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Adaptación hedónica: ¿cómo modulamos nuestra búsqueda del bienestar?


Vivimos en un mundo donde cada vez es más fácil obtener “placer”, aunque este placer sea efímero y se escurra entre nuestros dedos como arena en el desierto. Por otro lado, la vida también nos pone ante situaciones que nos causan sufrimiento, y a veces no nos queda otra que aceptarlo.

La adaptación hedónica es un concepto que engloba estos dos elementos: el placer y la adaptación. Se trata de una tendencia de las personas a volver a un estado anterior de placer, por mucho que aparezcan obstáculos y situaciones difíciles que afrontar.

En este artículo veremos con detalle en qué consiste este concepto y reflexionamos acerca de sus implicaciones y repercusiones en el ser humano.

¿Qué es la adaptación hedónica?

¿Qué es la adaptación hedónica? Se define como la capacidad que tenemos las personas para adaptarnos a las diferentes situaciones que vamos viviendo a lo largo de la vida, ya sean buenas o malas. Para ilustrarlo, pongamos un ejemplo: queremos una moto, y queremos la mejor del mercado. La compramos.

Sentimos una gran satisfacción y placer (hedonismo) al hacerlo, sobre todo los primeros días. Pero poco a poco, y a medida que transcurren las semanas, nos acostumbramos a la moto, a la situación (que deja de ser novedosa), y a la sensación inicial. ¿Qué ha ocurrido? Nos hemos adaptado a ella; se ha producido una adaptación hedónica a la situación.

En otras palabras, la adaptación hedónica es la tendencia que tenemos las personas de volver a un nivel relativamente estable de placer y felicidad, a pesar de los eventos y situaciones, tanto positivas como negativas, que vamos viviendo en nuestra vida.

Hedonismo

Antes de adentrarnos en el curioso mundo de la adaptación hedónica, vamos a hablar de la base en la que esta se fundamenta: el hedonismo.

¿Qué es el hedonismo? Se trata de una doctrina filosófica, que parte de la idea de que el objetivo en la vida de las persona, es la búsqueda del placer y la evitación del sufrimiento. El hedonismo surgió en Grecia, y su impulsor principal fue el filósofo Epicuro. Por esta razón, al hedonismo también se le denomina “Epicureismo”.

Epicuro, concretamente, sostenía que la búsqueda del placer debía hacerse a través de la búsqueda de la sabiduría; así, vemos cómo el término ha cambiado ligeramente, ya que hoy en día consideramos hedonista una conducta de búsqueda del placer constante a través de los sentidos, es decir, a través de la comida, el sexo, la bebida… en definitiva, a través de las cosas “materiales” (materialismo).

Adaptación hedónica en situaciones negativas

Como vimos en la introducción, la adaptación hedónica se produce tanto en situaciones positivas como negativas.

Así, la naturaleza del ser humano le permite adaptarse tanto a las situaciones que le proporcionan bienestar, como a aquellas que le causan sufrimiento (lógicamente, esto puede variar de una persona a otra, pero en general la adaptación hedónica consiste en eso).

Pongamos otro ejemplo para ilustrar la adaptación hedónica en situaciones negativas de la vida. Si, Dios no lo quiera, una persona sufre un accidente de tráfico y pierde un brazo, seguramente, inicialmente su reacción será de sufrimiento y desesperación.

Sin embargo, a medida que transcurra el tiempo, es probable que se adapte a esta nueva situación que le ha tocado vivir (adaptación hedónica), e incluso que vuelva a encontrar el placer de otra manera, en otras cosas, etc. Incluso hay personas que superan estas situaciones tan traumáticas y que además, salen fortalecidas de ellas: este fenómeno (o rasgo) lo conocemos con el nombre de resiliencia.

Mente y cerebro

El cerebro humano está configurado para adaptarse al entorno y a las tan dispares situaciones a las que puede verse envuelta la persona. En otras palabras, el cerebro está programado para que sobrevivamos al medio.

Muchas veces, es la propia mente la que nos juega una mala pasada, haciéndonos creer que no podremos afrontar o superar una determinada situación, cuando la realidad no es esa.

La clave está en la mente, que tiene muchísimo poder; en realidad, la mente es una especie de músculo que podemos entrenar y aprender a dominar, para que no sea ella la que nos domine a nosotros, a través de pensamientos negativos y catastrofistas.

¿De qué depende la felicidad?

Hablar de la adaptación hedónica que todas las personas experimentamos en algún momento de nuestra vida, nos lleva a plantearnos la siguiente cuestión: ¿de qué depende nuestra felicidad? En cada persona esta pregunta tendrá una respuesta diferente, ya que cada uno/a se basa en una serie de cosas para “conseguir” la felicidad.

Sin embargo, sí podemos afirmar que, por norma general, la felicidad depende de la salud, ya que si nos falta salud, de poco sirve que tengamos muchas posesiones, o muchas relaciones sociales… aunque estos elementos ayudarán a mejorar nuestro bienestar, lo cierto es que gozando de salud se vive mejor, porque se puede disfrutar la vida de verdad.

Esto no quiere decir que las personas que no tengan buena salud no puedan disfrutar de la vida; simplemente, tendrán que afrontar su situación, y adquirir una serie de estrategias de afrontamiento que les permita afrontar las dificultades sin dejar de buscar esa felicidad o ese bienestar, en gran parte a través de la adaptación hedónica.

Por otro lado, es importante tener en cuenta, que la felicidad no depende tanto de las cosas que nos suceden a la vida, sino más bien de cómo reaccionamos a ellas, de cómo nos las tomamos y de cómo las afrontamos. Ahí está la clave del bienestar personal; es decir, dentro de nosotros, y no fuera.

El concepto de la felicidad

En psicología, el concepto de la felicidad adopta muchos significados, y de hecho no es exactamente lo mismo hablar de bienestar, que de felicidad, placer, goce… A raíz de ello, podemos plantearnos lo siguiente: ¿Qué es la felicidad? ¿Es algo que se pueda “conseguir”?

Las opiniones varían mucho en estas cuestiones, si bien es cierto que para muchos, la felicidad no es tanto algo que se “consiga”, sino algo que se disfruta en momentos puntuales de la vida. Si hablamos, sin embargo, de un estado más generalizado de placer o alegría, quizás sea mejor utilizar el término “bienestar” o “calidad de vida”.

En busca del placer

Los seres humanos, al igual que muchos animales, buscan el placer en sus vidas; muchos incluso, de forma constante. Se trata de un mecanismo natural del ser humano, y en el que se basa el hedonismo. ¿A quién le gusta sufrir? Podríamos decir, sin riesgo de equivocarnos, que prácticamente a nadie (a menos que se trata de alguien con algún trastorno fetichista o sadomasoquista, por ejemplo).

En cambio la alegría, el placer, la satisfacción, el goce… todo esto nos gusta, y por eso lo ansiamos y lo buscamos. Si nos alejamos de ello, ¿qué ocurre? Que se vuelve a activar este proceso de adaptación hedónica, que en cierta manera es un mecanismo de supervivencia.

Así, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro cerebro, actúan al unísono para devolvernos a ese estado original relativamente placentero, o al menos, de tranquilidad emocional.

Es por ello que aunque nos sucedan situaciones o sucesos traumáticos (o simplemente eventos negativos del día a día), generalmente sobrevivimos a ellos, nos anteponemos y conseguimos reorganizar nuestra vida, y nuestras emociones. De eso trata la adaptación hedónica de la que hablamos.