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¿Estamos abocados a la desconexión emocional?


¿Es posible la Soledad en la sociedad hiperconectada? ¿Es real que este mal esté sacudiendo a nuestra sociedad de manera preocupante?

Hoy en día todo está enfocado a facilitar la accesibilidad a la comunicación el intercambio entre las personas. Sin embargo, para la OMS la soledad es uno de los mayores riesgos actuales para el deterioro de la salud, por sus implicaciones en múltiples facetas de nuestra vida que influyen en un deterioro de la calidad y la esperanza de vida.

Hay países comprometidos con atajar esta clase de problemas, como el Reino Unido, que ha creado un Ministerio para la Soledad (encabezado por la ministra Tracy Crouch), o Japón, que debido al “fenómeno Kodokushi”, ve cómo gran cantidad de personas morían solas en sus hogares, por lo que su gobierno decidió crear complejos de viviendas con atención especializada.

¿Cómo se llega a la pérdida de conexión?

Puede que estés permanentemente conectado a las redes sociales, que quedes a menudo con amigos, que tengas la agenda llena de actividades sociales... o que te aísles en casa. Estos extremos que parecen tan diferentes son en realidad dos caras de una misma moneda, la de la pérdida de conexión.

Si sientes que no estás conectado con los demás, seguramente te sentirás solo/a; notarás que nadie te entiende o que tú no entiendes a los demás, que todo el mundo se acerca por interés, que el amor no es real, que el relacionarte con el resto de personas no tiene sentido o que tienes que sacar algo de provecho para que te merezca la pena relacionarte con alguien.

El cómo nos relacionamos con los demás suele ser un reflejo de lo que tenemos en nuestro interior. En este caso, de algún modo hemos perdido conexión con nuestros sentimientos; tal vez hayamos roto a propósito o conseguido acallar ese dolor interior, y al dejar de escucharlo es como si adormeciésemos nuestro corazón y nos volviésemos más insensibles o fríos.

Pero estas barreras invisibles que te alejan de ti y de los demás son una protección. Este arma es a menudo demasiado sofisticada y se va perfeccionando para ofrecer una mayor protección. Lo que en un primer momento funciona, después te hace caer en la trampa de aislarte de una u otra manera; de primeras te sentirás solo/a, y con el tiempo dejarás de disfrutar de muchas cosas, principalmente a nivel social, con lo que cortarás el contacto, lo reducirás o lo dejarás en un plano superficial, Total, te sientes solo/a de igual forma.

Las consecuencias de este fenómeno en nuestras relaciones

Por un lado somos seres sociales, y por el otro somos seres indefensos con necesidad de protección hasta que crecemos. En definitiva, todos necesitamos vínculos sanos, seguros, estables en nuestro grupo de pertenencia.

Si no tenemos esto, nos faltará una base de confianza que provocará relaciones de dependencia, superficiales o dañinas con sus consecuencias. Entre ellas es común la desconfianza, pero vista como algo muy profundo que puede estar anidando en nuestro interior y obstaculizándonos el camino incluso sin darnos ni cuenta.

Esto no nos permitirá amarnos como merecemos, y nos puede hacer un flaco favor; desde perder conexión con nosotros mismos hasta perderla con nuestros sentimientos, que sería como dejar de comunicarnos con una parte de nosotros. O incluso perder posteriormente la conexión con los demás y sentir la vida desde lejos o apagada, como si hasta las cosas buenas dejaran de hacernos vibrar.

Desconexión emocional en las relaciones sociales

Esto puede provocar que te vuelvas frío/a; en situaciones así no quieres sentir tu dolor y el de otros menos. También hace que pierdas conexión con tus sentimientos más profundos. Pero tu vacío seguirá ahí e intentarás taparlo o solventarlo, aunque eso no será suficiente.

Entonces corremos el riesgo de volvernos autodestructivos, suplicar por migajas de amor… Y quizá la característica más destacada, nos volvemos desconfiados y con una percepción de lo que son las relaciones un poco o bastante disfuncionales.

¿Cómo se genera la conexión?

El mínimo denominador común de la conexión es la comunicación. Según los estudios científicos realizados al respecto, el primer vínculo que formamos fuera del vientre materno se da a través del contacto y después de la mirada con quienes suelen ser con nuestros cuidadores. Esto lo compartimos con muchos otros mamíferos, y nos permite comunicarnos más allá de toda comunicación verbal: es el "sé que estás ahí, te veo, te reconozco y estamos cerca, cuentas conmigo, somos parte de algo juntos".

Así podemos entender un vínculo como una conexión más profunda, y deducir que para generar una conexión, aunque sea más superflua, basta una mirada o un roce. Por ejemplo, el amor a primera vista como en los cuentos o en las películas, está basado en historias que calan hondo en nuestra manera de entender el amor y que nos empujan a idealizar lo que una apariencia atractiva puede conseguir, el “amor verdadero”.

Es más fácil que esta chispa surja con personas parecidas a nosotros, con que hay un componente innato de comprensión, empatía o reconocimiento de la otra persona al percibir similitudes, lo que nos hace confiar más o conectar mejor con la otra persona. Pero también se crea al conocer a la otra persona, compartir vivencias con ella... En definitiva, la comunicación a un nivel real, más profundo, crea conexión.

Vuelve a conectar emocionalmente

Así pues, la experiencia de no estar o sentirnos conectados con los demás, como estamos viendo, puede quedar evidenciado de varias maneras en el día a día. Algunas serán más visibles, como no tener gente alrededor, y otras pueden enmascarar esta misma realidad, como el estar rodeados de gente a menudo o tener muchos amigos en Instagram.

Para gestionar emocionalmente estas situaciones, vuelve a conectar con el mundo:

  • Afronta eso que no quieres escuchar en tu interior.
  • Permítete profundizar con las personas de tu alrededor.
  • Cambia desconfianza por aprender a elegir en quién confías.
  • No ocultes tus sentimientos, acepta tu “lado oscuro” pero real.
  • Apuesta por tener relaciones de calidad, reales y profundas.

¡Acepta que no es mejor no arriesgar, porque al dejar de sentir dejas de vivir! No hay sentimientos malos, solo reales; escucha lo que te tienen que decir, conecta.