¿Qué es la dinámica de los ecosistemas? Definlción, relaciones
¿Qué es la dinámica de los ecosistemas?
La dinámica de los ecosistemas hace referencia al conjunto de cambios continuos que ocurren en el ambiente y en sus componentes bióticos (plantas, hongos, animales, entre otros).
Tanto los componentes bióticos como abióticos (agua, aire, temperatura, luz, etc.) que forman parte de un ecosistema se encuentran en un equilibrio dinámico que le da estabilidad. Del mismo modo, el proceso de cambio define la estructura y apariencia del ecosistema.
A simple vista se puede notar que los ecosistemas no son estáticos. Existen modificaciones rápidas y dramáticas, como aquellas que son producto de algún desastre natural (como un terremoto o un incendio).
Del mismo modo, las variaciones pueden ser lentas, como los movimientos de las placas tectónicas.
Las modificaciones también pueden ser producto de las interacciones entre los organismos vivos que habitan en una región determinada, como la competencia o la simbiosis. Además, existe una serie de ciclos biogeoquímicos que determinan el reciclaje de los nutrientes, como carbono, fósforo, calcio, entre otros.
Si logramos identificar las propiedades emergentes que surgen gracias a la dinámica de los ecosistemas, podemos aplicar esta información a la conservación de las especies.
Definición de ecosistema
Un ecosistema está constituido por todos los organismos que están interrelacionados con el medio físico en el que viven.
Para una definición más puntual y sofisticada, podemos citar a Eugene Odum, que define ecosistema como “cualquier unidad que incluye todos los organismos de un área dada, interactuando con el ambiente físico, con un flujo de energía a través de una estructura trófica definida, diversidad biótica y ciclos de materiales”.
C.S. Holling, por su parte, nos ofrece una definición más breve: “un ecosistema es una comunidad de organismos cuyas interacciones internas entre ellos determinan el comportamiento del ecosistema más que los eventos biológicos externos”.
Tomando en cuenta ambas definiciones podemos concluir que el ecosistema está integrado por dos tipos de componentes: los bióticos y los abióticos.
Los bióticos, o fase orgánica, comprende a todos los individuos vivos del ecosistema, llámense hongos, bacterias, virus, protistas, animales y plantas. Estos se organizan en distintos niveles dependiendo de su papel, ya sea productor, consumidor, entre otros.
Por otra parte, los abióticos comprenden los elementos no vivos del sistema, como el agua, la luz, el aire, la temperatura, la humedad, el pH, el oxígeno, el suelo y distintos nutrientes.
Existen diferentes tipos de ecosistemas y se clasifican dependiendo de su ubicación y composición en diversas categorías, como la selva tropical lluviosa, desiertos, praderas, bosque caducifolio, entre otros.
Relaciones entre los seres vivos
La dinámica de los ecosistemas no está determinada estrictamente por las variaciones en el ambiente abiótico. Las relaciones que establecen los organismos entre sí también juegan un papel clave en el sistema de cambios.
Las relaciones que existen entre los individuos de distintas especies afectan una variedad de factores, como su abundancia y distribución.
Además de mantener un ecosistema dinámico, estas interacciones tienen un papel evolutivo clave, donde el resultado a largo plazo son procesos de coevolución.
Aunque se pueden clasificar de diferentes maneras, y los límites entre las interacciones no son precisos, podemos mencionar las siguientes interacciones:
Competición
En la competencia o competición, dos o más organismos afectan su tasa de crecimiento y/o de reproducción. La competencia es intraespecífica cuando la relación ocurre entre organismos de la misma especie, y la interespecífica ocurre entre dos o más especies diferentes.
Una de las teorías más importantes en ecología es el principio de exclusión competitiva: “si dos especies compiten por los mismos recursos, no pueden coexistir indefinidamente”. En otras palabras, si los recursos de dos especies son muy similares, una va a terminar desplazando a la otra.
En este tipo de relación también entra la competencia entre machos y hembras por una pareja sexual que invierta en el cuidado parental.
Explotación
La explotación ocurre cuando “la presencia de una especie A estimula el desarrollo de B y la presencia de B inhibe el desarrollo de A”.
Estas son consideradas relaciones antagónicas, y algunos ejemplos son los sistemas depredadores y presas, plantas y herbívoros y parásitos y hospedadores.
Las relaciones de explotación pueden ser muy específicas. Por ejemplo, un depredador que solo consuma un límite muy cerrado de presas –o puede ser amplio, si el depredador se alimenta de una amplia gama de individuos–.
Lógicamente, en el sistema depredador y presa, estas últimas son las que experimentan la mayor presión selectiva, si queremos evaluar la relación desde el punto de vista evolutivo.
En el caso de los parásitos, estos pueden vivir en el interior del huésped o ubicarse en su exterior, como los conocidos ectoparásitos de los animales domésticos (pulgas, piojos y garrapatas).
También existen las relaciones entre el herbívoro y su planta. Los vegetales cuentan con una serie de moléculas que son desagradables al gusto de su depredador, y estos a su vez desarrollan mecanismos de detoxificación.
Mutualismo
No todas las relaciones entre especies tienen consecuencias negativas para una de ellas. Existe el mutualismo, donde ambas partes se benefician de la interacción.
El caso más obvio de mutualismo es la polinización, donde el polinizador (que puede ser un insecto, un ave o un murciélago) se alimenta del néctar de la planta rico en energía y beneficia a la planta favoreciendo la fecundación y dispersando su polen.
Estas interacciones no tienen ningún tipo de conciencia o interés por parte de los animales. Es decir, el animal encargado de la polinización no busca en ningún momento “ayudar” a la planta.
Debemos evitar extrapolar las conductas altruistas humanas al reino animal para evitar confusiones.
Ciclos biogeoquímicos
Además de las interacciones de los seres vivos, los ecosistemas son influenciados por diversos movimientos de los nutrientes principales que tienen lugar de manera simultánea y continua.
Los más relevantes involucran a los macronutrientes: carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, fósforo, azufre, calcio, magnesio y potasio.
Estos ciclos forman una matriz intrincada de relaciones que alterna el reciclaje entre las partes vivas del ecosistema con las regiones no vivas –ya sea cuerpos de agua, atmósfera y biomasa–. Cada ciclo involucra una serie de pasos de producción y descomposición del elemento.
Gracias a la existencia de este ciclo de nutrientes, los elementos claves de los ecosistemas se encuentran disponibles para ser usados repetidas veces por los integrantes del sistema.
Referencias
- Elton, C. S. Animal ecology. University of Chicago Press.
- Monge-Nájera, J. Biología general. EUNED.
- Origgi, L. F. Recursos naturales. Euned.