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La falacia narrativa: qué es y cómo se relaciona con la superstición


Al ser humano no le gusta no conocer el porqué suceden las cosas, así que tendemos a buscar y establecer explicaciones que creemos como ciertas, aunque estas no tengan el apoyo científico.

Asimismo este modo de relación causal también influye en el pensamiento supersticioso y en la suerte, puesto que en estas circunstancias observamos cómo el individuo establece una conexión entre dos sucesos que realmente no tiene una justificación lógica.

En este artículo exploraremos un concepto relacionado con todo esto, la falacia narrativa, explicando también que utilidad puede tener, qué conceptos se vinculan con él, y cómo se observa esta conducta en los animales.

¿Qué es la falacia narrativa?

Dicho de forma simple, la falacia narrativa es la tendencia innata que tienen los humanos de establecer relaciones causales aunque estás no estén justificadas objetivamente. Al ser humano le cuesta y se resiste a no saber de donde proviene o por que ha sucedido tal acontecimiento, es por este motivo que muestra disposición a plantear historias que justifiquen un hecho y den sentido al mundo aunque realmente no haya una razón lógica que explica tal creencia.

Un concepto muy vinculado con la falacia narrativa es la patronicidad; esta se define como el intento de establecer patrones, es decir, identificar causa y efecto que se repitan, creer que un acontecimiento genera siempre el mismo resultado.

Es importante conocer esta tendencia que tenemos, puesto que, pese a realizarla de forma innata, no debemos valorar todas nuestras creencias como ciertas. Párate a pensar si realmente tiene sentido y evita que estas falacias te repercutan negativamente. Pensar que lo sabes o lo podemos saber todo no es ni cierto y a veces este pensamiento nos puede dificultar seguir progresando y conocer la verdad.

Ejemplos de falacia narrativa

La utilidad de la falacia narrativa

Esta tendencia a buscar relaciones causales y establecer patrones ha ayudado a las personas a sobrevivir. Ante un suceso peligroso ponernos en la peor situación nos ayuda a prevenir y actuar para evitar consecuencias negativas, nos permite actuar con antelación cuando aún no sabemos con seguridad que va a acontecer. Aunque sí es verdad que este modo de proceder era sobre todo funcional antes, en épocas más antiguas donde los peligros con los que se podía encontrar el ser humano eran mayores.

En ese periodo, no establecer y no dejarse guiar por la falacia narrativa y la patronicidad podría suponer tu muerte. Actualmente, esta disposición se vincula más con el establecimiento de historias que nos creemos y con las que podemos llegar a confundir la realidad.

Se ha observado que la creación de historias ayuda a recordar mejor los hechos, da más emoción a los acontecimientos y, por tanto, hace que el sujeto lo codifique, almacene y recupere mejor. Veamos un ejemplo: no es lo mismo decir que “Pedro murió porque no puedo superar que María lo dejara” que simplemente comunicar que “Pedro murió”, se recordará con mayor probabilidad la primera afirmación respecto a la segunda, ya que planteamos una historia y damos a conocer una causa.

Esta estrategia no tiene por qué ser negativa, puesto que el propósito no es distorsionar o cambiar la realidad sinó aportar más información, ser más específicos, para que el mensaje se recuerde mejor. Esta técnica se utiliza en publicidad, para que los espectadores recuerden con más facilidad el anuncio, así pues cuando queremos vender un producto no mostramos sólo la imagen de este sino que construimos una historia para representar como este se utiliza y propiciar que la publicidad se entienda y se recuerde mejor.

Su relación con la superstición

Se ha observado que en ocasiones es fácil que mediante la falacia narrativa surjan las supersticiones. Entendemos por superstición una creencia que, con explicaciones contrarias a la razón y más vinculadas a un pensamiento mágico, crea relaciones sin que haya una comprobación o evidencia científica que lo apoye.

El propósito de tal creencia es justificar un acontecimiento, normalmente malo, con una causa que realmente no tiene relación.

Por ejemplo, son populares las creencias que no es bueno pasar por debajo de una escalera, que se te cruce un gato negro o que se te rompa un espejo, ya que estos acontecimientos tienden a vincularse con sucesos negativos. Realmente la relación no es verdadera ni tiene sentido científicamente hablando, pero la sociedad genera estos pensamientos para encontrar sentido y dar una explicación, por ilógica que sea, a un suceso negativo. Prefieren creer esto que no saber el porqué de los acontecimientos.

Estas creencias mágicas pueden ser inofensivas, es decir, no afectar en la vida del individuo, pero si estas se repiten constantemente, suponen una gran pérdida de tiempo o afectan a la funcionalidad del sujeto, sí que pueden comportar un problema, que necesitará de intervención. El sujeto llega a creerse realmente las explicaciones supersticiosos y lo puede pasar realmente mal cuando le sucede algún hecho vinculado a ellas.

La explicación de la suerte

También vemos cómo esta inclinación a establecer relaciones causales entre un hecho sin importancia y un efecto, sucede en la creencia de la suerte. Realmente hay sucesos de los cuales no encontramos explicación o pueden tener más de una; en estas circunstancias el sujeto con la intención de dar sentido a episodios de su vida y poder predecir acontecimientos futuros plantea conexiones causa-efecto sin tener estas una explicación racional.

Por ejemplo, un alumno puede creer que uno de sus bolígrafos le trae suerte, puesto que desde que lo utiliza no ha suspendido ningún examen. Este pensamiento no es negativo si el sujeto sigue estudiando y preparándose para los test, aunque puede ser disfuncional si el individuo cree erróneamente que sin prepararse y sin estudiar el bolígrafo le hará aprobar.

Con este ejemplo nos referimos a que mientras creer en la suerte no modifique o condiciones nuestro modo de actuar puede ser inocuo para la persona, pero cuando la convicción ya afecta a su conducta, dejándose llevar por ella e influyendo en sus decisiones sí que puede ser disfuncional.

Otro factor vinculado con la suerte es el azar, entendido como un conjunto de causas no conocidas que dan lugar a un resultado imprevisible. Este acontecimiento es estudiado en matemáticos con la teoría de la probabilidad. Veamos pues cómo explicaría la suerte y el azar un mismo suceso.

Imaginemos tener un cubo con tres dados, el juego consiste en tirar los dados y ganar si todos salen pares. Si intentamos justificar el resultado mediante el azar, mediante la teoría de la probabilidad, el ganar o no hacerlo tienen la misma probabilidad independientemente de las veces que tiremos o como lo hagamos, el porcentaje de posibilidad de triunfar es siempre el mismo en cada tirada e igual que el de perder.

En cambio, la suerte, en el ejemplo anterior, vincula ganar o perder a causas que realmente no son lógicas o no influyen en la probabilidad, dado que como hemos visto esta no puede cambiar, el sujeto creerá que ha ganado porque lleva un chaqueta roja que le da suerte o porque antes de tirar los dados los ha soplado o atribuirá haber pérdida al hecho de no haber contado hasta tres o de no haber tirado los dados con la mano izquierda.

Comportamiento supersticioso en animales

Como sucede con otras conductas que presentan características similares los humanos con otros animales, en el caso de las supersticiones también las observamos en estos seres no tan distintos a nosotros. El famoso psicólogo Burrhus Frederic Skinner, conocido por sus experimentos y por el planteamiento del condicionamiento operante, observó que las palomas también mostraban conductas supersticiosas.

El experimento consistía en implementar un condicionamiento operante a las palomas donde cada vez que tocaban un botón con su pico se les suministraba comida, una vez el aprendizaje ya estaba hecho el investigador cambió el modo de conseguir el alimento y dejó que este se administra a la paloma según un método de azar, es decir, el recibir o no comida era independiente de lo que hiciera el animal.

De este modo, fue sorprendente observar que si la paloma hacía un gesto, por ejemplo levantar una pata, y esta acción coincidía con la administración de comida el animal se quedaba con este suceso y si posteriormente lo volvía a realizar y por azar se le daba comida de nuevo el gesto quedaba reforzado y vinculado con el alimento. Se observó como entonces la paloma presentaba de forma continuada esta conducta actuando como si fuera la causa de recibir comida, este suceso fue denominado por Skinner como conducta supersticiosa.