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Duelo y tristeza: ¿cómo afrontarlos?


Las emociones a lo largo de la historia han sido relegadas a un segundo plano con respecto a la razón, sin ser consideradas fuentes de conocimiento o de utilidad para el ser humano.

Lo cierto es que las emociones nos aportan informaciones muy valiosas para la propia supervivencia y nuestro autoconocimiento, así que podemos decir que son generadoras de sabiduría.

La tristeza ha sido catalogada como una de las emociones negativas desde el enfoque cognitivo-conductual y la psicología positiva, junto con el asco, el miedo o la ira. Desde las terapias contextuales se evita hacer esa clasificación de emociones negativas o positivas porque pueden condenarnos a su evitación y generar una problemática adicional.

De esta manera se entiende que todas las emociones presentan una función adaptativa a la situación o experiencia que las desencadena y su evitación, no identificación o negación es lo que puede generar respuestas desadaptativas.

¿Sientes incomodidad y angustia cuando estás triste?

Si la respuesta es sí, estás experimentando algo esperable y normal ante una situación, período o vivencia dolorosa. La tristeza da cuenta del cambio, una pérdida , un duelo que no tiene porqué ser únicamente la muerte de un ser querido.

Existen duelos de muchos tipos, como la sensación de pérdida o vacío ante una ruptura de pareja, el cambio de ciudad o país, cambio de trabajo o distanciamiento con una persona cercana o amiga entre otras muchas cosas.

La tristeza no es positiva o negativa, está ahí para darnos una información sobre la pérdida y la necesidad de sentirla y transitarla para poder despedirnos, reestructurar y reubicarnos después.

Hay veces que sentimos tristeza sin aparente motivo; en este caso puede ser que haya otra emoción no identificada o que hayamos aprendido a evitar y en su defecto sintamos tristeza; entonces tendremos que averiguar la emoción subyacente para ver qué información nos da y qué podemos hacer con ella.

Como sociedad occidental hemos aprendido a evitar y rechazar el dolor y la tristeza. Desde las primeras etapas de nuestra vida los mensajes que escuchamos de nuestros referentes y figuras cercanas contribuyen a la interiorización de la evitación y rechazo a la tristeza. Así lo apuntan Soriano & Salas (2006) cuando afirman que las instrucciones compartidas de manera inocente desde la infancia son “fórmulas para vivir” que interiorizamos como mandatos del tipo “no al dolor, a la angustia , no a la nostalgia y a los recuerdos tristes entre otras…” que nos llevan a la evitación del dolor cuando aparece.

Estas fórmulas en su lugar nos empujan a la búsqueda de placer inmediato afianzando la concepción errónea de que la tristeza y el malestar emocional deben ser evitados a toda costa, concepción que contribuye a la patologización de la tristeza cuando no debería ser así, al ser una de las emociones básicas que están en todo ser humano teniendo una función adaptativa para el mismo.

¿Qué hacemos con la tristeza?

Después de haber leído y entendido a grandes rasgos la función de la tristeza, cada persona puede decidir qué desea hacer con ella.

Sabemos de la utilidad y liberación que sentimos al compartir la tristeza con personas cercanas y redes de apoyo además de estar dispuesta o dispuesto a transitarla. Es fundamental entender la importancia de cómo afectan en la actualidad los duelos no pasados o cerrados y su relación con nuestro estado anímico, forma de relacionarlos con los demás, la motivación, la comunicación... El trabajo y acompañamiento terapéutico tienen gran importancia en los procesos de cambio y pérdida, puedes apoyarte en la ayuda de una o un profesional si así lo creyeras necesario.