Estereotipias en la infancia: tipos y trastornos asociados
En alguna ocasiones habremos observado como un niño realizaba conductas o movimientos repetitivos que, seguramente, habremos relacionado directamente con tics, manías del niño o con intentos de llamar la atención. Y aunque en algunos casos esto puede ser así, en otros puede que se trate de estereotipias infantiles.
A lo largo de este artículo hablaremos sobre las estereotipias en la infancia, describiremos cómo identificarlas, así como las diferentes clasificaciones, su diagnóstico y los posibles tratamientos de estas.
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¿Qué son las estereotipias infantiles?
Las estereotipias o movimientos estereotipados son considerados como una alteración hipercinética del movimiento. Esto significa que se da un exceso de movimientos o reacciones de las extremidades y el rostro. Aunque esta alteración se puede dar en cualquier edad, son bastante habituales en niños y pueden ser debidos a un trastorno de movimientos estereotipados.
En las estereotipias infantiles, estas se pueden manifestar mediante movimientos semi-voluntarios, repetitivos y rítmicos, aparentemente impulsivos o impetuosos y que no se realizan con ningún fin o propósito específico. Además, se les denomina estereotipados porque siempre siguen un patrón fijo y el niño siempre los lleva a cabo de la misma forma.
Entre estos movimientos se encuentran los balanceos, rascarse, hurgarse la nariz, bruxismo, cabezazos, lanzar objetos, vocalizaciones repetitivas, morderse labios o dedos, aplaudir sin motivo o cualquier reacción motora que siempre presente el mismo patrón.
Para ser más concretos, los movimientos estereotipados presentan las siguientes características:
- Son semi-voluntarios, lo que significa es que estos pueden llegar a detenerse si la persona lo desea.
- Son repetitivos.
- Pueden ser rítmicos o en forma de contracción muscular.
- No tienen ningún propósito o finalidad.
- Son coordinados.
- Pueden cesar cuando la persona se encuentra distraída o inicia alguna otra tarea o actividad.
La incidencia de esta alteración motriz de, aproximadamente, entre un 3 y un 9% de la población entre 5 y 8 años, con una mayor incidencia en niños con diagnósticos de Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD), dentro de los cuales se presenta con una incidencia de entre un 40% y un 45%.
En los niños sin ningún tipo de diagnóstico psicológico o motor, estos movimientos suelen realizarse inconscientemente como una manera de descargar la tensión, así como en momentos de frustración o aburrimiento.
Diferencias con los tics y compulsiones
Aunque a primera vista puedan parecer movimientos muy similares, existen diferencias fundamentales entre los movimientos estereotípicos, los tics y las compulsiones.
En el caso de los tics, aunque estos también se presentan como movimientos repetitivos, a diferencia de las estereotipias estos son completamente involuntarios, de menor duración y en muchas ocasiones la persona ni tan siquiera percibe que los está experimentando.
Por otra parte, las compulsiones también consisten en movimientos reiterativos y que requieren de cierta coordinación. Sin embargo, estas sí que poseen una finalidad, la de disminuir las sensaciones de angustia o malestar que provocan los pensamientos obsesivos que las acompañan.
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¿Cuándo y porqué aparecen?
Aunque todavía no se ha podido determinar con exactitud cuál es la causa de la aparición de las estereotipias en niños, existen una serie de teorías que apuntan tanto a la posibilidad de una causa psicológica o conductual relacionado con el aprendizaje del niño, como a la probabilidad de que en realidad exista una base neurobiológica que la provoque.
Sea como fuere, el inicio de los movimientos estereotipados tiende a darse antes de que el niño cumpla los 3 años de edad y deben de presentar al menos a lo largo de 4 semanas para que puedan ser diagnosticados como tal.
Estos movimientos semi-voluntarios suelen ser más intensos durante las horas de sueño, cuando el niño se siente muy estresado, cuando aumentan los niveles de ansiedad, mientras realiza alguna tarea que requiera de mucha concentración, cuando están cansados o aburridos o cuando se les somete a un aislamientos sensorial.
Tal y como se ha mencionado anteriormente, en una gran cantidad de caso, estos movimientos suelen disminuir en intensidad o desaparecer cuando el niño inicia alguna otra actividad o tarea. Sabiendo esto, una vez iniciados los movimientos, los padres pueden intentar captar la atención del niño e implicarlo en alguna tarea agradable para que, de esta manera, cesen los movimientos estereotipados.
Tipos estereotipias infantiles
Existen diferentes clasificaciones de las estereotipias infantiles según si van acompañadas de otras alteraciones o no, según la cantidad de grupos musculares implicados o según cómo se manifiestan.
1. Estereotipias primarias/secundarias
Se consideran estereotipias primarias cuando estas se dan en niños sin ningún tipo de trastorno o alteración del desarrollo, mientras que las secundarias se dan en menores con afecciones neurológicas como autismo, trastorno del desarrollo intelectual o déficits sensoriomotores.
Además, las estereotipias primarias, que no se asocian a ninguna otra alteración, tienden a presentar un mejor pronóstico ya que, por lo general, tienden a desaparecer con el tiempo.
2. Estereotipias motoras/fónicas
En este segundo subgrupo, las estereotipias se dividen en estereotipias motoras, cuando se manifiestan a través de movimientos, o estereotipias fónicas si se trata de vocalizaciones o sonidos orales.
3. Estereotipias simples/complejas
Finalmente, cuando el niño realiza movimientos simples o ruidos guturales pueden clasificarse como estereotipias simples, mientras que si se trata de movimientos o actividades más complejas y coordinadas o de vocalizaciones son denominadas estereotipias complejas.
¿Cómo se pueden diagnosticar?
En aquellos casos en los que los progenitores o cuidadores del niño perciban una posible presencia de manierismos, es recomendable acudir a un especialista que pueda realizar el correcto diagnóstico de ellos.
Para ello, se realiza una evaluación clínica del niño mediante la observación directa de este. No obstante, en el caso de que pueda existir alguna duda acerca del diagnóstico, se pueden llevar a cabo una serie de pruebas físicas tales como electroencefalogramas, resonancias magnéticas o, incluso, la evaluación mediante una serie cuestionarios especializados.
De esta manera, se puede también descartar la posibilidad de que los movimientos estereotípicos formen parte de una afección mayor como pueden ser los trastornos epilépticos, TOC o TDAH.
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¿Existe un tratamiento?
En la gran mayoría de casos de estereotipias infantiles, no es necesario recurrir a un tratamiento puesto que, incluso en los casos de estereotipias secundarias, estas no suelen ser perjudiciales. Además, en las estereotipias primarias, estas suelen remitir con el tiempo.
No obstante, cuando se trate de casos de mayor gravedad o en los que el niño haya desarrollado conductas auto-lesivas o que supongan un peligro, se puede realizar un abordaje terapéutico bien a través de intervención psicológica o bien a través de tratamiento farmacológico.
En cuanto a las intervenciones psicológicas, existen una gran cantidad de terapias específicas, tales como la terapia de contención mecánica o la inversión de hábitos, que han resultado ser de gran eficacia en el tratamiento de los movimientos estereotípicos.
Finalmente, a pesar de que se ha demostrado que el tratamiento farmacológico presenta una menor tasa de éxito, en ciertos casos se puede recurrir a la administración de medicamentos como benzodiacepinas, antiepilépticos, neurolépticos atípicos o inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), entre muchos otros.