¿Cómo puede el duelo desestabilizar a una persona que migra?
Migrar a otro país es casi siempre un reto, pero normalmente, se pone énfasis en las dificultades materiales que todo el mundo debe superar para adaptarse a ese nuevo entorno: conseguir la documentación necesaria, encontrar un trabajo que permita hacer frente a los gastos, entender la fiscalidad de ese Estado, etc.
Pero tener en mente solo con ese tipo de problemas implica pasar por alto otra de las dificultades que muchas personas migrantes deben superar: el duelo migratorio. Aquí veremos en qué consiste este fenómeno psicológico y cómo afecta a los y las migrantes.
- Artículo relacionado: "Duelo y tristeza: ¿cómo afrontarlos?"
Las implicaciones psicológicas de la migración
Migrar es mucho más que cambiar de lugar de residencia. Implica, entre otras cosas, desprenderse del contexto social en el que uno se ha acostumbrado a vivir y tener que adaptarse a uno nuevo, y muchas veces a esto hay que sumarle el reto de atravesar barreras culturales, lingüísticas e incluso administrativas.
Como consecuencia de esto, cualquier proceso migratorio tiene un impacto psicológico, para bien y para mal.
El cambio de entorno al que una persona se expone trae consigo modificaciones en su manera de pensar, de sentir y de interactuar con el mundo y con los demás. Y cuando estos cambios son muy profundos y afectan de un modo significativo al sentido de identidad del/la migrante, se puede decir también que esa persona experimenta un duelo, de un modo similar a como lo siente alguien que pierde a un ser querido. Veamos por qué.
- Quizás te interese: "Síndrome de Ulises: el estrés crónico en personas inmigrantes"
¿Por qué se habla de duelo migratorio?
En psicología, el duelo es considerado un proceso de adaptación a una nueva realidad en la que el día a día ya no puede ofrecer estar en contacto con algo o alguien con quien la persona ha establecido un vínculo afectivo. Normalmente se habla de duelo cuando muere un ser querido y nos sentimos muy tristes y melancólicos, pero en realidad este fenómeno psicológico abarca también otro tipo de experiencias.
Por ejemplo, sufrir una lesión importante también puede hacernos pasar por un duelo si sabemos que nos quedarán secuelas (nos “despedimos” de nuestro cuerpo tal y como lo conocíamos), y lo mismo ocurre con cerrar el negocio que hemos estado llevando durante años, o tras una ruptura de pareja, etc.
En definitiva, el duelo es el producto de la tensión que existe entre las expectativas, los recuerdos y los elementos de identidad a los que nos adscribíamos en el pasado, y los que nos vemos en la necesidad de abrazar en el presente, tras haber perdido algo importante para nosotros.
Quien ha perdido a un familiar se ve en la necesidad a no asumir que parte de las experiencias positivas de su día a día van a venir de la presencia física de esa persona; quien pierde un objeto con valor sentimental debe renunciar a la idea de poder conservarlo y dárselo a las generaciones venideras, etc.
Así, el duelo aparece cuando las inercias emocionales que habían formado parte de nuestra vida y le habían dado sentido de repente pierden su razón de ser, y debemos aceptar que renunciamos a ellas.
Viendo todo lo anterior, no sorprende que el hecho de migrar vaya de la mano de un proceso de duelo. De hecho, se caracteriza por contener muchos procesos de duelo diferentes. Quien se va a vivir a otro país debe asumir que se va a perder muchos de los eventos importantes para su círculo social de referencia (amigos, familiares…), que parte de sus habilidades van a tener menos valor en el nuevo lugar de residencia (y que a la vez va a tener que aprender otras), que seguramente no se comprará la casa en la que “sentar cabeza” en el lugar que había imaginado toda su vida, etc.
En muchos casos, la persona migrante incluso sufre la pérdida de buena parte de su identidad. Por ejemplo, puede notar cómo en ese nuevo país es percibida a partir de parámetros raciales a los que antes no estaba sujeta, por lo que deja de ser “un/a ciudadano/a promedio”. También puede llegar a notar que todo le cuesta más y necesita buscar ayuda, por lo que pierde gran parte de la autonomía que había conquistado con la entrada en la edad adulta.
Así, el hecho de emigrar llega con varios tipos de renuncias a elementos que uno daba por sentado hasta ese momento, y muchas de esas pérdidas suelen llegar por sorpresa: al ser procesos psicológicos tan sutiles y basados en el pensamiento abstracto, suelen quedar eclipsados por los retos de tipo material y administrativo que supone trasladarse a otro país (conseguir un visado, lograr un alquiler de piso oficial, aclararse con el sistema público de salud…). Sin embargo, a medio y largo plazo, pueden llegar a ser tan o más importantes para la persona que estos últimos.
Es por eso que muchas personas que se mudan a otro país notan que necesitan ir a psicoterapia. Incluso si no han desarrollado una psicopatología diagnosticable, ese malestar que sienten desgasta su calidad de vida de una manera significativa, lo cual es especialmente duro si aún no se dispone de un grupo de amigos o si en esa nueva ciudad no hay familiares viviendo. Por suerte, en terapia es posible superar estos procesos de duelo a partir de programas de intervención personalizados que ayudan a gestionar adecuadamente las emociones.
- Artículo relacionado: "¿Qué es la Psicología Cultural?"
¿Estás buscando apoyo psicológico profesional?
Si estás pasando por momentos complicados y necesitas asistencia psicológica, ponte en contacto conmigo.
Soy psicóloga con más de 10 años de trayectoria profesional en la atención a adultos, parejas, familias y adolescentes, y actualmente ofrezco sesiones de terapia online por videollamada.