Definición de blasfemia
Una blasfemia es un dicho que ofende o ultraja a un ser o a algo sagrado. El concepto proviene del término latino blasphemĭa, que a su vez deriva del griego blasphēmía.
Antes de avanzar en la definición de blasfemia, por lo tanto, debemos centrarnos en la idea de sagrado. Lo sagrado es aquello que tiene un vínculo con una divinidad y que resulta objeto de culto y veneración. Una imagen de Jesucristo o una biblia son objetos sagrados para el cristianismo, por ejemplo.
Cuando persona ataca verbalmente a estos elementos sagrados, pronuncia una blasfemia. Lo mismo ocurre cuando agrede de manera directa a una divinidad o se burla de ella. En muchos países existen leyes que castigan las blasfemias ya que se consideran como agresiones contra Dios o contra los dioses.
Las blasfemias muchas veces surgen a partir de una irreverencia hacia objetos, personajes o ritos relacionados con la religión. El individuo incluso puede no tener la intención de ofender a los creyentes, pero sus palabras provocan de todas maneras un sentimiento negativo.
Hay teocracias que sancionan a quienes expresan blasfemias con la pena de muerte. En otras naciones, en cambio, se privilegia la libertad de expresión y no existen normativas que castiguen las blasfemias.
En diversas culturas occidentales existe la idea de que la religión pertenece, junto con la política y los deportes, a un grupo de temas que no conviene abordar en una conversación con personas ajenas al círculo íntimo. Uno de los motivos por los cuales este puede ser un buen consejo es que, más allá de las ofensas que nuestras opiniones puedan causar en el otro, también nos pueden acarrear problemas profesionales o incluso enemistades que deriven en respuestas agresivas.
Si estamos conversando con alguien a quien no conocemos en profundidad, se recomienda no hablar de ninguno de estos tres temas en profundidad, especialmente de religión, ya que nunca sabemos si nuestro próximo comentario puede herir los sentimientos del otro. La blasfemia puede parecer algo imperdonable para algunos, pero muchas veces surge como una mera opinión por parte de quienes no creen en la existencia de dios, sin la intención de ofender a nadie.
Veámoslo desde otra perspectiva. En Japón, los ancianos reciben un nivel de respeto que no es normal en occidente; por lo general, se los considera personas muy sabias y se los trata con un gran cariño. Si nos remitimos a las diferentes formas de arte de este país, rara vez encontraremos una burla hacia la tercera edad, a menos que sea en tono afectuoso o bien haciendo referencia a la personalidad de un anciano en particular. Sobra decir que esto no es así en la mayoría de los países occidentales, sino que el trato que reciben los mayores bien podría ser calificado de blasfemia.
Los occidentales estamos acostumbrados a quejarnos de los ancianos, a criticar sus costumbres, como ser el hecho de que se levanten muy temprano y obstruyan los mostradores de farmacias y bancos; por aquí es normal que las comedias hagan mofa de la senilidad y apología de los geriátricos. Si los ancianos fueran dioses, seguramente todas estas ideas serían consideradas blasfemias. Y aquí entra la pregunta cuya respuesta que nos puede llevar a una mejor convivencia: ¿qué ganamos con atacar aquello en lo que otros creen?
Cuando en 1988 publicó su libro “Los versos satánicos”, el escritor Salman Rushdie fue acusado de blasfemo. El ayatolá Ruhollan Jomeiní, en este marco, ordenó a través de un edicto religioso que Rushdie fuese ejecutado por ofender al islam. Desde entonces el autor permanece custodiado ya que recibe amenazas de muerte de parte de fanáticos religiosos que consideran que su obra contiene blasfemias.