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Pareidolia, ver caras y figuras donde no las hay


El mundo es un lugar complejo, indómito, y existe independientemente de nuestra capacidad para reconocerlo. Los paisajes se amontonan los unos sobre los otros, solapándose (o no haciéndolo) y agolpándose en cordilleras, fiordos y selvas lluviosas. El viento hace que cambie constantemente el lienzo de nubes que cubren el cielo, y bajo ellas desfilan sus propias sombras, que intentan seguirlas atropelladamente deslizándose sobre la topografía irregular del globo.

Cada veinticuatro horas la luz viene y se va y todo lo que tiene la propiedad de reflejarla cambia totalmente de aspecto. Incluso a una escala menor, nuestras posibilidades de conocer directamente a través de nuestros sentidos no mejoran.

¿Sabes qué es una ''Pareidolia''?

La vida animal, dotada de movimiento autónomo, se caracteriza por cambiar de lugar, forma y aspecto infinitas veces a lo largo de una generación, y los cambios en las frecuencias de luz, sumados al continuo cambio de lugar y posición de nuestros cuerpos, hacen que los datos brutos de todo lo que percibimos sea un caos imposible de entender.

La Pareidolia como forma de encontrar significados

Por suerte, nuestro cerebro está equipado con algunos mecanismos para reconocer patrones y continuidades en medio de todo ese desbarajuste sensorial. Las redes neuronales son el medio perfecto para crear sistemas que se activen siempre igual ante estímulos aparentemente distintos. De ahí, que podamos reconocer a las personas próximas a nosotros a pesar de sus cambios físicos y psicológicos. De ahí también que podamos aplicar estrategias similares en diferentes contextos, aplicar lo aprendido a situaciones diferentes e incluso reconocer un plagio en una pieza musical. Sin embargo, esta capacidad tiene también un efecto secundario muy llamativo que recibe el nombre de pareidolia.

La pareidolia es un fenómeno psicológico consistente en el reconocimiento de patrones significativos (como caras) en estímulos ambiguos y aleatorios. Fíjate, por ejemplo, en este pato:

Una vez te hayas dado cuenta de que su pico parece la cabeza caricaturizada de un perro, nunca más podrás dejar de tener este efecto cada vez que veas un pato de este tipo. Pero no todas las pareidolias son tan discretas como esta. Evolutivamente hemos desarrollado redes neuronales encargadas de procesar estímulos relevantes, de manera que algunos patrones se nos hacen mucho más evidentes que otros.

De hecho, en algún momento de nuestra evolución el sistema visual con el que vamos equipados se volvió increíblemente sensible ante aquellos estímulos que recuerdan a caras humanas, una parte del cuerpo que resulta de gran importancia para la comunicación no verbal. Más adelante, en un punto de nuestra historia nos volvimos capaces de confeccionar infinidad de objetos siguiendo patrones simples, reconocibles y regulares. Y en ese momento comenzó la fiesta:

Giro fusiforme: nuestro radar de rostros

Nuestros cerebros están dotados de unos circuitos específicos que se activan para procesar la información visual relativa a las caras de manera distinta al resto de datos, y la parte del encéfalo que contiene estos circuitos es también la responsable del fenómeno de la pareidolia.

Esta estructura se llama giro fusiforme, y en cuestión de centésimas de segundo nos hace ver caras allí donde las hay, pero también allí donde no las hay. Además, cuando ocurre esta segunda posibilidad no podemos evitar tener la fuerte sensación de estar contemplando a alguien, aunque ese alguien sea en realidad un grifo, un peñasco o una fachada. Ese es el poder subconsciente del giro fusiforme: lo queramos o no, se activará cada vez que veamos algo que recuerda vagamente a un rostro. Es la contrapartida por haber diseñado un cerebro que está preparado para enfrentarse a gran cantidad de estímulos cambiantes e imprevisibles.

Así que, aunque por culpa de estas pareidolias a veces nos sintamos vigilados...

... y aunque a veces notemos que nos hemos perdido un chiste...

Una de las muchas grandezas del cerebro humano

... es bueno recordar que estos fenómenos tienen su razón de ser en el trato especial que nuestro cerebro dispensa a los patrones que pueden leerse en pleno ir y venir de imágenes confusas. Nuestros cerebros nos hacen sabios, pero la naturaleza hace útiles a nuestros cerebros. A partir de hoy, cuando tu cerebro detecte una cara ahí donde sólamente hay un objeto, recordarás también este artículo.