Anatomía y fisiología

Diáfisis: funciones, composición, fracturas


La diáfisis es la parte central de los huesos largos. Se encarga de soportar el peso del cuerpo a modo de columnas y, a la vez, incrementar la potencia de los músculos funcionando como palanca. No todos los huesos tienen diáfisis, solo los huesos largos. Las estructuras óseas donde se encuentra están ubicadas principalmente en las extremidades.

Así, los huesos del cuerpo que tienen diáfisis son: en las extremidades superiores, el húmero, el radio, la ulna (anteriormente conocida como cúbito), los metacarpianos y las falanges; y en las extremidades inferiores los huesos con diáfisis son el fémur, la tibia, la fíbula (conocida antes como peroné), los metatarsianos y las falanges.

Además de los mencionados previamente, las costillas y las clavículas también son huesos largos con diáfisis aunque no se encuentren en las extremidades. Todos los huesos con diáfisis se conocen como huesos largos y además de la parte central (diáfisis) cuentan dos partes adicionales.

Estas dos partes son las epífisis, localizadas en los extremos del hueso; y las metáfisis, que se sitúan en la unión de la diáfisis y la epífisis. Cada una de estas secciones del hueso tiene funciones específicas para el adecuado funcionamiento del esqueleto. 

El resto de los huesos del organismo no cuenta con diáfisis. Son clasificados como huesos planos, y su estructura y función son diferentes a las de los huesos largos.

Composición de la diáfisis

En general, los huesos largos están compuestos por dos partes bien diferenciadas: la corteza o hueso cortical, y la médula ósea.

La corteza representa el exterior del hueso y se encuentra recubierta por el periostio, mientras la médula ocupa el interior del hueso, discurriendo en su interior vasos sanguíneos y linfáticos.

Hueso cortical

La corteza está compuesta por hueso denso, de estructura laminar, muy duro y con cierta torsión que le permite soportar las grandes tensiones a las que suele estar sometida la diáfisis.

La corteza está organizada a manera de tubo, lo cual permite que el hueso sea muy resistente pero a la vez ligero. Sin embargo, no se trata de un tubo hueco sino con un tejido muy importante en su interior: la médula ósea. 

En su exterior la diáfisis de los huesos largos está recubierta por una fina capa de tejido fibroso ricamente inervada conocida como “periostio”, la cual es la responsable de la sensibilidad y a la vez funciona como punto de anclaje para las inserciones de músculos y tendones.

Médula ósea 

La médula ósea es un tejido blando constituido por células hematopoyéticas (productoras de glóbulos rojos) durante la infancia. Posteriormente están conformadas principalmente por tejido graso.

La médula ósea funciona a manera de amortiguador, absorbiendo las fuerzas que se generan hacia el interior de la diáfisis.

Funciones de la diáfisis

Las diáfisis tienen dos funciones principales:

1- Esta estructura es capaz de soportar el peso del cuerpo humano a manera de “pilón o columna”, en especial la diáfisis del fémur y la diáfisis de la tibia; también pueden hacerlo la diáfisis del húmero y la diáfisis de la ulna (radio), aunque en menor medida y por tiempo limitado.

2- Sirve como punto de anclaje a los músculos (a través de los tendones) y ciertos ligamentos, permitiendo que la fuerza generada por el sistema muscular no solo se transmita a los huesos, sino que se amplifique al funcionar como palancas.

Dado que existe más de un músculo tomando inserción en la diáfisis de los huesos, estas cuentan con estructuras especializadas que permiten aumentar la superficie de inserción, (por ejemplo, la línea áspera en la diáfisis del fémur). Estas estructuras forman surcos y valles en la diáfisis donde los tendones de los músculos toman inserción individualmente.

Por lo general los músculos se insertan en dos huesos consecutivos, pasando en la mayoría de los casos sobre una articulación (unión entre dos huesos específicos). Entonces, según el punto fijo que tome la contracción muscular se tendrá un movimiento u otro en la extremidad.

Fracturas diafisarias

Las fracturas diafisarias son las más frecuentes en los huesos largos. Por lo general ocurren debido a un impacto directo, donde la fuerza se aplica en sentido perpendicular al eje mayor del hueso.

Según sus características las fracturas diafisarias pueden clasificarse en simples (cuando la diáfisis se fractura en un solo punto), complejas (cuando la fractura ocurre en dos o más puntos) y conminutas (cuando la diáfisis se fractura en múltiples fragmentos).

Además, las fracturas pueden ser transversas (el trazo de fractura tiene una dirección perpendicular al eje mayor del hueso), oblicuas (trazo de fractura entre 30 y 60 º con relación al eje mayor del hueso) y espirales (forman un espiral en torno a la diáfisis).

Según el tipo de fractura se decide el tipo de tratamiento para la misma. Ecisten dos opciones básicas: tratamiento ortopédico y tratamiento quirúrgico.

Tratamiento ortopédico

El tratamiento ortopédico (conservador o no invasivo) es aquel que consiste en inmovilizar la extremidad donde se presenta la fractura diafisiaria mediante algún elemento ortopédico.

Por lo general se emplean escayolas de yeso o de material sintético, aunque también se pueden emplear dispositivos de inmovilización como la tracción esquelética.

El objetivo de este tratamiento es mantener los extremos de la fractura en contacto a fin de permitir que el tejido cicatrizal forme un callo que a la postre fusionará ambos extremos.

El tratamiento ortopédico suele reservarse a fracturas simples y transversas, aunque no se trata de una condición sine qua non.

Por otra parte, este es el tratamiento de elección siempre que no exista contraindicación en los niños, dado que los procedimientos quirúrgicos pueden dañar el cartílago de crecimiento y comprometer la longitud final de la extremidad.

En los casos de fracturas diafisiarias de huesos largos de las manos y pies —metacarpianos y metatarsianos—, el tratamiento de elección suele ser ortopédico (inmovilización) aunque en ciertos casos es necesario requerir a la cirugía.

Tratamiento quirúrgico

El tratamiento quirúrgico de las fracturas diafisarias consiste en realizar una cirugía. A través de una incisión en la piel se accede a los planos musculares, los cuales son separados para tener acceso al foco de fractura.

Una vez en el área se puede echar mano de diferentes materiales de síntesis como las placas corticales con tornillos corticales, que son ideales para las diáfisis de huesos que no llevan carga como el húmero, la ulna, el radio y la fíbula.

También se puede hacer uso de los clavos endomedulares (bloqueados o no con tornillos corticales), estos son ideales para el tratamiento de huesos que llevan carga, como el fémur y la tibia.

Independientemente del material de osteosíntesis elegido, el procedimiento es realizado por el cirujano ortopedista bajo anestesia general. El objetivo mantener todos los fragmentos de la fractura unidos entre sí mediante el clavo o la placa, algo que no sería posible en ciertos casos con el tratamiento ortopédico.

En los casos de fracturas diafisarias de metacarpianos y metatarsianos suele usarse como material de síntesis alambres especiales o tornillos, aunque estos procedimientos se reservan para fracturas muy complejas que no sería posible resolver con tratamiento ortopédico.

Por lo general este tratamiento se reserva para fracturas espirales, conminutas o complejas, siempre que no exista contraindicación.

Referencias 

  1. Caesar, B. (2006). Epidemiology of adult fractures: a review. Injury37(8), 691-697.
  2. Hill Hastings, I. I. (1987). Unstable metacarpal and phalangeal fracture treatment with screws and plates. Clinical Orthopaedics and Related Research214, 37-52.