La Hipótesis de la Idiocracia: ¿somos cada vez menos inteligentes?
¿El ser humano se está volviendo idiota? Hay quienes opinan que sí, aunque sus explicaciones son muy variadas. Tenemos a quienes dicen que es porque la gente menos lista se reproduce más, y tenemos a quienes indican que esto lleva tiempo sucediendo, por culpa de que vivimos en sociedades cada vez más avanzadas.
A continuación vamos a hablar de la controvertida hipótesis de la idiocracia, algunas de sus explicaciones y porqués de esta aparente reducción de nuestra inteligencia colectiva.
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¿Qué es la Hipótesis de la Idiocracia?
Es por muchos conocido el famoso efecto Flynn. De acuerdo con quien lo propuso, el neozelandés James Flynn, durante el pasado siglo XX se produjo un aumento importante de la inteligencia media de la población en los países occidentales.
Hoy en día, este mismo fenómeno es el que se puede ver en países en vías de desarrollo. Como principal explicación, se ha planteado que una mejor alimentación, más entornos estimulantes, una mejor formación y una menor incidencia de enfermedades infecciosas ha contribuido al aumento de la inteligencia.
Sin embargo, parece que también se está dando un efecto contrario. Hay países desarrollados en los que parece haber un descenso del CI de la población, como es el caso de Noruega, Dinamarca, Finlandia, Reino Unido y Australia. No se sabe si esta tendencia de bajada seguirá a largo plazo o llegará un momento en que se estabilice en los países que ya han alcanzado sus niveles más altos de CI poblacional.
Algunos defienden que esta tendencia de bajada va a seguir, en especial en los países desarrollados. Creen que los valores medios del CI poblacional van a ir cayendo con especial intensidad en los países del bienestar, en los que se supone que ya se ha alcanzado el tope de toda mejora social posible. En esas sociedades, la población va a ser menos inteligente de media, lo cual ha hecho que se hable de una peculiar idea de nombre polémico: la hipótesis de la idiocracia.
Esta hipótesis tiene su origen en una película, “Idiocracy” (2006) de Mike Judge que, a pesar de no ser un “blockbuster”, no pasó inadvertida. En ella se habla de un mundo futurista, en el año 2500, en el que a causa de que el ser humano lleva cientos de años sin ser sujeto a las presiones evolutivas, teniendo todo a su alcance y sin necesidad de usar la inventiva para progresar más, ha acabado volviéndose idiota. La hipótesis de la idiocracia plantea, básicamente, que esto podría pasar, que no es solo una trama de ficción fílmica.
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¿Nos estamos volviendo idiotas?
Si bien la hipótesis de la idiocracia es muy controvertida y muy discutible, en los últimos años se han producido cambios en el CI poblacional que han hecho que haya sido inevitable sacarla a debate. Una de las explicaciones detrás de la hipótesis de la idiocracia nos habla de que a lo largo del XX se superpusieron dos fenómenos diferentes. Por un lado, el efecto Flynn del que hemos hablado, y por el otro, una reducción del cociente intelectual de base hereditaria, motivado por la acumulación de rasgos intelectuales desfavorables en la población.
Algunos defensores de la hipótesis de la idiocracia plantean que la sociedad está viendo reducido su CI porque las parejas formadas por personas menos inteligentes son las que, por regla general, tienen más hijos. Se tiene la idea de que una menor inteligencia implica también menor responsabilidad, menor conciencia y mayor impulsividad, lo cual implicaría un menor cuidado a la hora de emparejarse y mantener relaciones con otras personas. En otras palabras, las personas menos inteligentes serían menos propensas a usar profilaxis o reprimir sus ganas de tener sexo.
Según esta interpretación, los efectos potenciadores de la inteligencia, como una mejor alimentación, más entornos estimulantes y buena educación, ya habrían agotado toda posibilidad de producir mejoras en las sociedades del bienestar. Llegados a ese punto, solo se podrían manifestar los efectos disgenésicos (variables genéticas negativas) de la cada vez mayor descendencia de las personas menos inteligentes.
En los países occidentales se ha ido dando un descenso de las tasas de natalidad en los países occidentales y, desde hace unas pocas décadas, en casi todos los países del mundo. La mejora de las condiciones de vida y, en especial, el acceso de las mujeres a la educación e incorporación al mundo del trabajo ha provocado una fuerte reducción de la fecundidad en todo el mundo.
Por otro lado, en los países de menor natalidad, son las parejas con menos estudios las que tienen más descendencia. Los que defienden esta explicación detrás de la hipótesis de la idiocracia, defienden que ese menor nivel formativo es reflejo, de una u otra manera, de un nivel inferior intelectual de base genética (y se asume que es hereditario), el nivel intelectual medio de la población descendería durante las próximas décadas. De esto se extrae que, como la gente más inteligente no se reproduce tanto y la gente menos inteligente sí, es esperable que cada vez haya más gente menos inteligente y baje el CI poblacional.
Esta explicación detrás de la hipótesis de la idiocracia es sumamente discutible. Es muy aventurado afirmar que las diferencias del nivel formativo son el fiel reflejo de una menor inteligencia hereditaria. Se sabe que las condiciones en las que uno se ha criado, variables ambientales como la educación parental y escolar o el acceso a servicios de salud, son determinantes del nivel de desempeño escolar y el número de años que permanecerá una persona en el sistema formativo. Y eso también implica mejores resultados en los tests de CI.
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Idiocracia e historia de la evolución
La anterior explicación relacionada con la hipótesis de la idiocracia es controversa. Presuponer que la inteligencia poblacional en los países avanzados sólo va a decaer porque no se puede progresar más y los menos inteligentes se van a reproducir más que los inteligentes es una presuposición arriesgada. No obstante... ¿Y si este fenómeno no tiene que ver con lo avanzada que sea una sociedad? ¿Y si hace miles de años que estamos volviéndonos menos inteligentes?
El ser humano lleva miles de años superando las adversidades que le depara la naturaleza. Ya hace mucho tiempo que no tenemos que salir a cazar, pescar, recolectar frutos y defendernos de bestias salvajes por uno mismo. Hoy en día, cada persona se especializa en una tarea concreta, y si requiere de un servicio o producto en concreto, recurre a otra persona que se especialice en el mismo. Vivimos en sociedades, dependiendo los unos de los otros, confinado en los diferentes conocimientos y habilidades que cada uno dispone.
Estudios de la última década han apuntado que a lo largo de la historia de la humanidad, el cerebro humano se redujo críticamente. Hasta hacía poco se sabía que nuestro encéfalo había reducido su tamaño, pero se apuntaba este hecho a unos 300.000 a 35.000 años atrás. Sin embargo, ahora se ha visto que el fenómeno debió ocurrir hace tan solo 3.000 años, cuando el ser humano ya conocía la escritura, China y Mesopotamia ya existían y la civilización romana estaba a punto de nacer.
Así pues, la reducción de nuestro cerebro es, evolutivamente hablando, un acontecimiento muy reciente. Sin embargo, ¿qué tiene que ver esto con la hipótesis de la idiocracia? ¿Un menor cerebro implica una menor inteligencia? Realmente no, pero nos podría dar pistas de cómo el cambio comportamental del ser humano cambió también su constitución y su forma de relacionarse con los demás.
Nuestro linaje ha cuadruplicado su tamaño en los últimos 6 millones de años. Durante los primeros millones de años el crecimiento inicial, alcanzando al Homo erectus (10 a 2,5 Ma) el aumento del volumen cerebral se debió únicamente al aumento del tamaño corporal. Fue a partir del Homo erectus en el que el cerebro humano comenzó a aumentar a gran velocidad. algo que se atribuyó al descubrimiento del fuego y su uso para cocinar. Cocinar los alimentos era un evento social, en el que la tribu se reunía alrededor del fuego esperando su turno para comer y socializando durante el proceso.
A partir de 1,5 Ma en adelante, el crecimiento de nuestro cerebro fue desacelerándose, pero se mantuvo estable durante el Pleistoceno. Pero, llegados a los 3000 años, el tamaño de nuestro encéfalo toma la tendencia contraria, reduciéndose. Empezó a perder tamaño a una tasa 50 veces mayor que aquella con la que había estado creciendo. Una de las explicaciones que se han barajado para esta reducción considerable del tamaño de nuestro cerebro es el síndrome de domesticación. Se ha dicho que, en realidad, los seres humanos presentamos muchos rasgos típicos de animales domesticados.
Se ha podido comprobar que especies domesticadas, como los perros, presentan un cerebro más pequeño que el de sus homólogos silvestres, los lobos, pero sin perder facultades cognitivas. De hecho, hay casos en los que la especie domesticada es más inteligente a pesar de contar con un tamaño encefálico menor, como es el caso de algunas razas de perros.
Otra de las explicaciones con respecto al descenso del cerebro humano la tenemos con la aparición de la agricultura, hace unos 10.000 años. Este descubrimiento hizo que la población humana creciera exponencialmente debido a una mejor alimentación. Pero con la agricultura también vino un aumento de las infecciones y el deterioro de la dieta y la salud.
La agricultura nos evitaría ser víctimas del hambre a causa de las adversidades de la naturaleza; con ella tendríamos menos presiones selectivas, no necesitaríamos usar tanto nuestra inteligencia para cosas nuevas y nuestro tamaño cerebral iría reduciéndose.
Sin embargo, esta misma explicación también ha sido puesta en duda, pues a día de hoy siguen existiendo comunidades de cazadores-recolectores, etnias cuyo cerebro también se ha visto reducido. No dominan la agricultura, cazan y recogen frutos como nuestros antepasados pre-agricultores, y sus sociedades son sumamente complejas.
Poniendo el punto de mira en los insectos, quizás obtengamos la respuesta de por qué este fenómeno. Gracias a estos artrópodos se ha visto que cuanto más dependiente se es del grupo, menos dependiente se es del comportamiento de uno mismo y, como consecuencia de ello, el cerebro tiende a reducirse. Sería esta la explicación final de este curioso fenómeno de que nos volviéramos menos inteligentes individualmente.
La división de labores nos está haciendo “idiotas”. Como decíamos, al vivir en una sociedad, no necesitamos dominar el arte de la caza, la agricultura, la pesca, la defensa y la crianza por nuestra cuenta, sino que solo tenemos que especializarnos en un empleo y pedirle servicios a los demás que dominen otras especialidades. La división de labores nos estaría haciendo idiotas en lo individual, pero colectivamente seguiríamos funcionando y, pese a que la hipótesis de la idiocracia le dé demasiada importancia al CI, no deja de ser un valor.