¿Qué son los falsos recuerdos y por qué los sufrimos?
En numerosas ocasiones nos hemos encontrado discutiendo con otra persona. Las causas de un posible debate o discusión son innumerables, pero al lector le resultará fácil identificarse con el hecho de discutir por recordar un acontecimiento, suceso o conversación de forma distinta a otra persona.
¿Cómo dos personas pueden recordar de forma tan distinta un mismo evento? Es más, ¿Cómo puede ser que no recordemos bien o incluso lleguemos a recordar cosas que jamás han sucedido?
Para responder a este tipo de preguntas debemos entender primero qué son los falsos recuerdos, por qué aparecen y cuáles son los procesos cerebrales que hacen que existan.
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El funcionamiento falible de la memoria
La memoria es aquello que usamos para llegar a nuestros recuerdos, para repetir alguna acción que nos llevó al resultado deseado, ubicarnos o aprobar un examen. Ahora bien, la diferencia entre nuestra memoria y la de cualquier máquina, es que nosotros deformamos constantemente esos recuerdos.
Recordamos que tenemos un recuerdo, pero este se codificó en su momento con una carga concreta, unas sensaciones y emociones, un estado cognitivo, unas experiencias previas y un contexto. Al acceder a él podemos rememorarlo, y quizás acceder a un residuo de la emoción vivida en ese momento determinado; accedemos a una transcripción, pero el estado en el que nos encontramos al rememorarlo no es el mismo.
Tampoco son las mismas las experiencias previas, puesto que en el transcurso del tiempo estas siguen aumentando, lo cual nos lleva a tener una imagen del pasado vista desde el presente, con su consecuente interferencia. Del mismo modo, podemos contaminar cualquier evento que ocurra en el presente, si este ha sido imaginado repetidamente con anterioridad.
A través de las expectativas, vengan dadas por inferencia en función de situaciones anteriores o por mero deseo personal, condicionamos la vivencia (y por consiguiente el recuerdo) del evento presente, puesto que estas expectativas, también son un recuerdo (por ejemplo: recuerdo haber deseado que todo saliera perfecto aquel día) y constituyen un pseudoaprendizaje consolidado, es decir, algo esperable.
En una situación así, un hecho con una escasa valencia negativa puede interpretarse como un gran problema, o en la situación inversa, un hecho con una escasa valencia positiva puede interpretarse como algo extraordinario. Así, de este modo, queda esta distorsión codificada en la memoria, a través de la imaginación que moldea activamente la realidad.
El vínculo entre memoria e imaginación
Quedando clara la distorsión a la que sometemos a nuestra memoria y la interferencia que puede tener la imaginación del futuro en su posterior interpretación, parece razonable creer que cambiando la dirección en la que esta imaginación normalmente opera (hacia delante) y volviéndola hacia atrás, pueda distorsionarse aún más nuestra memoria, llegando incluso a crear recuerdos de un evento que nunca existió. Esta es la base de los falsos recuerdos.
Existen, de hecho, estudios donde se ha investigado la posibilidad de que memoria e imaginación compartan red neural.
Las zonas activadas del cerebro al recordar e imaginar
En una investigación realizada por Okuda y cols, (2003). se investigó el papel de dos estructuras del cerebro, la zona polar frontal y los lóbulos temporales (todas ellas implicadas en el pensamiento del futuro y el pasado), mediante el uso de tomografía por emisión de positrones (PET). También se midió el flujo sanguíneo cerebral regional (Rcbf) en sujetos sanos mientras hablaban de sus perspectivas de futuro o sus experiencias pasadas.
La mayoría de las áreas en los lóbulos temporales mediales mostraron un nivel equivalente de activación durante las tareas relacionadas con imaginar el futuro y las tareas relacionadas con reportar el pasado.
En la misma línea, en otro estudio se pidió a los participantes que imaginaran un evento futuro y que recordaran un evento pasado durante 20 segundos con una proyección hacia atrás o hacia delante concreta. Pese a que se encontraron algunas diferencias, como por ejemplo mayor activación del hipocampo derecho al imaginar eventos futuros (cuestión que según los autores podría deberse a la novedad del evento) y una mayor activación de zonas prefrontales implicadas en la planificación, las similitudes fueron abundantes.
Estos resultados son coherentes con los encontrados en pacientes amnésicos, los cuales además de ser incapaces de acceder a recuerdos de episodios del pasado, tampoco podían proyectarse a si mismos en una visión del futuro.
Un ejemplo que puede consultarse a través de las bases de datos científicos es el reportado por Klein, Loftus y Kihlstrom, J. F. (2002) en el que un paciente amnésico, con el mismo tipo de lesión y con el mismo problema que los nombrados anteriormente. Curiosamente, solo sufría este déficit para imaginar el futuro y recordar el pasado de forma episódica, pudiendo imaginar posibles eventos futuros de dominio público, como por ejemplo eventos políticos, quien ganaría las elecciones, etc. Esto relaciona la memoria y la imaginación, pero además dándole un matiz importante, en su forma episódica.
Experimento clásico para los falsos recuerdos
Un ejemplo de experimento clásico en el ámbito de los falsos recuerdos es, por ejemplo, el realizado por Garry, Manning y Loftus (1996). En él, se pedía a los participantes que imaginaran una serie de eventos que se les presentaban. Posteriormente se les pedía que juzgaran qué probabilidad creían que había de que eso no les hubiera pasado a ellos en algún momento de su vida (en el pasado).
Al cabo de un tiempo, en una segunda sesión, se pidió a los participantes que repitieran el experimento y volvieran a asignar probabilidades. Curiosamente, el hecho de haberlo imaginado les hizo asignar probabilidades menores a su convicción de no haber vivido ese evento. Esto es un ejemplo de cómo los recuerdos se deforman.
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¿Por qué es importante comprender qué es un falso recuerdo?
La importancia de estos datos va más allá de lo anecdótico ( o no tan anedcótico ) de una discusión o del “¿quien dijo qué?”. Por ejemplo, un aspecto muy trabajado en psicología forense de forma relativamente reciente, ha sido el intentar diferenciar una declaración real de una contaminada con información falsa o distorsionada que se le ha sugerido al declarante.
La sabiduría popular dicta que si alguien cuenta algo que no sucedió o lo cuenta de una forma que no se ajusta del todo a la realidad, es porque así quiere hacerlo; quizá tenga motivos ocultos o quiera engañar a alguien. Con los resultados expuestos anteriormente en este artículo cabe, cuanto menos, una duda razonable a esta afirmación.
Así, la investigación en este ámbito, sugiere que las fuentes más comunes de error se dan por factores relacionados con la percepción, interpretación de los hechos, inferencia de información no procesada, el paso del tiempo y la información post-suceso recibida o imaginada. Estos factores pueden provocar que la persona esté diciendo la verdad (la suya) aún recordando algo que no sucedió.
Es trabajo de los psicólogos, pero también de toda persona que quiera ir más allá de una primera impresión, procurar analizar en la medida de lo posible estos factores. Tanto si se va a explicar como a recibir una explicación que para una o más partes resulta relevante, ya sea en un ámbito legal o en la vida diaria, es importante tener en cuenta que nuestra memoria es el resultado de un proceso por el que pasan los hechos vividos y que ese resultado "almacenado", aún así, no se encuentra en un estado fijo e inalterable.