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​Tripofobia (miedo a los agujeros): causas, síntomas y tratamiento


Las fobias son temores irracionales y persistentes a objetos, seres vivos o situaciones que provocan un intenso deseo de huir de éstos. En caso de no poder escapar de aquello que produce el miedo la persona con fobia sufre una ansiedad y un malestar intensos, a pesar de que sabe que son irracionales y desproporcionados en relación al peligro real.

La tripofobia es un ejemplo de miedo irracional al que se suele atribuir un origen innato. De hecho, es un caso especialmente conocido entre las fobias raras porque se ha convertido en un verdadero fenómeno de Internet. Veamos en qué consiste.

¿Qué es la tripofobia?

La palabra "tripofobia" significa literalmente "miedo a los agujeros" en griego. El término es muy reciente e incluso se cree que fue acuñado en un foro de Internet. De un modo más general, se refiere a la ansiedad provocada por patrones repetitivos, principalmente de orificios pequeños aglomerados, pero también de bultos, círculos o rectángulos.

Normalmente la tripofobia se relaciona con elementos orgánicos que se encuentran en la naturaleza, como las semillas de la flor de loto, los panales de abejas, los poros de la piel, las células, el moho, los corales o la piedra pómez. Objetos creados por personas también pueden generar una reacción similar; ejemplos de ello son las esponjas, el chocolate aireado y las burbujas de jabón.

Lo que tienen en común las imágenes tripofóbicas es la configuración irregular o asimétrica de los elementos que las componen. Las personas que experimentan este fenómeno dicen que sienten asco e incomodidad al ver imágenes como éstas, y cuanto mayor es el contraste entre sus elementos más desagradable les resulta observarlas.

A diferencia de la mayoría de estímulos fóbicos (elementos que producen miedo patológico), los que inducen la tripofobia en general no pueden ser considerados peligrosos ni amenazantes. David Barlow (1988) denominó “falsas alarmas” a las respuestas fóbicas que se dan sin que haya estímulos externos amenazantes, como sucede en la tripofobia.

El contexto: fobias específicas

El manual DSM-5 recoge varios tipos de fobias dentro de la categoría "Fobias específicas": el pánico a los animales, al entorno natural, como la fobia a las tormentas, las fobias situacionales (por ejemplo la claustrofobia) y el miedo a la sangre, las heridas y las inyecciones. La agorafobia y la ansiedad o fobia social tienen sus propios apartados en el DSM por su frecuencia y gravedad.

Aunque las fobias específicas son el trastorno de ansiedad más frecuente, también son el menos incapacitante, ya que muchas veces la persona puede evitar fácilmente el estímulo fóbico o rara vez lo encuentra en su contexto habitual. El miedo extremo a las serpientes, por ejemplo, no suele afectar a quienes viven en grandes ciudades

Entre las fobias específicas encontramos algunas muy peculiares, como el miedo al dinero o el temor a las palabras largas, llamado con cierta malicia “hipopotomonstrosesquipedaliofobia” (ya mencionamos éstas y otras fobias curiosas en este artículo).

Sin embargo, hay que tener en cuenta que en el caso de la tripofobia lo que genera malestar no es un ser vivo u objeto en concreto, sino un tipo de textura que puede aparecer en prácticamente toda clase de superficies.

Esta textura suele ser percibida a través del sistema visual, y genera una respuesta de fuerte aversión y angustia que resulta irracional. Sin embargo, el hecho de que la persona sea consciente de que la reacción es irracional no hace que esta se disipe.

Síntomas

Algunas personas con tripofobia describen reacciones extremas parecidas a los síntomas fisiológicos de las crisis de angustia, como temblores, taquicardia, náuseas o dificultad para respirar. También pueden sentir dolor de cabeza y síntomas dermatológicos, por ejemplo picor y piel de gallina. Por supuesto, estos síntomas, además, hacen que la persona trate de alejarse del estímulo fóbico, ya sea apartando la mirada, tapándose los ojos o retirándose hacia otro lugar.

Lamentablemente, el malestar no se va inmediatamente, ya que el recuerdo de la imagen continúa quedando "marcado" en la consciencia, y este sigue alimentando a la aparición de los diferentes síntomas (si bien a medida que pasa el tiempo se van debilitando hasta que la crisis de ansiedad pasa por completo).

Este cambio en el patrón de actividad del sistema nervioso de las personas con tripofobia aparece normalmente al ver imágenes con patrones de color que recuerden a una superficie llena de huecos muy cercanos los unos a los otros, casi formando un mosaico de hendiduras. El contraste entre la superficie de estos cuerpos y la oscuridad que indica el grado de profundidad de los huecos suele ser la propiedad de la imagen que tiene más poder de causar malestar.

Veamos ahora una clasificación de los síntomas de la tripofobia distinguiendo entre sus distintos tipos. Eso sí, normalmente no se dan todos ellos a la vez, sino solo algunos de estos, y en diferentes grados de intensidad. Los casos en los que son muy extremos resultan poco comunes; lo normal es notar un malestar significativo sin caer en el ataque de pánico.

Síntomas fisiológicos

Entre los síntomas de tipo psicológico que produce la tripofobia encontramos los temblores, la aceleración del ritmo cardíaco y la tensión muscular, así como los mareos y la sensación de que mientras se esté expuesto al estímulo cuesta respirar.

Síntomas psicológicos

Entre estos factores de tipo psicológico encontramos la entrada en un estado de alerta y los pensamientos catastróficos, como por ejemplo de que nos va a dar un ataque de corazón si seguimos mirando aquello que nos produce tripofobia.

Síntomas conductuales

Los síntomas de tipo conductual son, al igual que en todas las fobias específicas, la tendencia a evitar todas aquellas situaciones en las que sospechamos que el estímulo fóbico nos hará sentir mal, y una vez estamos expuestos a este, la tendencia a salir huyendo.

Causas de esta reacción a los agujeros agrupados

Geoff Cole y Arnold Wilkins (2013), psicólogos de la Universidad de Essex, encontraron en dos estudios que aproximadamente el 15% de los participantes parecían ser sensibles a las imágenes tripofóbicas, siendo este porcentaje ligeramente superior en mujeres que en hombres.

Los autores atribuyen la tripofobia a la evolución humana: el rechazo a imágenes similares a las tripofóbicas nos habría sido útil para rechazar animales venenosos, como distintos tipos de serpientes, escorpiones y arañas que presentan patrones repetitivos en sus cuerpos.

Del mismo modo, las reacciones tripofóbicas podrían haber sido útiles para evitar contaminantes como los que podrían encontrarse en el moho, en heridas abiertas o en cadáveres agujereados por gusanos.

La explicación de Cole y Wilkins entronca con el concepto de preparación biológica de Martin Seligman (1971), más conocido por la teoría de la indefensión aprendida con que explicó la depresión.

Según Seligman, a lo largo de la evolución los seres vivos no sólo nos hemos adaptado físicamente sino que también hemos heredado predisposiciones a asociar determinados sucesos porque aumentaron las posibilidades de supervivencia de nuestros antepasados. Por ejemplo, las personas estaríamos especialmente preparadas para asociar el peligro con la oscuridad o los insectos. La irracionalidad de las fobias se explicaría porque tienen un origen biológico, no cognitivo.

Explicaciones alternativas sobre esta ansiedad irracional

Otros expertos ofrecen hipótesis muy distintas sobre la tripofobia. En una entrevista para NPR, la psiquiatra especialista en ansiedad Carol Matthews, de la Universidad de California, opinó que, si bien cualquier objeto es susceptible de provocar miedo patológico, posiblemente el caso de la tripofobia se deba más bien a la sugestión.

Según Matthews, las personas que leen sobre la tripofobia quedan sugestionadas por otras que dicen haber sentido reacciones de ansiedad al ver las mismas imágenes y prestan atención a sensaciones corporales que de otro modo su mente filtraría o ignoraría.

Si nos preguntan si una imagen nos hace sentir asco o picor es más probable que sintamos esas sensaciones que si no nos hubieran dicho nada; esto se conoce como “efecto priming” o de primado.

Incluso en el caso de que sintamos auténtico asco o ansiedad al ver imágenes tripofóbicas, si no son lo suficientemente intensos o frecuentes como para interferir en nuestra vida no podríamos considerar que tengamos una “fobia a los agujeros”. Es importante tener esto en cuenta, porque para que el miedo se considere una fobia (miedo patológico) es necesario que perjudique de forma importante a quien la sufre.

¿Cómo superar esta fobia?

Tal y como hemos visto, un cierto grado de tripofobia es normal en la mayoría de las personas; parecemos estar "diseñados" para sentir al menos un poco de ansiedad y malestar al contemplar superficies llenas de agujeros muy cercanos entre sí.

Sin embargo, del mismo modo en el que las diferencias individuales en rasgos personales como la altura o la fuerza se presenta en diferentes grados entre los miembros de nuestra especie, en ciertos casos la tripofobia puede llegar a ser tan intensa que llega a ser un impedimento para llevar una vida normal. Como siempre ocurre con los fenómenos psicológicos, existen diferentes grados de intensidad.

En estos casos, es recomendable acudir a la terapia psicológica, que permitirá aprender dinámicas para gestionar mejor los síntomas y hacer que su impacto quede atenuado.

Existen varias formas de resolver la ansiedad causada por este tipo de fobia. Algunos pacientes pueden requerir uno solo de estos tratamientos, o varios de ellos. En cualquier caso, deben ponerse en manos de un profesional de la salud mental, preferiblemente especializado en esta clase de trastornos.

1. Tratamiento psicológico

Las fobias específicas se tratan principalmente mediante procedimientos de exposición, que consisten en afrontar aquello que nos provoca miedo, ansiedad o asco y nos impulsa a escapar. Para que el tratamiento mediante exposición sea eficaz la persona debe prestar atención al estímulo fóbico mientras se expone a éste, lo cual reducirá progresivamente el malestar que le provoca.

Se trata de un procedimiento en el que la persona va poco a poco ganando autonomía, si bien especialmente durante las primeras fases de este el rol del terapeuta es de suma importancia para que se progrese de manera adecuada.

Además, es importante que para pasar por este proceso es muy importante el compromiso de los pacientes, dado que deben esforzarse por progresar y afrontar situaciones de incomodidad. Afortunadamente, la motivación también forma parte del rol de los terapeutas, que también trabajarán sobre la manera en la que los pacientes perciben la tripofobia que experimentan.

2. Tratamiento farmacológico

El tratamiento farmacológico se ha mostrado poco eficaz para superar las fobias específicas; se recomienda fundamentalmente la exposición y otras variantes de intervención psicológica centrada en la interacción con los estímulos fóbicos. En cambio, la medicación sí puede ser útil para la agorafobia y la fobia social, en particular los ansiolíticos y los antidepresivos. Al no ser este último el caso de la tripofobia, la psicoterapia concentra la mayoría de los esfuerzos, y solo si el malestar es extremo.

Sin embargo, esto no significa que en ciertos casos concretos el personal sanitario evitará el uso de fármacos en todos los casos. Existen algunas circunstancias en las que pueden resultar útiles, sobre todo si la tripofobia se solapa con otras alteraciones psicológicas; en cualquier caso, la indicación o no de medicamentos queda sujeta al criterio de los profesionales que supervisan a cada paciente de manera particular.

3. Terapia de exposición

Las personas con tripofobia, sea ésta grave o irrelevante, pueden hacer que el malestar que les provoca este fenómeno se reduzca exponiéndose a las imágenes tripofóbicas. La exposición puede aplicarse de forma gradual, es decir, empezando con imágenes que provoquen una ansiedad o asco moderados y aumentando progresivamente la intensidad de los estímulos fóbicos.

El conocido youtuber Pewdiepie se ha grabado recientemente “curando su tripofobia” mediante una especie de autoexposición asistida por ordenador. Algunas de las imágenes que utiliza son microbios, pieles humanas con agujeros y gusanos saliendo del lomo de un perro. No parece que haga falta tener tripofobia para sentir asco al ver imágenes como estas.