Salud mental: definición y características según la psicología
Hace relativamente poco tiempo, concretamente el 10 de octubre, se celebraba a nivel internacional el Día Mundial de la Salud Mental. Si bien para una gran parte de la población este hecho ha permanecido inadvertido, lo cierto es que esta celebración permite hablar y visibilizar respecto a muchos aspectos propios de la psique, a menudo relacionados con la presencia de trastornos como la esquizofrenia, el TOC, el trastorno bipolar, las fobias, el abuso de sustancias o los problemas de ansiedad.
Es importante hablar de estos hechos, dado que los problemas de salud mental se encuentran altamente invisibilizados e incluso hoy en día muchos de ellos siguen conllevando un importante estigma social.
Asimismo, cabe señalar que aunque la mayoría de personas podría llegar a identificar o definir al menos por encima lo que es un trastorno mental, curiosamente no ocurre lo mismo con el concepto aparentemente opuesto. Y es que... ¿a qué llamamos exactamente salud mental? Vamos a discutirlo a lo largo de este artículo.
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Salud mental: definición del concepto
El término de salud mental puede ser en apariencia sencillo, pero lo cierto es que en el fondo es un concepto altamente complejo para la cual no hay una única definición global. Y es que depende de quien la haga y desde la disciplina y perspectiva biológica y cultural desde la que se parta lo que se entiende como salud mental puede ser muy diferente.
De una manera general es posible definir la salud mental como el estado de bienestar subjetivo en el que la persona es capaz de hacer frente a las demandas psicosociales del día a día, es consciente de sus capacidades y puede gracias a ellas adaptarse e integrarse de manera efectiva en el mundo que le rodea.
Estaríamos ante un estado de equilibrio entre la persona y el mundo tanto cognitivo como emocional y como conductual, en el cual la primera se siente y es capaz de funcionar adecuadamente, y puede no solo satisfacer sus necesidades sino sentirse bien y realizado. Asimismo se debe tener en cuenta de que la salud no es considerada como un objetivo per se, sino como algo que forma parte de nuestra vida diaria y que nos permite llevar a cabo nuestras aspiraciones. Dentro del concepto de salud mental se incluye también la capacidad de realizar las conductas necesarias para mantener y promover la propia salud tanto física como mental.
Es importante tener en cuenta que salud mental y trastorno mental no son opuestos, ya que no es suficiente con no tener ningún tipo de patología para poder considerar estar sano.
No se trata pues de no tener enfermedades o trastornos físicos o mentales, sino también de gozar de un equilibrio biopsicosocial que nos permita mantenernos en buenas condiciones, ser capaces de adaptarnos al medio y disfrutar de nuestro día a día. Dicho de otra manera, es necesario tener un buen estado de bienestar psicológico para poder considerar una buena salud mental.
Críticas a este concepto
En el ámbito de la psicología, no todo el mundo considera útil el concepto de la salud mental. Esto ocurre sobre todo en el paradigma del análisis de la conducta, en el que se ve de un modo crítico la tendencia a ver los problemas psicológicos como problemas de salud. Por ello, desde este punto de vista el objetivo de la psicología aplicada al bienestar no es tanto potenciar algo llamado salud mental, sino centrarse en las conductas inadecuadas en sí, y promover otras más adaptativas.
El bienestar psicológico: ¿que implica?
Tal y como hemos visto la salud mental implica un estado de bienestar, no solo a nivel físico también psicológico. En este sentido, entendemos como bienestar psicológico al conjunto de sensaciones positivas derivadas de un funcionamiento mental en el que prevalece la autorrealización y la capacidad para hacer frente o adaptarse a las situaciones y demandas ambientales.
El bienestar subjetivo se configura principalmente, según el modelo de Carol Ryff, por la presencia de una elevada auto-aceptación o capacidad para validar tanto lo bueno como lo malo de uno mismo de tal modo que se esté satisfecho con quien es uno mismo, la búsqueda y mantenimiento de relaciones positivas y profundas con el entorno, la capacidad de influir en el entorno y la percepción de dicha capacidad, la existencia de capacidad para elegir de manera independiente y tomar las propias decisiones en función de las propias creencias, la posibilidad de crecer y desarrollarse personalmente de tal modo que podamos optimizarnos al máximo posible y, por último y no menos importante la existencia de propósitos vitales o metas a conseguir.
A todo ello puede añadirse la existencia en el día a día de una elevada proporción de afecto positivo y baja de negativo, satisfacción y sensación de coherencia, integración, aceptación social. Además también influye la percepción de ser útil y generar algo a la comunidad.
Principales características
Son muchos los aspectos que hay que considerar a la hora de valorar la salud mental. En este sentido puede ser interesante señalar y subrayar diferentes características a tener en cuenta en lo que respecta a lo que implica la existencia de salud mental. Entre ellas podemos encontrar las siguientes.
1. No solo es ausencia de trastorno
Tal y como hemos ido viendo, cuando hablamos de salud mental no estamos hablando de la mera ausencia de trastornos o problemas mentales sino de un estado de bienestar general que permite un buen funcionamiento y participación en el mundo y una correcta relación para con uno mismo.
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2. Incluye cognición, emoción y conducta
A menudo cuando hablamos de salud mental solemos imaginar a alguien con algún tipo de problemática vinculada a la existencia de problemas cognitivos. Sin embargo, dentro de la salud mental también encontramos elementos emocionales y motivacionales e incluso conductuales: la salud mental no solo implica tener una forma de pensar concreta, sino también de sentir y hacer.
3. Se va desarrollando a lo largo de la vida
El estado de salud mental de cada uno no aparece de la nada, sino que es producto de un largo proceso de desarrollo en el cual factores biológicos, ambientales y biográficos (las experiencias y aprendizajes que hacemos a lo largo de la vida) van a influir en gran medida.
La vivencia de un estado de bienestar o de la falta de este puede variar en gran medida de una persona a otra, y dos personas diferentes o incluso una misma en dos momentos vitales distintos puede llegar a tener una consideración diferente respecto a su estado de salud mental.
4. Influencia cultural
Tal y como ya hemos visto anteriormente, el concepto de salud mental puede ser complejo de definir de manera universal debido a que diferentes culturas tienen diferentes concepciones de lo que es o no es sano. Del mismo modo, se utiliza por lo general la comparación con el grupo de referencia para valorar el propio estado de salud mental: algo es considerado sano si se ajusta a lo que la sociedad considera como tal. Así, un mismo sujeto puede considerarse mentalmente sano en un contexto y no en otro.
Por poner un ejemplo, en un país individualista se hará más énfasis en la autonomía y la autodeterminación mientras que en uno colectivista será considerado como más sano aquel que sea capaz de pensar más en el grupo o la comunidad. Otro ejemplo lo encontramos en el manejo y consideración de las emociones: algunas culturas o países tienden a buscar esconder o suprimir las negativas, mientras que otras buscan una mayor aceptación y validación de éstas.
5. Salud mental como algo dinámico y trabajable
Al igual que ocurre con la salud física, el estado de salud mental puede variar a lo largo de la vida en base a los diferentes patógenos y vivencias que tengamos a lo largo de nuestra vida. En este sentido es posible trabajar por mejorar la salud mental: los problemas de salud mental puede tratarse y la situación de cada individuo puede llegar a mejorar en gran medida. Asimismo, podemos establecer estrategias y medidas que contribuyen a mejorar nuestro estado de salud mental y prevenir posibles problemas.
Por otro lado, también es posible que ante determinadas situaciones una persona con un buen nivel de salud mental llegue a padecer algún tipo de problema o patología.
6. Interrelación cuerpo-mente
Otra idea que es necesario tener en cuenta cuando hablamos de salud mental es el hecho de que no es posible entender por completo el funcionamiento de la mente sin el cuerpo o del cuerpo sin la mente.
La presencia de enfermedades y alteraciones médicas supone un factor a tener en cuenta a la hora de explicar el estado de salud mental, y viceversa. Resulta fácilmente visible si pensamos en los efectos que pueden generar en nuestra psique enfermedades graves, crónicas o muy peligrosas: el estrés, miedo y sufrimiento que pueden conllevar problemas tan importantes como un cáncer, un infarto, una diabetes o una infección por VIH.
En este sentido hay que tener en cuenta tanto la posible afectación de la enfermedad en el estado de salud mental (por ejemplo una intoxicación puede generar alteraciones mentales) como la que genera la percepción de enfermedad. Esto no quiere decir que no se pueda preservar la salud mental pese a tener una enfermedad, pero sí que puede suponer un hándicap o una dificultad para mantener un estado de bienestar mental.
Asimismo la práctica de deporte y el mantenimiento de hábitos de vida saludables favorece la salud mental, el equilibrio y el bienestar. Del mismo modo, la salud mental tiene un efecto sobre la salud física: una buena salud mental favorece que el cuerpo se mantenga sano, mientras que si existe algún problema es más fácil que se sucedan cansancio, malestar, dolor físico, bajada del sistema inmune, somatizaciones… y ello puede llevar a padecer enfermedades.
Referencias bibliográficas:
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