpretación de Agustín esta consideración no es del todo cónsona con su pensamiento, pues era un férreo detractor de la reencarnación, por lo que se identificaba más con la noción esencial del cristianismo, según la cual el alma solo existe una vez, no más.
Obras de san Agustín
Las obras de Agustín fueron extensas y variadas. A continuación describiremos sus publicaciones más importantes y trascendentes:
Confesiones
Esta obra autobiográfica fue escrita aproximadamente en el 400. En ella, Agustín declara el amor por Dios a través del amor por su propia alma, que en esencia representa a Dios.
La obra consta de 13 libros, originalmente reunidos en un solo tomo. Aquí Agustín narra cómo fue su juventud rebelde y alejada de la espiritualidad, y cómo se convirtió al cristianismo.
Confesiones se considera la primera autobiografía que se escribió en Occidente, y se enfoca especialmente en narrar el proceso de evolución que tuvo su pensamiento desde su juventud hasta su conversión cristiana.
El principal elemento de Confesiones es la importancia dada al ser interior, a observarlo, escucharlo y meditar en función de este. En una palabra, a la introspección.
Para Agustín, a través del conocimiento propio y del acercamiento del alma es posible llegar a Dios y, por ende, a la felicidad. Esta obra es considerada una obra maestra de la literatura de Europa.
La ciudad de Dios
El título original de este libro fue La ciudad de Dios contra los paganos. Está conformado por 22 libros, escritos al final de su vida. Tardó para escribirlo unos 15 años, desde el 412 hasta el 426.
Esta obra se escribió en el marco de la caída del Imperio romano, como consecuencia del sitio perpetrado por los adeptos al rey visigodo Alarico I. En el 410 entraron a Roma y saquearon la ciudad.
Algunos contemporáneos de Agustín indicaron que la caída del Imperio romano se debió al auge del cristianismo y, por ende, a la pérdida de las costumbres esenciales de dicha civilización.
Leyes históricas
Agustín no estaba de acuerdo con esto e indicó que son las llamadas leyes históricas las que determinan si un imperio se mantiene en pie o si se desvanece. Según Agustín, estas leyes no pueden ser controladas por los seres humanos, dado que son superiores a estos.
Para Agustín, la historia no es lineal, sino que se mueve de forma ondulatoria, retrocede y avanza, y a la vez es un movimiento que está predeterminado. El fin último de todo este movimiento de la historia es llegar a lo más elevado: la ciudad de Dios.
El argumento central de La ciudad de Dios es comparar y enfrentar ala que Agustín llamó ciudad de Dios, que corresponde a las virtudes, la espiritualidad y el buen accionar, con la ciudad pagana, vinculada con el pecado y otros elementos considerados decadentes.
Para Agustín, la ciudad de Dios estaba encarnada dentro de una motivación protagonizada por el amor a Dios, representado por la Iglesia.
En cambio, la motivación asociada a la llamada ciudad pagana o ciudad de los hombres era el amor a sí mismos, y el representante de este amor era el Estado.
Teología y política
Dentro de este libro Agustín habla sobre el carácter supersticioso y de lo absurdo que es para él creer en un dios solo porque se recibirá algo a cambio.
Además, en este libro Agustín hace énfasis en la separación que debe existir entre política y teología, dado que expresó en todo momento que su doctrina no era política, sino más bien espiritual.
Según indican distintos estudiosos del trabajo de Agustín, la mayor importancia de esta obra tiene que ver con el hecho de que este filósofo presentó allí una interpretación particular de la historia, indicando que existe lo que se ha denominado progreso.
Se cree que Agustín fue el primer filósofo en incluir el concepto de progreso dentro de la filosofía enfocada en la historia.
Retractaciones
Este libro fue escrito por Agustín hacia el final de su vida, y en él analizó las distintas obras que publicó, resaltando los elementos más relevantes de cada una, así como los elementos que lo motivaron a escribirlas.
Estudiosos de la obra de Agustín han indicado que esta obra, de algún modo compilatoria, es un material muy útil para llegar a comprender de forma cabal cómo evolucionó su pensamiento.
Cartas
Es una compilación de índole más personal, en donde se contemplan las más de 200 cartas que Agustín envió a diferentes personas, y en las que habló sobre su doctrina y su filosofía.
Aportes de san Agustín
Teoría del tiempo
En su libro Confesiones, San Agustín señaló que el tiempo es parte de un orden dado dentro de la mente humana. Para él no hay un presente sin pasado y mucho menos un futuro sin presente.
Debido a ello, menciona que el presente de las vivencias pasadas se mantiene en la memoria, mientras que el presente de vivencias actuales se establece en un futuro próximo.
Con ello logró dar a entender que incluso al recordar se mantiene el humano en un presente (revive el momento), y al soñar con acciones futuras.
Aprendizaje del lenguaje
Aportó grandes pensamientos sobre el lenguaje humano, haciendo referencia a la manera en que los niños aprenden a hablar por medio del entorno y la asociación.
Así mismo, aseguró que mediante el habla solo se busca enseñar, porque al preguntar incluso por algo desconocido, se le permite a la persona que tiene la respuesta reflexionar sobre lo que dirá y exponer su punto de vista libremente.
También recalcó que la oración era un método de comunicación que se mantenía en el alma, y que servía solo para comunicarse con Dios de manera directa, para calmar preocupaciones y avivar esperanzas.
Señalamiento de la fe como búsqueda de la comprensión
San Agustín afirmó que se debía “creer para entender”, señalando así a la fe como el método perfecto para el entendimiento, ya que es la base de un testimonio y verdad, mediante la razón del sentir.
Con base en ello, invitó a los cristianos a entender la realidad conforme a su fe y las doctrinas impuestas, para que notasen así que todo estaba relacionado. Siempre y cuando la fe no fuese indiferente a la razón, se llegaría a un entendimiento pleno.
Influyó en el argumento ontológico
Sus escritos relacionados con la fe cristiana dieron fuerza al argumento ontológico, dejando claro que Dios era un ser como ningún otro podría existir, alguien sublime y supremo, explicando a los creyentes que al conocerle se sabía la verdad.
Ilustró a Dios como eterno y conocedor de la verdad
Para san Agustín el ser humano era capaz de aprender verdades universales, incluso por encima de su propio conocimiento. Por tanto, al comprender los designios de Dios, se obtenía sabiduría, porque él era la eterna verdad.
Creó una teoría del conocimiento humano
Debido a su percepción del conocimiento, creo una teoría conocida como “iluminación divina”, donde menciona que Dios es capaz de iluminar y brindar conocimiento a la mente humana otorgándole las verdades divinas.
Por tanto, quien conozca a Dios y tenga seguridad de su verdad universal, puede develar misterios.
Referencias
- Kenneth R. Samples. Top Then Things Agustine Contributed to Philosophy part I. (2012). Publicado en reasons.org
- Frederick Copleston, A History of Philosophy, vol. 2. (New York, 1993. Recuperado de minerva.elte.hu
- Hal M. Helms (editions). The Confessions of Saint Agustin. (USA, 2010). Recuperado en www.paracletepress.com/ samples/exc-confessions-of-augustine-essential.pdf
- Stanford Encyclopedia of Philosophy. Divine Illumination (2015). Recuperado en plato.stanford.edu
- Beryl Seckington. Divine Illuminations and revelation, the agustinian theory of Knowledge. (2005). Recuperado en agustinianparadigm.com.