Tengo miedo a volverme loco: ¿qué hacer?
Algunas personas llegan a la consulta de psicoterapia explicando que el motivo por el que han acudido al psicólogo es el miedo a caer en la locura.
Aunque el hecho de experimentar este temor no sea en sí una prueba de que esa persona sufre un trastorno psiquiátrico, lo cierto es que casi siempre es un motivo válido por el que iniciar un proceso de psicoterapia. Veamos por qué.
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¿En qué consiste el miedo a perder la cordura?
Las personas que manifiestan tener miedo a volverse locas suelen sufrir una gran preocupación por hipotéticas alteraciones psicológicas que han notado en sí mismas. Estas pueden ser bastante variadas, pero normalmente tienen que ver con tener dificultades a la hora de controlar los propios actos, entender las intenciones de las demás personas, tomar decisiones de una manera adecuada, percibir de una manera no distorsionada los estímulos del entorno, recordar bien las cosas, o para concentrarse en tareas concretas.
En definitiva, el temor a caer en la locura afecta a estos ámbitos psicológicos:
- Habilidades de concentración y de manejo de la atención
- Memoria
- Habilidades sociales
- Gestión de la impulsividad y de las emociones
- Pensamiento racional y toma de decisiones
Se trata de procesos mentales muy distintos, lo cual ya señala una de las características de este miedo: apuntan hacia un problema extremadamente difuso, la locura, lo cual hace más fácil que sigamos alimentando este temor por puro sesgo de confirmación.
Y es que la locura existe, pero solo en tanto que existe la definición de popular de locura. Es decir, que la locura no es un constructo psicológico válido, sino más bien una idea que puede ser abordada desde las ciencias sociales; del mismo modo en el que según la ciencia de la Biología no existen diferentes razas de Homo sapiens, pero sí existe un concepto de razas humanas que puede ser abordado desde la Sociología, la Antropología, etc.
Esto significa, entre otras cosas, que las personas que temen volverse locas lo hacen pensando a través de conceptos heredados de generaciones anteriores y que, aunque perviven en la cultura popular, no explican nada desde el punto de vista de las ciencias de la salud.
Lo que tradicionalmente se considera una persona “loca” puede mostrar comportamientos similares a los síntomas de trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, o puede corresponder, simplemente, con comportamientos que no encajan con las convenciones sociales. Todos nosotros hubiéramos sido considerados locos en otras épocas, por ejemplo, tan solo por el tipo de ropas que usamos, o por nuestra manera de pensar ajustada al siglo XXI.
Con todo, el miedo a perder la cordura es forma de malestar psicológico que no debe ser infravalorado. En situaciones así no importa tanto la solidez de los conceptos desde los que surge el miedo, sino el modo en el que ese miedo daña la calidad de vida de la persona. Abordar lo primero llevando a la persona a cuestionarse sus temores (entre otras medidas de intervención psicoterapéutica) será una manera de solucionar lo segundo.
Posibles causas del miedo a volverse loco
Detrás del miedo a volverse loco pueden existir causas muy diversas, y estas deberán ser examinadas en terapia, desde la atención personalizada. Sin embargo, a modo de descripción general de este tipo de problemas, podemos decir que las causas más frecuentes de esta clase de temores son los siguientes.
1. Problemas de ansiedad
Sufrir ansiedad nos vuelve más propensos a alimentar miedos que no se basan en nada real. Como nuestro sistema nervioso está en “modo alerta”, caemos con facilidad en conceder una importancia inmerecida a indicios de que algo no va bien en nosotros (más allá del propio problema de ansiedad en sí).
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2. Tendencia a la hipocondría
La tendencia a la hipocondría se da en personas que suelen mostrarse aprensivas, abrazando con facilidad la creencia de que algo malo les ocurrirá en el ámbito de la salud. En este caso, se trataría de asumir que se podría estar desarrollando una enfermedad que afecte al cerebro. No tiene por qué ser un trastorno, pero da lugar a situaciones angustiantes con relativa frecuencia.
Si esta tendencia a la hipocondría llega a unos extremos psicopatológicos (por ejemplo, ocurre en quienes no se desprenden de ese miedo ni tras pasar por varias revisiones médicas), se da un fenómeno conocido como trastorno de ansiedad por enfermedad. Tampoco en este caso hablamos de locura, entre otras cosas porque los síntomas de este trastorno afectan a un aspecto bien definido de la vida de la persona, y no la invalidan li la vuelven incapaz de ser funcional en otros contextos.
3. Trastornos de tipo psicótico
Es posible que las causas del miedo a volverse loco sean síntomas de un trastorno psiquiátrico como por ejemplo la esquizofrenia, en la que los problemas para percibir la realidad tal y como es se intensifican, a veces poniendo en peligro a la persona y a los demás. Ahora bien, la línea que separa los síntomas asociados a la esquizofrenia, por un lado, y los procesos mentales de las personas sin enfermedades mentales, por el otro, es sorprendentemente borrosa en varios aspectos. Por ejemplo, las alucinaciones auditivas pueden darse con relativa frecuencia en personas que nunca terminan desarrollando una psicopatología.
En todo caso, como hemos visto, el concepto “locura” tampoco se ajusta a la naturaleza de los trastornos psiquiátricos, y no sirve para describirlos ni para comprenderlos. Estos problemas de salud son muy diversos y con un correcto tratamiento muchas veces no anulan por completo la capacidad de la persona para tomar decisiones y adaptarse a los retos del día a día, ni tampoco llegan a “absorber” su identidad.
4. Crisis vitales
Los cambios radicales como mudarse a otro país, divorciarse o cambiar de carrera profesional implican sumergirse en toda una serie de experiencias nuevas que llegan a la vez y que pueden dar la sensación de que se pierde el control sobre lo que se hace.
La necesidad de adaptarse a esos nuevos roles sin contar con referentes que nos resulten familiares alimenta la percepción de que todo se tambalea a nuestro alrededor.
5. Consumo de drogas
Las adicciones y el abuso de sustancias psicoactivas también pueden estar detrás de esta sensación. Se trata de un problema de salud grave que debe ser tratado cuanto antes con ayuda profesional, pero que por suerte, suele dejar de afectar a la percepción y al pensamiento racional una vez se ha logrado dejar de consumir durante varios meses (aunque el riesgo de recaídas sigue estando ahí).
6. La sugestión llegada mediante terceras personas
La presión social y los contextos de manipulación psicológica propia de dinámicas de acoso y maltrato pueden llevar a la víctima a creer que está loca. Esto es algo que ocurre por ejemplo con el gaslighting, un conjunto de estrategias de manipulación usadas a veces por los maltratadores para hacer que la víctima crea que todo lo malo que le ocurre es por no ser capaz de pensar bien.
¿Qué hacer?
El miedo a volverse loco es, exista o no una psicopatología diagnosticable, un motivo por el que ir a psicoterapia. A través de la terapia psicológica es posible no solo abordar la raíz del problema que genera malestar, sino también aprender acerca de lo que es la salud mental, y sobre lo limitantes que son las etiquetas usadas históricamente para estigmatizar a quienes muestran maneras anómalas de comportarse y de percibir la realidad.
Así, en caso de que haya una psicopatología a tratar, esta será abordada comprendiendo en que el problema está en las maneras concretas en las que compromete la calidad de vida de la persona, y no en la mera existencia de un fenómeno ambiguo llamado “locura” que teóricamente formaría parte de la identidad de la persona.
En el ámbito de la psiquiatría y de la psicología clínica no existen las esencias, y eso implica que nadie está condenado a llevar sobre sus espaldas una determinada identidad “psicopatológica”: tanto las conductas que dan forma al trastorno a tratar como los esquemas de pensamiento a través de los cuales percibimos a esa psicopatología pueden ser modificados.
Por otro lado, en el caso de que no exista un trastorno psicológico, la terapia también será útil; en este caso, para despejar dudas, para mejorar la autoestima y para prevenir los posibles problemas de estrés y ansiedad causadas por esas inseguridades en uno mismo, por ejemplo.
Referencias bibliográficas:
- American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
- Santos, J.L. ; García, L.I. ; Calderón, M.A. ; Sanz, L.J.; de los Ríos, P.; Izquierdo, S.; Román, P.; Hernangómez, L.; Navas, E.; Ladrón, A y Álvarez-Cienfuegos, L. (2012). Psicología Clínica. Manual CEDE de Preparación PIR, 02. CEDE. Madrid.